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Sánchez liquidó a Tomás Gómez para frenar cualquier pacto de los barones con Podemos
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EL LÍDER DEL PSOE QUIERE SALVAR LAS GENERALES

Sánchez liquidó a Tomás Gómez para frenar cualquier pacto de los barones con Podemos

En la abrupta destitución de Gómez y de su ejecutiva hay algo más. Hay, sobre todo, la intención de Pedro Sánchez de evitar pactos de los barones con Podemos

Foto: Pedro Sánchez y Tomás Gómez, en una imagen de archivo. (Efe)
Pedro Sánchez y Tomás Gómez, en una imagen de archivo. (Efe)

En la abrupta destitución de Tomás Gómez y de toda su ejecutiva hay algo más. Es verdad que han influido las negras expectativas electorales del PSOE en las municipales y autonómicas de mayo (caería hasta la tercera plaza). También el horizonte judicial que pudiera derivarse de las investigaciones abiertas sobre la construcción del célebre tranvía de Parla. O la tradicional ‘guerra civil’ que vive la antigua Agrupación Socialista Madrileña ya desde los tiempos de Julián Besteiro. Es norma de la casa que cada nuevo líder apuñale políticamente a su antecesor en una frenética táctica de tierra quemada. Y, por supuesto, un golpe de autoridad de Pedro Sánchez para construirse un perfil propio al margen de la sombra que le proyecta Susana Díaz. El primero no sabía que la presidenta andaluza iba a convocar elecciones anticipadas y la segunda se enteró por la prensa, según reconoció, del ajuste de cuentas en el PSM.

Pero hay más. Mucho más. Hay, sobre todo, una dura confrontación sobre la política de alianzas del PSOE. Lo que teme Pedro Sánchez es que algunos barones regionales -como el propio Tomás Gómez, Emiliano García Page o Ximo Puig (Comunidad Valenciana) opten por pactar con Podemos para alcanzar los gobiernos regionales o locales. Eso sería lo mismo, sostienen desde la dirección socialista, que dinamitar la estrategia electoral del secretario general del PSOE.

Sánchez -con el respaldo de algunos poderes fácticos dentro de su partido con ascendencia sobre algunos medios de comunicación- pretende presentarse a las elecciones generales en un posición equidistante -o al menos suficientemente alejada- entre el PP y Podemos. Por lo tanto, una especie de socialdemocracia ‘clásica’ que en caso de apuros estaría en condiciones de dar estabilidad al nuevo Gobierno en cuestiones de Estado.

Vídeo: Pedro Sánchez destituye a Tomás Gómez

Eso, al menos, es lo que quieren el Ibex (a través del Consejo de Competitividad) y su buque insignia mediático, que en menos de 24 horas ‘fabricó’ una encuesta destinada a avalar la fulminante decisión de Pedro Sánchez. Esa estrategia, sin embargo, choca contra la realidad de las matemáticas electorales.

En algunos territorios -como Madrid, Castilla-La Mancha o la Comunidad Valenciana- es posible -y tal vez probable- que el PP pierda la mayoría absoluta, lo que obligaría a pactar gobiernos de coalición o la firma de pactos puntuales para poder gobernar. Eso quiere decir que apoyarse en Podemos para poder gobernar en esos territorios sería lo mismo que hacer saltar por los aires la idea de que todavía es posible que el PSOE sea el partido hegemónico en la izquierda.

Unidad popular

Aunque Podemos no se presenta formalmente a las elecciones municipales y autonómicas (lo hará a través de candidaturas denominadas de unidad popular) lo cierto es que algunos barones regionales ven la posibilidad de recuperar el poder dos décadas después de haberlo perdido. Y ese es un caramelo demasiado dulce para unos dirigentes territoriales que han vivido en la indigencia electoral permanente.

Como sostiene una dirigente socialista, “lo que no está claro es que Pedro Sánchez pueda mantener su autoridad en Valencia, Castilla-La Mancha o Madrid”. Ese es el objetivo final de la decisión de Pedro Sánchez: dejar bien claro que la política de pactos se decide en Madrid y no en las federaciones territoriales. Ahora, tras la destitución de Tomás Gómez y de su equipo, es más fácil. El mensaje está enviado: manda Ferraz y no los barones regionales.

El entorno de Pedro Sánchez -junto con antiguos dirigentes del partido- está convencido de que presentarse a las elecciones generales de noviembre habiendo cerrado previamente pactos con Podemos o cualquiera de sus partidos ‘instrumentales’, como los ha definido la formación de Pablo Iglesias, sería lo mismo que el suicido político del socialismo español. Máxime cuando pudiera tratarse de una plaza tan emblemática como Madrid. El PP podría esgrimir que el PSOE se alía con la ‘extrema izquierda’ para poder gobernar ‘a cualquier precio. Un argumento muy potente electoralmente.

La estrategia de Ferraz pasa, por lo tanto, por ‘marcar el territorio’ propio. O lo que es lo mismo: conseguir mantener, como sostiene una dirigente socialista, a esos “siete millones y medios de héroes que nos votaron en 2011 en unas condiciones extremadamente difíciles”. Por lo tanto, nada de pactar con fuerzas que se sitúan fuera del ideario socialista (‘no somos ni de izquierdas ni de derechas, suele proclamar Pablo Iglesias).

Una reunión indiscreta

Esa estrategia más cercana a los pactos con el entorno de Podemos -aunque se presenten como meramente instrumentales para poder formar gobiernos con la promesa del cambio ‘necesario’- tiene algunos ‘padrinos’ importantes en el PSOE. Algunos dirigentes socialistas no han olvidado el encuentro que celebraron hace pocas semanas el expresidente Rodríguez Zapatero y José Bono con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. A nadie se le escapa que en esa reunión se habló de política de pactos tras las municipales y autonómicas con un solo objetivo: desalojar al PP del poder. Se trata de un movimiento muy táctico que difícilmente encaja con la estrategia de Sánchez, quien donde realmente se juega su futuro político es en las elecciones generales (salvo que se produjera antes un golpe interno en el PSOE).

Aunque los dirigentes de Podemos han asegurado que no apoyarán a los partidos de la ‘casta’, lo cierto es que sí podría hacerlo a través de sus marcas blancas articuladas en el conjunto del Estado. Todo para lograr que el PP se presente lo más debilitado posible a las generales de noviembre, que es donde realmente se corta el bacalao.

Zapatero se ha ido distanciando políticamente del exministro Pérez Rubalcaba, quien como González o la propia Susana Díaz no quiere saber nada del entorno de Podemos, y mucho menos en calidad de compañeros de viaje (aunque sea para volver a gobernar).

Tampoco parece casual que, de nuevo, el periódico que avala a Pedro Sánchez con encuestas ad hoc sea el mismo que despotricó en su día contra Zapatero, quien como respuesta (y porque quería alejarse del padre González) creó de la nada un grupo mediático a su servicio. Y es que los demonios familiares de la vieja Agrupación Socialista Madrileña siguen ahí. Como se decía irónicamente hace algunos años, no se sabe si el partido tiene un periódico o el periódico un partido.

Pedro Sánchez, en todo caso, puede argumentar en su favor una vieja enseñanza de Julián Besteiro durante su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas: “El cambio tumultuoso”, sostenía el dirigente socialista, “es siempre preferible al estancamiento y, en ciertas circunstancias históricas, el cambio tumultuoso, o por lo menos acelerado, es el único posible si se quiere mantener la vida”. El tiempo dirá quién tenía razón. Si Gómez era el estancamiento o Sánchez un cadáver político.

En la abrupta destitución de Tomás Gómez y de toda su ejecutiva hay algo más. Es verdad que han influido las negras expectativas electorales del PSOE en las municipales y autonómicas de mayo (caería hasta la tercera plaza). También el horizonte judicial que pudiera derivarse de las investigaciones abiertas sobre la construcción del célebre tranvía de Parla. O la tradicional ‘guerra civil’ que vive la antigua Agrupación Socialista Madrileña ya desde los tiempos de Julián Besteiro. Es norma de la casa que cada nuevo líder apuñale políticamente a su antecesor en una frenética táctica de tierra quemada. Y, por supuesto, un golpe de autoridad de Pedro Sánchez para construirse un perfil propio al margen de la sombra que le proyecta Susana Díaz. El primero no sabía que la presidenta andaluza iba a convocar elecciones anticipadas y la segunda se enteró por la prensa, según reconoció, del ajuste de cuentas en el PSM.

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