Es noticia
Sánchez Gordillo, el burlador de Sevilla
  1. España
EL SINDICALISTA REGRESA A LA ESCENA PÚBLICA

Sánchez Gordillo, el burlador de Sevilla

Acabó el verano que tanta fama le proporcionó, fama nacional e internacional y Sánchez Gordillo cayó en una depresión, quizá por la intensidad

Acabó el verano que tanta fama le proporcionó, fama nacional e internacional y Sánchez Gordillo cayó en una depresión, quizá por la intensidad de lo vivido en los meses veraniegos, quizá -como apuntan algunos en su entorno- por la ansiedad que le pudo provocar la montaña rusa que siempre es la actualidad, en la que tan pronto se ocupan portadas como se desaparece de ellas cuando otras noticias usurpan el primer plano. Y Sánchez Gordillo, en cuanto llegó el otoño, desapareció. El verano de robacarritos se esfumó y, en estos meses, apenas se han tenido noticias de él. Hasta ahora, que vuelve como la primavera asentada en el campo; hasta ahora que vuelve con los discursos y las acciones política que viene repitiendo con éxito desde hace treinta años. ¿Con éxito y con permisividad por parte de la Justicia? Esa es la cuestión, esa es la pregunta que tanta gente se hace a la vista de lo ocurrido esta misma semana, porque queda claro que Sánchez Gordillo siempre ha conseguido burlar la Justicia.

Nunca, a pesar de sus múltiples conflictos judiciales, Sánchez Gordillo se ha visto comprometido o mediatizado en su estrategia por una sentencia judicial. De ahí su éxito y su persistencia en ocupaciones ilegales que si se midieran sólo por el coste ocasionado a las arcas del Estado arrojarían un balance abrumador. Tendríamos que sumar, aunque sólo sea un ejercicio mental, el coste durante todos estos años de los juicios celebrados, con sus continuos aplazamientos por la “insumisión judicial” de la que hacen gala, el coste de la movilización de las fuerzas de orden público cada vez que se produce el desalojo de una ocupación o cuando se pretende cortar el funcionamiento de algún servicio público y el coste, finalmente, de los desperfectos provocados en esas acciones de protesta.

Es verdad que existen condenas al sindicato jornalero, multas fundamentalmente, pero a la vista de los acontecimientos no parece que nada de eso afecte al sindicalista. Fue tras uno de esos juicios, en octubre de 2010, cuando Sánchez Gordillo anunció públicamente que nunca más contestaría ante un tribunal porque, dijo, "son juicios políticos en los que siempre somos condenados los mismos". El fiscal le pedía 300 euros de multa por una acampada frente a la presidencia de la Junta de Andalucía que acabó en enfrentamiento con la Policía con varios contusionados y el alcalde de Marinaleda y diputado andaluz de IU exigió al Ministerio del Interior y a la Fiscalía que "dejen de celebrarse" estos juicios contra el SAT porque el sindicato lleva a cabo "acciones arriesgadas pero no violentas y no se puede castigar la no violencia".

Los juicios, claro, han seguido celebrándose, pero ni Sánchez Gordillo ni Diego Cañamero ni ningún otro miembro del SAT han vuelto a declarar ante un juez. Y lo extraordinario es que ha habido jueces que incluso lo han entendido, como el magistrado del TSJA, Miguel Pasquau, juez del cuarto turno a propuesta del PSOE, que lo absolvió de un delito de coacciones, como informó El Confidencial, al entender que las expresiones "te voy a hablar claro, o cerráis o tiramos todo lo que está en las estanterías" del supermercado, o "la próxima vez echamos a todo el que esté dentro, por las buenas o por las malas", no suponen ninguna coacción. Sánchez Gordillo ganó aquel juicio sin tener siquiera que declarar, porque se negó. Por cierto, que aunque manifieste su descrédito de la "justicia política" española, lo que no ha hecho nunca ha sido renunciar a su aforamiento en el TSJA, por su condición de diputado autonómico. Y eso que lo prometió, justo antes de que se celebrara ese juicio en el que salió absuelto: "Que me detengan. No quiero usar mi condición de aforado para nada. Aquí públicamente renuncio y si me quieren meter en la cárcel, para mí será un honor, que se enteren de una puñetera vez".

Con estos precedentes, Sánchez Gordillo planificó su vuelta a la actualidad para este Primero de Mayo con una acción que, esta vez, iba a ser simbólica por partida doble: además de la reivindicación de la tierra, Sánchez Gordillo quería simbolizar su desafío a la Justicia. Se trataba, sencillamente, de volver a ocupar la finca Las Turquillas, propiedad del Ministerio de Defensa, por la que, en la actualidad, Sánchez Gordillo y otros cincuenta miembros del SAT están siendo procesados en los tribunales. Era como decirle al juez: “si existe algún delito, aquí está la reincidencia; sin esperar siquiera a que se dicte sentencia”.

No es nada que se imagine, porque fue el propio Sánchez Gordillo quien lo anunció así en la misma puerta del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) tres días antes del Primero de Mayo. Ese lunes 29 de abril, Sánchez Gordillo había acudido al TSJA por los delitos por los que está imputado, él y otras 53 personas, por la ocupación el verano pasado de Las Turquillas, en la provincia de Sevilla; el Ejército dedica esta finca a la Yeguada Militar y Sánchez Gordillo y los suyos exigen que esas tierras (1.200 hectáreas) le sean entregadas a los jornaleros. La cuestión es que acudió al TSJA pero, como otras veces, se negó a declarar. En esta ocasión, además, la negativa irritó especialmente a algunos miembros del Tribunal por la burla que suponía ya que la declaración del dirigente jornalero estaba fijada en principio para el pasado cuatro de abril, pero se aplazó al 29 de abril, precisamente, a petición del sindicalista. Todo lo que tenía que decir de su procesamiento por la ocupación de la finca del Ejército lo dijo a la salida del Tribunal: “No hace falta que declare porque la ocupación es simbólica y pacífica”.

Nunca, a pesar de sus múltiples conflictos judiciales, Sánchez Gordillo se ha visto comprometido o mediatizado en su estrategia por una sentencia judicial. De ahí su éxito y su persistencia en ocupaciones ilegalesSánchez Gordillo, en fin, interpreta a su manera la Justicia, y decide qué es o no delito, de la misma forma que interpreta la democracia. Por extraordinario que parezca, el Ayuntamiento de Marinaleda lleva más de un año sin celebrar plenos porque su alcalde no los considera necesarios. En concreto, según el Grupo socialista de Marinaleda, Sánchez Gordillo lleva 13 meses sin convocar sesiones ordinarias del pleno. "Es decir, más de 13 meses sin poder debatir, aprobar, y opinar sobre los asuntos de gestión municipal que afectan directamente a los ciudadanos y ciudadanas", se queja el PSOE. Esta situación, por inconcebible que pueda resultar en un sistema democrático, es, sin embargo, habitual en Marinaleda. Tan normal que el mismo PSOE que lo denuncia allí es el que gobierna con Izquierda Unida en la Junta de Andalucía. Como dice Diego Valderas, vicepresidente de Griñán y coordinador andaluz de IU, el aval de Sánchez Gordillo está precisamente en los tribunales. "La prueba evidente es que nunca, hasta ahora, Juan Manuel Sánchez Gordillo, ha sido condenado más allá de una multa".

Y es verdad. Tanto es así que uno de los juicios más sonados a los que ha tenido que enfrentarse Sánchez Gordillo en todos estos años se produjo por su peculiar forma gestionar el municipio, pero también salió absuelto de todo cargo. Una empleada municipal lo denunció por acoso sexual cuando se descubrió que ésta había robado y cobrado dos talonarios de cheques del Ayuntamiento. La denuncia de acoso se demostró falsa, pero lo extraordinario fue comprobar la forma de gobernar de Sánchez Gordillo: disponía en el cajón de su mesa de despacho de talonarios de cheques que, a su antojo, utilizaba sin necesidad de más trámites oficiales. La limpiadora, que declaró que durante unos años mantuvo una relación sentimental con el alcalde, conocía el procedimiento, porque otras veces el alcalde le había dado talones para sus necesidades, la entrada de un coche o de una casa, y decidió hacerse con los dos talonarios, que fue cobrando con un simple garabato. Un ayuntamiento sin plenos que el alcalde gobierna con la chequera. Impresionante, sí, pero así es Juan Manuel Sánchez Gordillo. Ahora ha vuelto. Y como en la obra de Tirso de Molina, en su regreso podemos imaginar a este burlador de Sevilla con voz desafiante: “¿Justicia? Si tan largo me lo fiais...

Acabó el verano que tanta fama le proporcionó, fama nacional e internacional y Sánchez Gordillo cayó en una depresión, quizá por la intensidad de lo vivido en los meses veraniegos, quizá -como apuntan algunos en su entorno- por la ansiedad que le pudo provocar la montaña rusa que siempre es la actualidad, en la que tan pronto se ocupan portadas como se desaparece de ellas cuando otras noticias usurpan el primer plano. Y Sánchez Gordillo, en cuanto llegó el otoño, desapareció. El verano de robacarritos se esfumó y, en estos meses, apenas se han tenido noticias de él. Hasta ahora, que vuelve como la primavera asentada en el campo; hasta ahora que vuelve con los discursos y las acciones política que viene repitiendo con éxito desde hace treinta años. ¿Con éxito y con permisividad por parte de la Justicia? Esa es la cuestión, esa es la pregunta que tanta gente se hace a la vista de lo ocurrido esta misma semana, porque queda claro que Sánchez Gordillo siempre ha conseguido burlar la Justicia.