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La cooperación en Vietnam se marcha sin dejar huella para la Marca España
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SE CONVIRTIÓ EN PAÍS PRIORITARIO EN 2005

La cooperación en Vietnam se marcha sin dejar huella para la Marca España

Nuestro país invirtió 206 millones entre 2007-12 a pesar del escaso vínculo histórico y socioeconómico. Ahora abandona sin saber los resultados logrados.

El doctor Le Luu brinda a la salud de sus compañeros de mesa cada vez que se dispone a tomar un trago de cerveza. El calor húmedo que ennegrece el cuello de su camisa invita a beber en esta taberna abierta a las bulliciosas calles de Hanoi, la capital vietnamita.

Científico de prestigio internacional, Luu ha desarrollado con éxito muchos proyectos de cooperación en el sector de la pesca y la acuicultura –algunos con fondos públicos españoles–. Adorna siempre sus palabras con una generosa sonrisa: “Hemos sufrido guerras sin descanso desde hace centenares de años y nuestro siglo XX fue una auténtica tragedia, ahora nos toca disfrutar de la vida”.

La Guerra de Vietnam, que acabó en 1975, dejó al país indochino convertido en uno de los lugares más empobrecidos del planeta. Desde entonces, ha experimentado un gran desarrollo socioeconómico, dirigido por el partido único comunista. En 2005, la economía vietnamita ya crecía a un 8,4% y no ha dejado de hacerlo anualmente por encima del 5%.

Su ubicación fronteriza con China, de gran relevancia geoestratégica, su política de liberalización económica y la voluntad de la comunidad internacional por paliar la miseria de uno de los territorios laboratorio de la guerra fría fueron factores decisivos para convertir a Vietnam en the darling of all donors: la “querida” de todos los donantes de ayuda oficial al desarrollo (AOD).

En lo que llevamos de siglo XXI, Vietnam ha ocupado siempre un lugar de privilegio entre los diez países que han recibido más dinero de la cooperación internacional. En 2000 se posicionaba en el segundo puesto del listado, sólo superado por China; en 2011 en el cuarto lugar al obtener unos desembolsos de más de 3.500 millones de dólares en ese año, únicamente aventajado por receptores en situación de emergencia humanitaria como Afganistán.

España inició allí proyectos modestos de cooperación en 1997, pero no fue hasta el año 2005, en plena expansión de la cooperación española bajo el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando este país indochino se convirtió en prioritario. Los desembolsos empezaron a cobrar importancia.

En 2006, los Reyes inauguraron la sede de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en Hanoi. Entre 2007 y 2012, España destinó 206 millones de euros a proyectos de cooperación en este país con el que históricamente se han tenido escasos vínculos políticos, socioeconómicos y culturales.

Desde 2013, sin embargo, Vietnam es un lugar de salida. Es una consecuencia del desmantelamiento de la política de cooperación española debido principalmente a la crisis y a la concentración de la ayuda en menos países. De los 36 millones de euros dados en 2008 de manera bilateral se ha pasado a tan sólo tres en 2012.

El análisis de los datos y la investigación sobre el terreno de El Confidencial permiten concluir que la cooperación española en Vietnam no ha respondido a una estrategia bien planificada. Además, existe una falta de transparencia y rendición de cuentas en la evaluación del impacto de esa política pública en el país asiático. España se marchará de allí en 2015 sin dejar un legado tangible, desapareciendo así el principal activo de su diplomacia.

Proyectos de éxito sin continuidad

Entre las casi mil actuaciones llevadas a cabo entre 2007 y 2012, se encuentran varios ejemplos de proyectos exitosos que luego no han tenido una continuidad en el tiempo por la falta de una inteligencia estratégica de evaluación y resultados. En su visita al país, El Confidencial encontró varios de ellos, como el centro de acogida Casa de la Paz en Hanoi, donde, desde 2007 y gracias a la financiación de la AECID, niñas y mujeres víctimas de redes de prostitución son asistidas para ser rescatadas de esa vida forzada.

Suong hace los deberes en el dormitorio comunal con la ayuda de una asistente adulta. Cuando levanta la vista hacia el reportero, esgrime una sonrisa retraída pero hospitalaria. Su rostro es ancho y aplanado, como un pan de pita; sus ojos son infinitamente alargados y achinados, ojos de lince. Son los rasgos propios de la minoría étnica hmong, una población que vive en las montañas septentrionales del país y que durante la guerra se alió con los Estados Unidos para luchar contra el Viet Cong. Como perdedores, han sufrido las represalias propias de toda posguerra.

Suong, nombre ficticio de esta niña de 13 años, dice sentirse ahora feliz por poder estudiar y vivir en la capital junto a otras amigas, pero está preocupada por cómo afrontar la “vida normal” cuando tenga que abandonar el centro.

En ese país asiático existe un grave problema de trata de mujeres en las áreas rurales más empobrecidas. Muchas niñas y jóvenes como Suong son engañadas y llevadas por las mafias a China y otros países para trabajar en prostíbulos o para ser casadas con ancianos. Cao Thi Hong Van, directora del centro, asegura que la mayoría son vendidas a los traficantes por los propios familiares, novios y amigas.

La casa de acogida está funcionando como proyecto piloto para ayudar a las víctimas de forma profesional mediante una asistencia integral que incluye tratamiento médico y psicológico, apoyo legal, educación y formación profesional. Por primera vez se ha establecido un protocolo de colaboración con militares chinos y vietnamitas para repatriar a las mujeres explotadas. Se trata así de un proyecto pionero que implica dar un salto cualitativo en “cambiar la cultura tradicional de persecución y estigmatización de las víctimas a favor de un modelo de respeto y asistencia”, dice Van.

Desde su inauguración ha acogido a 257 residentes, un tercio de ellas menores de edad y procedentes de 15 etnias diferentes. Las niñas cuentan que no hablan sobre su pasado, sino que charlan sobre su futuro, sobre el salón de belleza o el taller de costura que algún día abrirán. Las expertas del centro aseguran que lo mejor es intentar que logren confianza y dignidad para que se hagan dueñas de sus vidas.

A pesar de los resultados tangibles, después de 690.940 euros y grandes esfuerzos de transferencia de conocimiento invertidos por España aquí, el centro dejará de recibir apoyo económico a finales de 2014. Su futuro es incierto.

A la directora se le entristece el gesto cuando se le pregunta por esta cuestión. Mira hacia abajo y afirma que están buscando otros patrocinadores. Cita Finlandia y la Unión Europea. Duda de que el Gobierno de Vietnam vaya a asumir el coste del proyecto y dice que los problemas no sólo van a ser financieros, sino que también afectarán a la mejora de las niñas. “El Ministerio regula que las residentes pueden residir en centros de acogida un máximo de 60 días, cuando el periodo mínimo para conseguir algunos objetivos es de 90”. Malena Vaca, directora de proyectos de la AECID-Hanoi, dice que están apoyándolas buscando dinero de otros donantes, pero sus alas están cortadas por la escasez de fondos.

Un conocimiento no aprovechado

Iliana Olivié, investigadora principal del Área de Cooperación Internacional y Desarrollo del Real Instituto Elcano, critica la apuesta española por cooperar en Vietnam y afirma que ni siquiera los documentos oficiales explican el porqué fue considerado un país prioritario. “Ir a Vietnam no tuvo una lógica de desarrollo”, sino que, según Olivié, se hizo por “gregarismo” y por “imagen” siguiendo así el camino de otros donantes, y porque se dijeron: “Quiero ser buen miembro de la comunidad internacional, quiero ser proactivo en la AOD internacional”.

La gran diversificación en los sectores de intervención es un síntoma de esa mala planificación. Un 70 por ciento de los proyectos se han orientado a mejorar áreas como el desarrollo rural y económico, el buen gobierno y la sociedad civil, y la igualdad de género. Pero en esa mochila ha cabido toda clase imaginable de intervenciones: desde ayudar a las niñas víctimas de la trata de personas, pasando por promover la cría de peces como forma de vida, hasta conseguir que los hogares tengan algo tan básico como una letrina.

En la comuna Son A del distrito Van Chan, al noreste del país, el centro social dispone de unos grandes altavoces para comunicarse con los aldeanos. Entre campos de arroz y maíz, los responsables de la comuna citan en alto los nombres de los vecinos que no aún no han instalado una letrina en su casa, exponiéndolos así al escarnio público. Casi la mitad de los hogares en el medio rural vietnamita no tienen aseo, lo que causa multitud de enfermedades graves: dengue y fiebre aftosa, entre otras.

El dinero español, canalizado a través de la Fundación Codespa, intenta cambiar esta realidad desde 2011 con un enfoque innovador, a través campañas de concienciación de las prácticas higiénicas en los hogares y especializando a albañiles locales en saneamientos. Así, se ha creado un mercado donde la oferta y la demanda se encuentran de forma natural.

Dao Thi Thuan instaló hace unos meses una letrina en su casa. Es la madre de una familia campesina muy humilde. Construirla les supuso un gran esfuerzo económico, pero asegura que tenerla ha mejorado la salud de toda la familia. “Ahora no tengo que salir fuera con el aire, la lluvia y exponerme a la mirada indiscreta de los hombres”, añade.

Los responsables del proyecto en la comuna hablan del éxito de este con datos: “Antes de inicio del plan en 2011 había letrinas en un 13% de los hogares, ahora ya hay en un 69%”.

El Ministerio de Salud vietnamita ha reconocido el mérito del programa de Codespa y lo quiere implantar a nivel nacional. La ONG española los asesorará y además, implementará un sistema de saneamiento similar en otra provincia junto al Banco Mundial. Nuestro país no hará nada tangible con ese conocimiento acumulado y sufragado por sus arcas públicas.

Para Ricardo Fernández, delegado de Codespa en el país indochino, la falta de aprovechamiento de España es “un problema de ética presupuestaria”. Añade: "Nosotros nos hemos buscado las habichuelas por otro lado porque España actualmente no prioriza ni a Vietnam ni tampoco sus experiencias más exitosas”.

Carencias en la evaluación del impacto

Juan Ovejero, máximo responsable de la AECID en Hanoi hasta el pasado octubre, reconoce que no resulta fácil determinar el impacto de los más de 200 millones gastados entre 2007 y 2012. “Yo creo que hay que verlo como un esfuerzo colectivo de varios donantes internacionales que han estado trabajando durante diez, veinte años”. La mitad del esfuerzo económico se ha realizado a través de proyectos multilaterales en colaboración con organismos internacionales y otros países, el resto a través de ONG y de proyectos bilaterales con la Administración vietnamita.

Ovejero muestra especial orgullo por el impacto de la cooperación en la lucha por la igualdad de las mujeres. La ley de igualdad de género se aprobó en 2006 y está en vigor un plan nacional 2011-2020 para su total implementación. Asegura que el mapa legal al respecto “ha tenido que ver con la ayuda española”, que ha destinado entre 2006 y 2013 un 16% de su presupuesto en Vietnam a proyectos de género.

Sin embargo, la AECID no ha facilitado para la elaboración de este reportaje las memorias anuales de evaluación de impacto de la AOD española en Vietnam. No existen, sólo informes dispersos. Ni siquiera hay un documento de estrategia para el país asiático desde 2009, ya que España se irá de allí, aunque siete años después de esa fecha, en 2015.

El profesor universitario José María Larrú dice que en la cooperación oficial española lo importante ha sido lograr que las evaluaciones no den problemas ni al benefactor ni al beneficiario: “Así, no se genera aprendizaje y seguimos sin saber en qué sectores somos buenos”. Entre otras cosas, “la AECID está copada por políticos y diplomáticos y no hay una capacidad técnica para generar conocimiento”, afirma con rotundidad este experto. Y apunta a la cooperación británica como ejemplo de transparencia necesaria e inexistente en nuestro país. Allí un organismo independiente que rinde cuentas ante el Parlamento, ICAI, supervisa los informes de impacto y determina un valor al dinero gastado por los contribuyentes en AOD.

El secretario general de Cooperación y director en funciones de la AECID, Gonzalo Robles, reconoce que en el pasado la Agencia no tuvo una metodología eficaz para evaluar el impacto. “Es la laguna que tenemos”, dice. Al mismo tiempo asegura que ahora sí han redactado un documento marco para establecer criterios de evaluación claros en 2013 y 2014.

Sin resultados para la Marca España

Desde que se abriera embajada en Hanoi, la cooperación ha sido precisamente el activo más importante de la diplomacia española en ese país indochino. Pero la huella dejada para las empresas españolas es apenas perceptible.

“Efectivamente, nuestra presencia empresarial y nuestras exportaciones a Vietnam están por debajo de nuestro potencial y nuestra cuota de mercado global”, afirma el máximo responsable de la Oficina Económica y Comercial en Vietnam, José Antonio Bretones.

El embajador de España en Hanoi, Alfonso Tena, justifica la salida de nuestra cooperación diciendo que “otros países también se van”, ya que Vietnam llegó en 2010 a ser un país de renta media baja y en 2012 alcanzó los 1.590 euros per cápita. Suecia y Países Bajos acaban su programa en 2013, otros como Reino Unido o Dinamarca lo harán antes del final de 2016.

Pero son 130 las empresas danesas instaladas en el país asiático, muchas de ellas dedicadas al aprovisionamiento de agua, un sector que precisamente ha sido prioritario en sus proyectos de desarrollo en los últimos años.

Desde que se abriera embajada en Hanoi, la cooperación ha sido precisamente el activo más importante de la diplomacia española en ese país indochino. Pero la huella dejada para las empresas españolas es apenas perceptible

“Dinamarca promueve sinergias entre la ayuda al desarrollo y la promoción del comercio con el objetivo de hacer crecer el empleo tanto en Vietnam como en mi país”, afirma el embajador danés destacado en Hanoi, John Nielsen.

España no deja un marco institucional de cooperación público-privada que explote las sinergias creadas. La única acción reseñable es la próxima concesión de un crédito puntual de 200 millones de euros otorgado por el Ministerio de Economía, que no es sino una ayuda condicionada para que un consorcio de empresas españolas construya la línea 5 del metro de Ho Chi Minh. Pero esta acción poco tiene que ver con sectores más vinculados a la ayuda oficial al desarrollo.

Olivié, la investigadora de Elcano, concluye después de años de estudio que la inversión en Vietnam no ha sido eficaz precisamente por esa falta de pensamiento estratégico. “España llegó a Vietnam como un paracaidista y con una visión ingenua”. Y esto debe resolverse en futuras políticas porque la “conexión entre acción exterior y cooperación al desarrollo no está resuelta”.

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Este artículo, en el que también ha participado la periodista Mar Cabra, forma parte de una serie de reportajes que muestran los resultados de cuatro meses de investigación para radiografiar la situación actual de la Ayuda Oficial al Desarrollo Española. El resto de trabajos se podrá leer a lo largo del mes de diciembre de 2013.

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El doctor Le Luu brinda a la salud de sus compañeros de mesa cada vez que se dispone a tomar un trago de cerveza. El calor húmedo que ennegrece el cuello de su camisa invita a beber en esta taberna abierta a las bulliciosas calles de Hanoi, la capital vietnamita.

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