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Un año del contagio que atemorizó a España
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Teresa romero, la superviviente del virus

Un año del contagio que atemorizó a España

El contagio de Teresa Romero, el primer caso de ébola en Occidente, desató una fuerte alarma social y controversia política. Un año después, los ánimos se han templado, pero aún hay heridas abiertas

Foto: Llegada del primer español contagiado de ébola, Miguel Pajares. (EFE)
Llegada del primer español contagiado de ébola, Miguel Pajares. (EFE)

En verano de 2014, España miraba la crisis del virus del ébola, una epidemia mortífera que azotaba con dureza una parte de África, con la indiferencia habitual que suele mostrar la sociedad occidental ante los problemas que enfrenta el tercer mundo.

No obstante, la baja intensidad mediática del problema que asolaba parte del continente africano comenzó a aumentar cuando dos misioneros españoles, primero Miguel Pajares y después Manuel García Viejo, fueron trasladados a España para ser tratados de la contagiosa enfermedad que habían adquirido en misiones humanitarias.

La contenida inquietud social por el acercamiento del virus, se tornó en un puñetazo de convulsión social y agitación mediática el 6 de octubre del pasado año. El Hospital Fundación de Alcorcón confirmó un positivo por ébola en la auxiliar de enfermería Teresa Romero, que había estado en contacto durante su trabajo pocos días antes con García Viejo, repatriado desde Sierra Leona a finales de septiembre.

El miedo a una pandemia tuvo su epicentro en el Hospital Carlos III de Madrid. Romero fue la primera persona fuera del tercer mundo que contraía la enfermedad en todo el planeta y hubo un momento crítico en que nadie creía en su salvación. La atención mediática crecía a nivel internacional. Afortunadamente, la auxiliar de enfermería se salvó y el rastro del caso, un año después, se ha ido borrando.

¿Qué queda del 'ébola español'?

Casi un año después, los implicados en el caso han ido recuperando la normalidad y España ha vuelto a la calma. La principal afectada, Teresa Romero, desea recuperar el anonimato del que gozaba antes de contraer el virus por lo que, a día de hoy, se aparta de los medios de comunicación.

También se respira tranquilidad en los puntos calientes que recorrió Teresa cuando se convirtió, muy a su pesar, en enferma.

En aquellos días la afluencia al médico bajó considerablemente. “Era la época de vacunaciones y el número de suministros cayó a la mitad”

Uno de esos focos fue el centro médico de Alcorcón al que Romero acudió por primera vez. Su coordinador, el doctor Francisco J. Romero, aún recuerda que en aquellos días la afluencia de usuarios bajó considerablemente. “Era época de vacunaciones y el número de suministros cayó a la mitad”, dice a El Confidencial. A día de hoy, la actividad es normal.

Una señora que espera para pasar a su consulta comenta que “no se ha vuelto a oír nada del asunto, esos días hubo mucho revuelo, pero ya está olvidado”. “Ahí el que se llevó la peor parte fue el perro”.

Se refiere a Excálibur, el perro de Teresa Romero, que fue sacrificado para evitar hipotéticos contagios a pesar de las manifestaciones que protestaban por la decisión de la Administración. También los que tuvieron contacto con la infectada fueron inmediatamente hospitalizados y aislados para detener cualquier posibilidad de que la epidemia se pudiera extender. Todos, un año después, han seguido con sus vidas.

Entre ellos destaca su marido, Javier Limón. Los vecinos le suelen ver por los aledaños a su vivienda junto con Teresa paseando a su nueva perra, Alma. Una vecindad que, a día de hoy, también ha recobrado la normalidad, como asegura uno de ellos: “Al principio, cuando se vio todo el revuelo por televisión, sí que había cierto miedo, pero cuando ya se dio información nos quedamos más tranquilos”.

Esa inquietud y posterior tranquilidad de la que habla ahora este vecino en la transmisión de información tuvo que ver con la gestión política y su exhibición mediática, que repercutió al más alto nivel.

Tanto es así que se llevó por delante al consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, y a la entonces ministra de Sanidad Ana Mato, que fue apartada de la gestión del asunto. La calma llegó cuando el Gobierno puso al frente a un experto en la materia para tranquilizar a la población.

Las peluqueras no han olvidado

Esta crisis del ébola esconde más historias un año después. ¿Qué fue de las trabajadoras de la peluquería a la que acudió Teresa Romero después de contagiarse y que también tuvieron que estar tres semanas aisladas en el hospital? Se vieron obligadas a cerrar dos meses su negocio, desinfectar todo el local y hacer frente a los costes, aunque a día de hoy han retomado su actividad. No obstante, ahora mismo dicen que “está todo en manos de sus abogados” por lo que la vertiente judicial del caso y las posibles reclamaciones aún no se han cerrado.

El aspecto legal fue otra de las aristas que sacudió el asunto a posteriori. Teresa Romero aseguró públicamente y de forma repetida que había avisado a su médico de cabecera de haber estado expuesta al ébola. Pero la doctora defendía la versión contraria y obligó a que Romero se retractara en público, dentro de una conciliación que evitó que siguiera adelante con una querella contra la enferma de ébola. Según asegura el coordinador del centro de Alcorcón donde trabaja esta facultativa, “desde que se zanjó esta cuestión, está ejerciendo con total normalidad, desde el anonimato que siempre mantuvo”.

El encontronazo entre la doctora y Teresa Romero podría estar detrás de que tiempo después, la auxiliar de enfermería decidiera cambiar de centro de salud de cabecera.

La normalidad y el restablecimiento de su actividad habitual en el trabajo es también la nota predominante para los profesionales hospitalarios que tuvieron contacto con Teresa Romero. Así lo reconocen algunos trabajadores habituales del Carlos III “que les ven en sus puestos día a día”.

Lo mismo se puede decir de los profesionales que se vieron implicados en el Hospital Fundación de Alcorcón, que “han vuelto sin problemas a sus puestos”, afirma un empleado del centro. Sin embargo, y aunque ahora la normalidad sea absoluta, este trabajador no olvida el “miedo que hubo durante aquellos días”. “Después de que se supiera que médicos de aquí estuvieron en contacto con la afectada hubo discriminación en los colegios. Algunos padres dejaron de llevar a sus hijos a los centros donde había niños de los profesionales del hospital”. “Todo esto fue culpa de la falta de información y de la mala gestión política que se vivió entonces”, rememora.

Otras consecuencias

Después de la alarma vivida, el Hospital Carlos III de Madrid, el escenario principal de los acontecimientos, ha sufrido cambios. A principios de este mes se ha presentado la remodelación de la planta seis, que ahora cuenta con mayores dotaciones técnicas y de seguridad para hacer frente a posibles llegadas de infecciosos. Sin embargo, algunos trabajadores del centro son muy críticos con la administración del mismo. “Las dotaciones de la planta seis son espectaculares, de ciencia ficción, pero mientras se construye esto, se están desmantelando y llevando a La Paz otras partes importantes del centro, como el laboratorio de microbiología”, según cuenta una de las personas que lleva tiempo trabajando en el hospital, quien considera las mejoras un gesto político después de la crisis vivida.

Otros trabajadores del centro casi no quieren hablar, pero señalan que “ha habido muchos cambios desde que pertenecen al Hospital de La Paz”, que se encuentra cerca de allí. “Esto antes era un hospital de infecciosos”, comenta un tercero.

Vuelve la calma, pero el problema sigue ahí

Un año después de lo ocurrido, la alarma social ha desaparecido por completo en España. Sin embargo, el origen de los problemas que provocaron la crisis de ébola continúan. Los expertos señalan que el virus sigue presente en Guinea y se ha cobrado recientemente una víctima en Sierra Leona. Organizaciones como Médicos sin Fronteras ha pedido seguir en alerta para tener controlado el virus.

Sin embargo, el ébola vuelve a ser a día de hoy un problema con relevancia informativa secundaria, igual que lo era antes de que apareciera en Occidente hace un año.

Estos días ocupa su lugar mediático la crisis de los refugiados. Otra cuestión que de nuevo demuestra el carácter global de los problemas, que certifica que aquellas causas que no se atienden en su origen, acaban enseñando su peor cara delante de nuestras narices.

En verano de 2014, España miraba la crisis del virus del ébola, una epidemia mortífera que azotaba con dureza una parte de África, con la indiferencia habitual que suele mostrar la sociedad occidental ante los problemas que enfrenta el tercer mundo.

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