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Aznar y Piqué censuran a Rajoy y tratan de aguar su euforia ante la "recuperación"
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EL EXPRESIDENTE Y EL EXMINISTRO CRITICAN SU 'APATÍA'

Aznar y Piqué censuran a Rajoy y tratan de aguar su euforia ante la "recuperación"

Lo ocurrido el sábado en el Palacio Real de Madrid, durante la celebración de la Fiesta Nacional que presidió el príncipe Felipe de Borbón, es todo

Foto: Mariano Rajoy y José María Aznar (EFE)
Mariano Rajoy y José María Aznar (EFE)

Lo ocurrido el sábado en el Palacio Real de Madrid, durante la celebración de la Fiesta Nacional que presidió el príncipe Felipe de Borbón, es todo un síntoma de la inveterada flema de Mariano Rajoy. Mientras éste rehuía a los periodistas, evitando así pronunciarse sobre el desafío soberanista catalán y la manifestación contra el separatismo que a esa misma hora recorría el centro de Barcelona, José María Aznar, el hombre que le señaló con el dedoel camino a La Moncloa, no se mordía la lengua: "Vengo a defender la democracia, la monarquía constitucional y la unidad de España", proclamó en un corrillo. Pero su pupilo, libre ya de ataduras, parece empeñado en que nadie le desvíe de su hoja de ruta: superar la crisis económica y esperar a que el paso del tiempo resuelva los demás problemas.

La andanada de Aznar, que no había acudido a los actos del Día de la Fiesta Nacional tras su salida de La Moncloa en 2004, pilló relativamente por sorpresa a Rajoy. El expresidente del Gobierno, que desde su irrupción en unplató de Antena 3para recriminar la actuación de su antecesor e insinuar su regreso a la política, el pasado mes de mayo, había permanecido en un discreto segundo plano, volvió a lanzar un mensaje demoledor. Ni siquiera citó a Rajoy por su nombre (ambos no cruzaron una sola palabra durante la recepción en el Palacio Real), pero el destinatario de sus palabras era inequívoco. Yal igual que ocurrió en su entrevista con Gloria Lomana, Aznar se postuló de nuevo como el salvador de una España que atraviesa un momento de "seria gravedad".

Ese envenenado aviso no ha sido el único que ha recibidoRajoy este fin de semana. Josep Piqué, con el que el presidente del Gobierno compartió asiento en el Consejo de Ministros durante el mandato de Aznar, también censuró la supuesta indolencia de aquél, especialmente frente al desafío soberanista en Cataluña. Piqué, recién nombrado consejero delegado de OHL, la constructora controlada por Juan Miguel Villar Mir, se asomó ayer a las páginas de El País para reprobar a Rajoy. "Tiene una manera de gestionar los tiempos que muchas veces los demás no acabamos de entender", afirmó, y añadió que "hay cosas que no resuelve estrictamente el tiempo", en alusión a lo que denominó "el problema catalán".

Mariano Rajoy y Josep Piqué (EFE)Lo que parece seguro es que ni Aznar ni Piqué -que también reclamó cambios en la ley electoral y en la financiación de los partidos, dos asuntos que no están en la agenda del Gobierno-van a forzar a Rajoy a cambiar el paso. De hecho, y pese a que la economía sigue estancada y el paro continúa creciendo, el jefe del Ejecutivo está viviendo (o cree estar viviendo) uno de los momentos más dulces de esta convulsa legislatura. "Hace un año se hablaba de cuándo iba a ser rescatada España. Hoy eso es historia y se habla de cuán grande va a ser la recuperación de la economía", aseguró durante su reciente viaje a Japón. "Los resultados permiten ser algo más optimistas que hace unos meses", añadió,"y confirman que la opción elegida por mi Gobierno era la correcta".

Sin rival en el PP

Las duras críticas de Aznar y Piqué podrían llevar a pensar que en el interior del Gobierno y del PP está empezando a germinar un profundo descontentohacia la gestión de Rajoy. Pero no hay tal revolución. Y quienes podrían sentir la tentación de encabezarla (léase la siempre agitadora presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre; el ambicioso Alberto Ruiz-Gallardón o el propio Aznar) carecen en estos momentos de la fuerza y los apoyos necesarios para disputarle el liderazgo. Otra cosa es que en las elecciones al Parlamento Europeo de la próxima primavera, o en las municipales y autonómicas del año siguiente, los populares sufrieran un descalabro de tal calibre que dejara a Rajoy contra las cuerdas.

Además de las todavía muy débiles señales de recuperación económica, las encuestas también le han dado un leve respiro al actual presidente. Es cierto que el PP obtendría hoy el peor resultado histórico desde que fue refundado por Aznar en 1989, pero al menos los populares parecen haber frenado la caída libre en intención de voto que han sufrido desde su victoria electoral en noviembre de 2011. Ciertamente no es para lanzar las campanas al vuelo, aunque el presidente del Gobierno siempre podrá decir, como revelan tozudamente todos los sondeos, que su principal rival, el PSOE deAlfredo Pérez Rubalcaba, está con respiración asistida.

Los errores y desatinosde sus ministros tampoco alteran la parsimonia de Rajoy. Por muy quemados que estén, ya sea por sus meteduras de pata o porque la sombra de la corrupción se cierne sobre ellos, éllos defiende a todos. Dio la cara por Ana Mato cuando la ministra de Sanidad estaba acorralada por los suntuosos regalos de la trama Gürtel; echó un capote a José Ignacio Wert y su denostada ley de educación, y volvió a hacerlo el sábado en el Palacio Real, cuando elogió a Cristóbal Montoro. "Es un excelente ministro de Hacienda en momentos difíciles", dijo, obviando el chaparrón de críticas (muchas de ellas vertidas, en privado, por destacados dirigentes del PP) tras su afirmación de que los salarios "no están bajando", sino que "están moderando su subida".

Lo ocurrido el sábado en el Palacio Real de Madrid, durante la celebración de la Fiesta Nacional que presidió el príncipe Felipe de Borbón, es todo un síntoma de la inveterada flema de Mariano Rajoy. Mientras éste rehuía a los periodistas, evitando así pronunciarse sobre el desafío soberanista catalán y la manifestación contra el separatismo que a esa misma hora recorría el centro de Barcelona, José María Aznar, el hombre que le señaló con el dedoel camino a La Moncloa, no se mordía la lengua: "Vengo a defender la democracia, la monarquía constitucional y la unidad de España", proclamó en un corrillo. Pero su pupilo, libre ya de ataduras, parece empeñado en que nadie le desvíe de su hoja de ruta: superar la crisis económica y esperar a que el paso del tiempo resuelva los demás problemas.

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