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La conspiración del dopaje
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EL PROBLEMA SON LAS LEYES, SEGÚN BLANCO

La conspiración del dopaje

El presidente del Comité Olímpico Español y de la Candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2020 se lo explicó bien clarito a los miembros

Foto: Alejandro Blanco, en rueda de prensa tras conocer la derrota de Madrid 2020 (Efe)
Alejandro Blanco, en rueda de prensa tras conocer la derrota de Madrid 2020 (Efe)

El presidente del Comité Olímpico Español y de la Candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2020 se lo explicó bien clarito a los miembros del COI: “Hemos tenido un problema por endurecer las leyes contra el dopaje”. Una respuesta determinante, los presentes entendieron a la primera que el problema de España no era el doping, ni su larga tradición arraigada en nuestro deporte, sus deportistas y sus responsables. El problema ha sido el endurecimiento de las leyes contra los tramposos, contra los que no respetan las normas, contra los que creen que el fin justifica los medios.

Las leyes son un problema que destapa la miseria y la podredumbre en la que se encuentra una actividad denigrada, menospreciada, ninguneada, olvidada y asfixiada por las administraciones públicas. Las leyes que buscan al culpable incansablemente, han colocado a este país como el mayor foco de dopaje deportivo, dio a entender Alejandro Blanco. La cita pesará sobre su tumba olímpica: “Hemos tenido un problema por endurecer las leyes contra el dopaje”. Nada más que alegar.

Porque el problema no era el dopaje. Ese no era el problema de esta candidatura. Nuestro Fukushima era la financiación (que con tanta ironía atizó el príncipe Alberto al pedirnos cuál era la nueva fórmula), con esa respuesta Blanco demostraba que nadie había pensado que ahí afuera nos ven como no nos miramos aquí adentro. El COI sólo necesitaba una imagen de tolerancia cero -imagen, fachada, mentira- y se les dijo que el problema que tiene este país con el dopaje es endurecer las leyes.

El escándalo de la Operación Puerto

La delegación trabajó para hacer trizas la palabra prohibida cuando la real boca de Alberto la pronunciase como si amenazara su propio futuro: paro. Y se olvidaron de una explicación que todavía no han dado aquí para el mayor escándalo de la historia del deporte español: Operación Puerto.

Eufemiano Fuentes (Efe)El propio Alejandro Blanco declaraba el pasado mes de febrero que “con la Operación Puerto no hemos podido hacerlo peor”. Sin embargo, no se refería al escándalo del carpetazo que se le dio a una infinita trama de dopaje que tocaba a todos los deportes; quería decir que aquella operación daba “a entender lo contrario de lo que estamos haciendo”. Se lamentaba no por el fraude, no por la estafa, se lamentaba por la imagen que daba de nuestro país. Aseguraba que España era el sexto país en número de controles, que estábamos en la media de positivos de todos los países, pero que aquel dichoso proceso judicial presentaría a este país ante los ojos del deporte mundial como algo que no somos: unos corruptos.

Las 212 bolsas de sangre y plasma refrigeradas por Eufemiano Fuentes están frescas. Esto es una licencia literaria, porque la juez Julia Patricia Santamaría ordenó destruir todas y así cercenaba la posibilidad de reabrir el caso que se alargó siete años y que acabó en chiste: de los cinco acusados, tres fueron absueltos y dos condenados a penas mínimas. Más de un centenar de tramposos quedaban libres y los mandatarios del deporte español creían haber hecho desaparecer el escándalo bajo la alfombra. Pero los muertos mal enterrados terminan oliendo y la comunidad deportiva internacional ni olvida, ni pierde el olfato.

Ningún reconocimiento

Así que según Alejandro Blanco, si no hubiésemos endurecido las leyes contra el dopaje en este país todo iría de maravilla y disfrutaríamos de uno de los deportes más limpios del mundo. Porque las pruebas de la honestidad de los deportistas españoles -y de la comunidad deportiva- están ahí, son evidencias palpables: ¿cuántos han reconocido, años después de su retirada profesional, que mintieron, que recurrieron al dopaje sistemático durante los mejores años de sus carreras deportivas? Ninguno. ¿Cuántos ciclistas extranjeros han tomado la palabra para reconocer que fueron unos embusteros? Decenas, quizás sean centenares ya. Aquí no, ni uno. ¿Qué mayor prueba necesitan los miembros del COI?

El problema no es el dopaje, sino endurecer las leyes que luchan contra él. Blanco y en botella: una conspiración

Hace unos días hubo uno de ellos que podía haberlo reconocido. Su nombre es Abraham Olano, exciclista profesional y campeón del mundo en 1995 en Duitama (Colombia), por obra y gracia de Miguel Indurain. El día que se conoció el último bofetón al ciclismo fue la presentación de un informe del Senado francés, dentro de la comisión de investigación de la Eficacia de la Lucha Antidopaje y en él se afirmaba que cerca de treinta corredores en 1998 se doparon con EPO. Ahí aparecían, junto con Olano, Marcos Serrano y el Triki Beltrán (inolvidable por enseñarle las virtudes del aceite de oliva extra a Lance Armstrong durante su estancia en el US Postal).

Olano no corre ningún peligro legal, porque todo ha preescrito. Este periódico pudo hablar con él ese mismo día, cuando todavía era director deportivo de la Vuelta a España hasta su cesión fulminante tras las revelaciones. El corredor del Banesto en 1998 aseguró a El Confidencial que no entendía las razones por las que se “hacía público un tema de esta gravedad”. “Me parece vergonzoso que saquen un tema de esta índole ahora”. Lo vergonzoso no era su positivo, ni el de una treintena de tramposos como él. Lo vergonzoso era el “ahora”. El problema no es el dopaje, sino endurecer las leyes que luchan contra él. Blanco y en botella: una conspiración.

El presidente del Comité Olímpico Español y de la Candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2020 se lo explicó bien clarito a los miembros del COI: “Hemos tenido un problema por endurecer las leyes contra el dopaje”. Una respuesta determinante, los presentes entendieron a la primera que el problema de España no era el doping, ni su larga tradición arraigada en nuestro deporte, sus deportistas y sus responsables. El problema ha sido el endurecimiento de las leyes contra los tramposos, contra los que no respetan las normas, contra los que creen que el fin justifica los medios.

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