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Así fueron los tres últimos días con vida del padre Pajares
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SEDADO Y SIN ENTUBAR

Así fueron los tres últimos días con vida del padre Pajares

A las tres de la madrugada sufrió una parada cardiorrespiratoria y un comité de médicos decidió sedarlo, pero no entubarlo. Moría a las 9.28 horas.

Foto: El coche fúrebre que transporta el cuerpo sin vida de Miguel Pajares. (EFE)
El coche fúrebre que transporta el cuerpo sin vida de Miguel Pajares. (EFE)

El último parte médico que se hizo público decía que Miguel Pajares presentaba “una situación clínica estable”. Y se anunciaba, por expreso deseo del sacerdote, que no se volvería a informar sobre la evolución de su estado de salud, que fue apagándose como una cerilla. El religioso vivió los últimos tres días de su vida en la sexta planta del hospital Carlos III inconsciente y alimentado única y exclusivamente por vía intravenosa, según han confirmado a El Confidencial fuentes hospitalarias.

El cuadro clínico que traía de base el padre Pajares, de 75 años, no ayudó a su recuperación. Además del ébola, sufría tifus, malaria, una enfermedad cardíaca y tenía problemas de riñón. De hecho, ya ni siquiera orinaba. Las defensas le habían bajado tanto que el personal médico que el hospital Carlos III había puesto a su entera disposición ya se esperaba el fatal desenlace.

La agonía se aceleró a las tres de la madrugada del martes, cuando sufrió una parada cardiorrespiratoria y una junta de médicos decidió sedarlo para que no sufriera. Miguel Pajares fallecía a las 9.28 horas de ayer en la habitación-burbuja que se reabrió a toda prisa y se acondicionó para su ingreso en la sexta planta del hospital madrileño, desalojado para él y la religiosa Juliana Bohona quien, de momento, está en cuarentena pero parece que no está infectada. Hasta su muerte, el personal sanitario del hospital se turnaba cada dos horas para mantener con la máxima higiene posible el cuerpo del delicado paciente, que sufrió vómitos y diarreas, otro potencial foco de expansión del virus.

Durante la noche del martes, cuando pasaban las horas más críticas que se han vivido en el hospital Carlos III desde que hospedó al primer enfermo de ébola en Europa, los médicos dieron medicación al paciente para intentar estabilizarlo, pero todos los esfuerzos resultaron inútiles. Miguel Pajares no ha sido entubado durante los cinco días que ha estado ingresado en Madrid, para evitar precisamente complicaciones en su delicado cuadro clínico. Este virus provoca hemorragias internas, normalmente la antesala del fallecimiento del paciente, por lo que el personal médico acordó no ofrecer ningún un soporte externo básico al paciente, ya que podría resultarle letal.

Pajares será enterrado hoy

Ni siquiera el tratamiento experimental que se le estaba suministrando desde el sábado pudo salvar la vida de Pajares, que se infectó del virus en Liberia mientras cuidaba al padre George, que también murió el domingo.

El círculo más cercano a Pajares no pudo despedirse de él desde que llegó el jueves a España. Ni sus familiares, que viven en La Iglesuela (Toledo), ni sus compañeros de la congregación de la orden San Juan de Dios a la que pertenecía. Una vez fallecido, su cuerpo tampoco pudo ser embalsamado ni velado. El riguroso y estricto protocolo a seguir marcado desde la Organización Mundial de la Salud indicaba que ni siquiera se le podía practicar la autopsia, por la alta carga viral de los fluidos corporales de los fallecidos infectados de ébola.

Pajares salió en un coche fúnebre del hospital Carlos III a las 14.00 horas de este martes, que enfiló la autovía A-6 hasta el crematorio de la localidad madrileña de Collado Villalba, donde fue incinerado a primera hora de la tarde. Apagado ya el foco infeccioso, los restos mortales del sacerdote se enterrarán hoy por la mañana en el panteón que la orden San Juan de Dios tiene en Madrid.

El último parte médico que se hizo público decía que Miguel Pajares presentaba “una situación clínica estable”. Y se anunciaba, por expreso deseo del sacerdote, que no se volvería a informar sobre la evolución de su estado de salud, que fue apagándose como una cerilla. El religioso vivió los últimos tres días de su vida en la sexta planta del hospital Carlos III inconsciente y alimentado única y exclusivamente por vía intravenosa, según han confirmado a El Confidencial fuentes hospitalarias.

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