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Rajoy y Sánchez se enfangan en el último debate bipartidista a la sombra de Podemos
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los de iglesias marcan el ansia del PSOE y el miedo del PP

Rajoy y Sánchez se enfangan en el último debate bipartidista a la sombra de Podemos

Rajoy convenció a los suyos en el debate sobre el estado de la nación, pero al Gobierno le falló el guion: Sánchez se lanzó a degüello y ambos acabaron enfangados en un ring a la sombra de Podemos

Mariano Rajoy convenció a sus diputados en el debate sobre el estado de la nación, pero al Gobierno le falló el guion previsto porque Pedro Sánchez no dio margen para el guante blanco, se olvidó de presentar alguna alternativa y se lanzó al cuellocon la corrupción. Sesión parlamentaria perdida para el objetivo de apuntalar el sistema: el presidente del Gobierno afeó al jefe de la oposición que estuviera pendiente del “señor Iglesias”, pero él mismo aludió al fenómeno de Podemos para advertir que la recuperación económica peligra con las “ventoleras ideológicas” de algunos. Mensaje del miedo para sacar a sus partidarios de la abstención y que anticipa que la sombra del tercer partido que ha planeado hoy sobre el hemiciclo seráuna realidad en el próximo debate.

[Aquí puedes seguir en directo el debate sobre el estado de la nación]

El último gran debate de la legislatura deja un panorama muy distinto al repetido desde que Felipe González instauró en 1984 este tipo de sesiones en el Congreso, centrados hasta ahora en medir la solidez del proyecto en el poder y la capacidad de alternativa de la oposición. El debate lo ganaba el jefe del Ejecutivo normalmente, pero también se medían las posibilidades futuras del aspirante. José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se han distribuido esos papeles desde 1990 hasta ayer.

Sánchez se lanzóa dar un mitin a degüello contra Rajoy, pero acabó obviando su obligación de presentar alguna propuesta que no sea volver a 2011 por la vía de la derogación de toda reforma conocida en los últimos tres años. No competía por ningún sector intermedio del electorado para que se fijara en su proyecto con el fin de llegar al poder como hicieron sus antecesores en el empeño, del PSOE o del PP. Estaba pendiente de que Podemos, que siempre le ganará en populismo y demagogia, no le siga robando el voto tradicional del PSOE. Rajoy se lo sacó en cuanto se sintió herido con los ataques por el caso Bárcenas y el hecho de que negara la recuperación económica.

Es el debate del miedo: el del PP a perder las próximas citas electorales si sigue sin calar el mensaje de la recuperación económica entre sus bases electorales con las últimas medidas de ayuda a las clases medias; y el del PSOE a verse relegado en un futuro próximo como segundo partido (y de Gobierno), además de abocado a caer en coaliciones de tipo Frente Popular que lo acaben de engullir en beneficio de su competencia por la izquierda (Podemos).

Rajoy fue a lo suyo desde el primer minuto del debate, a vender su éxito frente a la crisis económica, a atribuirse el mérito de haber salvado a España de la quiebra y el rescate. Luego ofreció otra serie de medidas para demostrar que la recuperación va en serio y hay margen para devolver alguno de los sacrificios que ha hecho “la clase media”. Pasó de puntillas sobre la corrupción y el desafío separatista en Cataluña para centrarse en su objetivo. Y cumplió ante los suyos, que incluso disfrutaron de su ironía y la soltura –para algunos observadores fue auténtico desdén– con que acabó devolviendolos ataques a Pedro Sánchez.

Pero los presentes también se daban cuenta que ese duro intercambio de golpes no redundaba esta vez en beneficio de ninguno de los dos grandes partidos, que ahora son legión las opciones dispuestas a ofrecerse como alternativa, incluso fuera del hemiciclo, sin experiencia de gobierno ni complejo alguno a la hora de proponer medidas sencillas a los más complejos problemas de la política: desde Podemos a Ciudadanos, lo que queda de Izquierda Unida o la irreductible Rosa Díez.

Rajoy quería lanzar sus mensajes a la clase media, el núcleo de su electorado, y a ello se aplicó. Pero tenía diseñado un debate de guante blanco con Pedro Sánchez por si se puede consolidar como freno ante el ascenso del populismo de izquierda. No quería más distracciones de lo fundamental, según aseguran en fuentes del PP, y sólo el “exceso de demagogia” y el empeño del secretario general del PSOE de desgastar al presidente del Gobierno con el caso Bárcenas le obligaron a devolver los golpes.

“Yo le tomo más en serio que muchos de los suyos y no es que no me cueste trabajo”, soltó el jefe del Ejecutivo a Sánchez para rematar a su oponente antes del despectivo “ha sido patético". Más duro que irónico, como cuando preguntó si el jefe de la oposición tenía alguna propuesta que hacer en interés general de los españoles, Rajoy ganó el debate pero hasta sus partidarios reconocían después que no obtendrá ventaja o voto alguno por haber dejado en evidencia a Sánchez.

Mariano Rajoy convenció a sus diputados en el debate sobre el estado de la nación, pero al Gobierno le falló el guion previsto porque Pedro Sánchez no dio margen para el guante blanco, se olvidó de presentar alguna alternativa y se lanzó al cuellocon la corrupción. Sesión parlamentaria perdida para el objetivo de apuntalar el sistema: el presidente del Gobierno afeó al jefe de la oposición que estuviera pendiente del “señor Iglesias”, pero él mismo aludió al fenómeno de Podemos para advertir que la recuperación económica peligra con las “ventoleras ideológicas” de algunos. Mensaje del miedo para sacar a sus partidarios de la abstención y que anticipa que la sombra del tercer partido que ha planeado hoy sobre el hemiciclo seráuna realidad en el próximo debate.

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