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Así se atrapó al asesino de Eva Blanco: tenacidad y las últimas técnicas de ADN
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quedaban menos de dos años para que prescribiera el delito

Así se atrapó al asesino de Eva Blanco: tenacidad y las últimas técnicas de ADN

La perseverancia de los agentes durante 18 años ha sido clave para detener al sospechoso; algunos de ellos dedicaban sus días libres a la investigación. La conservación del censo de 1997, también

Foto: Fotografía de archivo de la joven Eva Blanco, asesinada en Algete en 1997. (EFE)
Fotografía de archivo de la joven Eva Blanco, asesinada en Algete en 1997. (EFE)

Los investigadores del Grupo de Homicidios de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid nunca se dieron por vencidos. Alguno de ellos incluso llegó a dedicar muchos de sus días libres a buscar pistas, a tratar de revivir la escena, a ponerse en la piel del asesino para tratar de averiguar cualquier cosa que ayudase a resolver el caso. Eva Blanco, una joven de 17 años que vivía en Algete (Madrid), regresaba aquella noche del 20 de abril de 1997 de salir con sus amigos. Cuando estaba ya a pocos metros de su casa, alguien la abordó, la metió en un coche y se la llevó, la violó y le asestó 20 puñaladas en la espalda y en la nuca. Tras la agresión, el cuerpo sin vida de la chica fue arrojado a una cuneta situada a siete kilómetros de su domicilio. [Aquí puede leer una cronología del caso].

El asesinato conmocionó a toda España. Hubo manifestaciones y muestras de solidaridad desde el último rincón del país. La mitad de los varones del municipio se ofrecieron voluntarios a colaborar con la investigación dejando que les hicieran pruebas de ADN para facilitar el trabajo a la Guardia Civil, que podía así ir descartando sospechosos. Estas pruebas nunca llegaron a realizarse porque no lo permitió el Juzgado número 4 de Torrejón de Ardoz, que instruye la causa.

Los agentes comenzaron a indagar en el entorno de la familia y de los amigos, donde en la mayor parte de los casos suele estar el culpable de este tipo de delitos. En concreto, investigaron a los 20 chicos que conformaban el grupo de la joven, lo que provocó que la operación se denominara Pandilla. Sin embargo, poco a poco fueron abriendo el abanico, ya que descubrieron que el autor del crimen conducía un coche y los chavales aún no tenían carné. La Guardia Civil interrogó a los padres, a los compañeros de trabajo de éstos últimos, a sus compañeros de clase, a los profesores, incluso a los policías que trabajaban en la zona.

No encontraron, sin embargo, pistas determinantes en ningún sitio. La investigación se situó en un punto muerto, pero los miembros del Grupo de Homicidios nunca echaron la llave del cajón que almacenaba la carpeta con el caso de Eva Blanco. Siguieron con los ojos abiertos, preguntando, rastreando cualquier atisbo de pista que pudiera surgir y que hiciera avanzar las pesquisas, solicitando la colaboración ciudadana.

La gente respondía, decenas de personas llamaron por teléfono a la Comandancia para aportar lo que creían que eran datos que servirían a la causa. Hasta cien líneas de investigación diferentes llegaron a abrir los agentes en este tiempo de enormes dificultades y frustraciones profesionales.

Finalmente, llegó el rastro correcto. El Instituto de Ciencias Forenses de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela elaboró un minucioso análisis de las muestras de ADN extraídas del cuerpo de la joven. En concreto, del semen que introdujo el violador. El estudio, realizado en colaboración con miembros del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, dio como resultado un perfil genético del asesino.

Hasta ese momento, al no haber sospechoso identificado, no se podía cotejar el ADN del violador hallado en la niña con ninguna persona. La novedosa utilización del sistema realizada por los investigadores de la Universidad de Santiago ofreció datos que resultaron de enorme utilidad para la causa. El informe científico resolvió que el asesino era un hombre de rasgos norteafricanos que presentaba unas características determinadas.

Afortunadamente, y gracias a ese espíritu de esperanza que mantuvieron los agentes durante los 18 años que ha durado la investigación, los responsables del Grupo de Homicidios guardaban el censo de la localidad de Algete de 1997, el año en el que se produjo el homicidio. Había 300 hombres marroquíes que podían cumplir con el perfil ofrecido por el ADN. Eran muchos todavía y el tiempo apremiaba, ya que apenas quedaban dos años para que prescribiera el delito.

Los agentes comenzaron entonces una ardua investigación de campo al más puro estilo de las películas policiacas. Había que interrogar a los sospechosos, descartar a los que tuvieran coartada y seleccionar a los que presentaban más posibilidades. Así fueron desechando a decenas de ciudadanos hasta quedarse con uno, A. C. G., que había abandonado España en 1999, dos años después del asesinato.

El hombre vivía en Algete cuando se produjeron los hechos. Se dedicaba a hacer trabajos esporádicos en el sector de la construcción, de la albañilería o del transporte. Tras huir de la localidad madrileña, se instaló en Francia, se casó y tuvo tres hijos. Ayer fue detenido en Pierrefontaine Les Varans, gracias también al testimonio de su hermano, que vivía en Algete cuando tuvo lugar el asesinato y que aún reside allí. El perfil genético desarrollado por la Universidad de Santiago apuntó al hermano, que fue quien derivó finalmente a los agentes hacia el detenido.

El presunto asesino viajará ahora a Madrid para ser puesto a disposición del Juzgado número 4 de Torrejón, cuando apenas quedan 16 meses para que prescriba el delito de asesinato que durante 18 años ha mantenido en vilo a toda una población.

Los investigadores del Grupo de Homicidios de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid nunca se dieron por vencidos. Alguno de ellos incluso llegó a dedicar muchos de sus días libres a buscar pistas, a tratar de revivir la escena, a ponerse en la piel del asesino para tratar de averiguar cualquier cosa que ayudase a resolver el caso. Eva Blanco, una joven de 17 años que vivía en Algete (Madrid), regresaba aquella noche del 20 de abril de 1997 de salir con sus amigos. Cuando estaba ya a pocos metros de su casa, alguien la abordó, la metió en un coche y se la llevó, la violó y le asestó 20 puñaladas en la espalda y en la nuca. Tras la agresión, el cuerpo sin vida de la chica fue arrojado a una cuneta situada a siete kilómetros de su domicilio. [Aquí puede leer una cronología del caso].

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