Bono encargó al servicio secreto informes de Corinna a espaldas del Rey
No dijo toda la verdad José Bono cuando aseguró, el pasado 2 de marzo, que jamás tuvo ·conocimiento oficial ni extraoficial· de las actividades de Corinna zu Sayn-Wittgenstein,
No dijo toda la verdad José Bono cuando aseguró, el pasado 2 de marzo, que jamás tuvo "conocimiento oficial ni extraoficial" de las actividades de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la "amiga entrañable" del Rey. En 2005, un año después de ser nombrado ministro de Defensa por José Luis Rodríguez Zapatero, encargó al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) un exhaustivo informe sobre la princesa germano-danesa, que ya entonces se había convertido en acompañante habitual del jefe del Estado dentro y fuera de España, según han revelado a El Confidencial fuentes cercanas al servicio secreto.
El entonces director del CNI, Alberto Saiz, fue quien alertó a Bono de que don Juan Carlos había empezado a frecuentar, ya en 2004, la compañía de una aristócrata alemana, divorciada, madre de dos hijos, rubia, de 40 años -ahora tiene 48- y con una amplia agenda de contactos con adinerados hombres de negocios. Saiz, que había sido consejero de Industria y director general de Medio Ambiente durante el mandato de Bono como presidente de Castilla-La Mancha, llegó sin ninguna experiencia a la cúpula del servicio secreto con el beneplácito del Rey y aupado por su antiguo jefe, a quien profesaba una lealtad absoluta.
Bono, que como ministro de Defensa tenía entonces a su cargo el CNI -el servicio secreto depende ahora de la vicepresidenta y ministra de la Presidencia, Soraya Sáenz de Santamaría-, ordenó a Saiz que investigara a fondo los orígenes, las actividades y el círculo en el que se movía Sayn-Wittgenstein, que en aquel momento era casi una perfecta desconocida en España, salvo para el propio Rey, su servicio de seguridad y un selecto grupo de empresarios y amigos con quienes el monarca solía compartir jornadas de caza mayor y menor en cotos privados, especialmente de Castilla-La Mancha y Andalucía.
Fue precisamente en uno de esos cotos, en la provincia de Ciudad Real, donde el Rey y Corinna coincidieron por primera vez. Era febrero de 2004, todavía con el PP en el poder, y la princesa alemana había organizado una cacería en la finca La Garganta, propiedad de su amigo Gerald Cavendish, un aristócrata inglés cuya fortuna personal está entre las mayores del Reino Unido. Sayn-Wittgenstein era entonces directora de Boss Sporting Agency, una filial de la prestigiosa armería londinense Boss&Co., que gestionaba monterías y safaris de lujo para clientes muy exclusivos.
Saltan las alarmas
Las alarmas saltaron en el CNI a finales de 2004 y comienzos de 2005, cuando aquel encuentro ocasional en el coto de Ciudad Real dejó paso a citas privadas cada vez más frecuentes. En poco más de un año, el Rey y Corinna compartieron un safari en Mozambique, otra montería en Castilla-La Mancha, una fugaz reunión en Madrid y varias escapadas fuera de España, entre otros destinos a Mónaco y Londres, según aseguran las fuentes consultadas. El vínculo entre ambos era ya tan sólido que don Juan Carlos pidió a su amiga que colocara a su yerno, Iñaki Urdangarin, en la Fundación Laureus.
"Bono actuó en un primer momento a espaldas del Rey, como lo hubiera hecho cualquier responsable político del CNI en semejantes circunstancias", sostienen las fuentes consultadas. "Aunque se trate de la vida privada de don Juan Carlos, si este mantiene una relación íntima y habitual con una desconocida, hay que averiguar discretamente de quién se trata para garantizar la seguridad personal del monarca e incluso del propio Estado, más aún si se trata de una ciudadana extranjera, como era el caso de Corinna", añaden las mismas fuentes.
Una vez que Saiz elaboró el dossier sobre Sayn-Wittgenstein encargado por Bono, el entonces ministro de Defensa y más tarde presidente del Congreso dio traslado de su contenido a Rodríguez Zapatero, pero no informó a ningún otro miembro del Gobierno socialista. Cuando la relación entre el Rey y Corinna era ya un secreto a voces en círculos muy restringidos del poder político y económico, el CNI siguió controlando en la sombra las actividades de la aristócrata alemana como intermediaria en negocios internacionales de altos vuelos, entre otros el macrocontrato del AVE entre La Meca y Medina, adjudicado en 2011 a un consorcio español por casi 7.000 millones de euros.
Una vez que Corinna se instaló en la finca La Angorrilla, situada en una zona de acceso restringido de El Pardo (Madrid) y muy cercana al palacio de la Zarzuela, la vigilancia y protección de la amiga de don Juan Carlos corrió cargo de los servicios de seguridad de la Casa del Rey, y no del CNI o el Cuerpo Nacional de Policía, como habían apuntado diversos medios. Tal vez esa fuera la razón de que Alfredo Pérez Rubalcaba, entonces ministro del Interior, negase rotundamente el pasado 8 de abril que las Fuerzas de Seguridad, durante su mandato, hubiesen "montado ningún dispositivo de vigilancia" a Corinna.
No dijo toda la verdad José Bono cuando aseguró, el pasado 2 de marzo, que jamás tuvo "conocimiento oficial ni extraoficial" de las actividades de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la "amiga entrañable" del Rey. En 2005, un año después de ser nombrado ministro de Defensa por José Luis Rodríguez Zapatero, encargó al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) un exhaustivo informe sobre la princesa germano-danesa, que ya entonces se había convertido en acompañante habitual del jefe del Estado dentro y fuera de España, según han revelado a El Confidencial fuentes cercanas al servicio secreto.