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Así fue la investigación policial que acabó con la detención del presunto pederasta
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CASI TODAS LAS UNIDADES SE IMPLICARON

Así fue la investigación policial que acabó con la detención del presunto pederasta

La Policía Judicial contó con el apoyo de otras unidades y de la ciudadanía. Las pesquisas fueron acotando poco a poco datos masivos hasta llegar a tres sospechosos.

Foto: Imagen extraída del vídeo facilitado por la Policía Nacional de la detención del presunto pederasta. (EFE)
Imagen extraída del vídeo facilitado por la Policía Nacional de la detención del presunto pederasta. (EFE)

La Brigada de Policía Judicial estaba acostumbrada a investigar asuntos de pederastia. No en vano, cada año surgen alrededor de 300 casos en toda España. Sin embargo, en esta ocasión todo era distinto. Se trataba de un depredador en serie, algo inaudito hasta el momento, que además estaba atemorizando a la ciudadanía. Los agentes se enfrentaban a las dificultades propias de una investigación al uso con el añadido de la presión política y mediática, ya que cada nueva actuación del pederasta suponía un varapalo técnico e incrementaba la alarma social.

La autoridad política dio entonces prioridad absoluta a este caso y eso ayudó a los funcionarios de Policía Judicial, que en todo momento sintieron el apoyo de otras unidades y cuerpos, como el departamento de Análisis de la Conducta, la Policía Científica, Inteligencia Criminal, la Policía Municipal o incluso el propio FBI, que colaboró en una diligencia puntual.

El análisis de los diferentes casos de abusos sexuales que se habían producido en los últimos meses fue la primera pesquisa realizada por los agentes y resultó esencial para establecer qué historias presentaban un patrón común o indicios que mostraran que detrás de ellas podría estar la misma persona. La utilización de argumentos familiares para acercarse a las víctimas, el modo de abordarlas, la descripción física que aportaban los testigos y otros elementos fueron claves para agrupar unas determinadas agresiones que se habían producido tanto en Coslada (Madrid) como en el barrio de Ciudad Lineal y sus alrededores.

Vídeo: Imágenes de la Policía recogidas en el sumario

“Era conveniente investigarlos bajo la presunción de conexión”, subrayaba el atestado del Servicio de Atención a la Familia de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta de la Policía Judicial del pasado 23 de septiembre. “La proximidad geográfica, las descripciones aportadas por las víctimas (…), el engaño concreto empleado, así como (…) las conductas gratuitas del autor –lo que la Policía denomina la firma, hábitos o vicios que no responden a la comisión del delito–" hacían pensar que se trataba de la misma persona, que actuaba por la zona noreste de la capital de España, continuaba el mismo informe.

De este modo, relacionaron cinco agresiones sexuales, aunque una de ellas que se calificó como un intento. Luego, tomaron declaraciones a las víctimas y a “los escasos testigos adultos” que presenciaron algo en algún momento, acompañaron a las menores a reconstruir los hechos –siempre siguiendo las recomendaciones de los expertos con el fin de evitar traumatizarlas– y visualizaron todas las cámaras “cuyo campo de visión alcanzase tanto los lugares donde se cometieron” los delitos como los recorridos que siguió el pederasta.

La Policía analizó las grabaciones de comercios, gasolineras, entidades bancarias o transportes públicos, lo que permitió, según el citado informe policial, “determinar objetivamente que el vehículo empleado por el agresor el 22 de agosto pasado fue un Citroën Xsara Picasso gris oscuro”. Los agentes esperaban algo más de esta diligencia, y así lo reconocen en el mencionado atestado, que se recoge en el sumario cuyo secreto fue levantado el pasado martes, aunque la contrariedad no les paralizó.

Vídeo: Así engañaba el presunto pederasta de Ciudad Lineal a las niñas

Para buscar los lugares donde se habían consumado los delitos, los agentes se apoyaron en las descripciones de las niñas, los dibujos que estas hicieron y el análisis de las zonas. Todo esto permitió acotar áreas e incluso señalar algunos edificios que cumplían con las características señaladas. Los funcionarios se trasladaron a todos los lugares donde había actuado el delincuente para hacer “inspecciones oculares” y obtener vestigios. La Policía Científica recogió restos biológicos y toxicológicos para analizarlos en el laboratorio. Determinaron así los medicamentos que pudo utilizar el agresor para drogar a algunas de sus víctimas, aunque las pruebas de ADN no señalaron a nadie en concreto.

Datos masivos

Al mismo tiempo, los investigadores solicitaron a las operadoras de telefonía móvil un listado de los terminales que se encontraban en las zonas donde había actuado el depredador en el momento de las agresiones, cosa que pueden delimitar las antenas repetidoras. En este terreno, los agentes recibieron el apoyo de las unidades de Inteligencia Criminal, ya que había que trabajar con “bloques masivos de usuarios”.

En paralelo, la Delegación del Gobierno reforzó la presencia de personal uniformado y camuflado en las calles con el fin de tranquilizar a la opinión pública y a los padres de los colegios de Ciudad Lineal, así como para tratar de localizar al delincuente en el caso de que se le ocurriera aparecer. La Brigada de Seguridad Ciudadana desplegó efectivos en las zonas donde había actuado y los miembros del departamento de comunicación del cuerpo comenzaron a aparecer en radios y televisiones para lanzar un mensaje tranquilizador, cosa que no resultaba nada fácil en una sociedad tan impactada.

Pero incluso la alarma social fue aprovechada por los investigadores, que veían en ella una fuente de información. Los datos aportados por los ciudadanos que llamaban al 091 o escribían por correo se unían a los que trasladaban otros policías que no trabajaban en el caso pero vivían por la zona o se enteraban de cosas por otros medios. La Dirección General creó un equipo específico que aplicó “un metódico proceso de comprobación”, según el citado atestado adjunto al sumario, que concluía con el archivo de algunas informaciones o la apertura de nuevas vías de indagación. Esto, añade el informe policial, conllevó “una importante inversión en recursos materiales y humanos". "Pero era necesaria, dada la alarma social desatada”, matiza el mismo texto.

La puesta en marcha de todas estas diligencias a la vez y el cruce de resultados llevó a que la Policía fuera eliminando nombres, porque no cumplían con el perfil ni con las características descritas por las víctimas, que eran muy coincidentes entre ellas. Al final, y gracias también al análisis de los antecedentes, el proceso “permitió reducir a tres el número de sospechosos, que no podían ser descartados sin valorar el posicionamiento de sus terminales móviles durante las horas en que sucedieron los hechos”.

Antenas de telefonía

A falta de esta última diligencia, los agentes recibieron nuevos datos que los llevaron a centrar la investigación en Antonio Ortiz, el ahora imputado, que era uno de esos tres elegidos. La información que poco después aportaron las antenas de telefonía corroboró esa conclusión policial. “Se podía demostrar ya, a través de las antenas repetidoras BTS, un posicionamiento (de Ortiz) temporal en el entorno del lugar donde se cometieron varios hechos”, concluye el atestado. Los investigadores detectaron “al menos cinco comunicaciones (del sospechoso) en fechas y horas del entorno en el que ocurrieron” los delitos.

La Policía argumenta que el detenido tenía un “violento” y amplio “historial delictivo”, que ya intentó raptar a una niña de siete años en 1998 mediante el mismo modus operandi que el utilizado por el autor de las agresiones actuales, que encajaba con las características físicas descritas por las menores (complexión musculada, pelo castaño, 1,75-1,80 metros de altura, un lunar en la cara, etc.) o que conducía un coche como el que se buscaba.

Las redes sociales ayudaron a los agentes, que rastrearon los perfiles de Ortiz en Facebook, por ejemplo, para conocer sus aficiones, sus costumbres o sus rasgos físicos. E incluso el Sistema de Interceptación de las Telecomunicaciones (Sitel) también fue utilizado por los investigadores para determinar que el sospechoso utilizó su móvil en los momentos previos a la comisión del delito, que lo mantuvo en silencio durante los hechos y que reanudó la actividad después. El coche, las viviendas, las declaraciones de familiares de Ortiz, el rastro de los narcóticos y otras diligencias practicadas completaron las pesquisas policiales y dejaron el caso en manos de la juez María Antonia Torres.

El trabajo provocó que el Ministerio del Interior condecorara a los 46 funcionarios que participaron más activamente en la instrucción, aunque esta fuera apoyada en realidad por la totalidad de las unidades de la corporación e incluso por otros cuerpos y por el conjunto de la ciudadanía, que pocas veces ha estado tan concienciada con la necesidad de respaldar a la Policía e incluso de reconocer posteriormente su labor. De hecho, como admitió el propio director general de la institución, Ignacio Cosidó, semanas después de la detención, el tema era tan sensible para la sociedad que la cuenta de Twitter del cuerpo recibió el mayor número de felicitaciones enviadas hasta el momento justo después de la detención de Ortiz.

La Brigada de Policía Judicial estaba acostumbrada a investigar asuntos de pederastia. No en vano, cada año surgen alrededor de 300 casos en toda España. Sin embargo, en esta ocasión todo era distinto. Se trataba de un depredador en serie, algo inaudito hasta el momento, que además estaba atemorizando a la ciudadanía. Los agentes se enfrentaban a las dificultades propias de una investigación al uso con el añadido de la presión política y mediática, ya que cada nueva actuación del pederasta suponía un varapalo técnico e incrementaba la alarma social.

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