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La dirección de ETA esconde las armas y el dinero para evitar escisiones
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CRECEN LAS TENSIONES EN EL SENO DE LA BANDA TERRORISTA

La dirección de ETA esconde las armas y el dinero para evitar escisiones

La dirección de ETA teme que el sector más radical de su militancia, opuesto al cese de la violencia, trate de escindirse en una organización independiente

Foto: La dirección de ETA esconde las armas y el dinero para evitar escisiones
La dirección de ETA esconde las armas y el dinero para evitar escisiones

La dirección de ETA teme que el sector más radical de su militancia, opuesto al cese de la violencia, trate de escindirse en una organización independiente que pondría en riesgo su capacidad de interlocución y el propio proceso de paz. Ante esta amenaza, los dirigentes de la banda han decidido mover de sitio todos sus arsenales y han retirado a sus comandos el dinero del que disponían.

Según revelan fuentes de la lucha antiterrorista, los escasos fondos con los que cuenta en la actualidad la banda están siendo gestionados en exclusiva por sus máximos dirigentes, que han impuesto un control férreo sobre su uso. Lo mismo ocurre con los almacenes de pistolas y explosivos, escondidos ahora en emplazamientos que sólo conoce la cúpula. Si ETA sufriera una fractura en el camino que ha emprendido hacia su disolución, los impulsores de la nueva rama tendrían que levantar toda su infraestructura desde cero, un desafío arriesgado que desactiva las tentaciones de emprender un proyecto en solitario

Las tensiones en el seno de la banda crecen conforme se acerca su final. ETA aún no ha concluido, según las mismas fuentes consultadas, el debate que abrió la dirección entre sus militantes para evaluar las últimas decisiones adoptadas en el marco del proceso de paz. El cese definitivo de las operaciones armadas, anunciado el 20 de octubre de 2011, fue una decisión tomada por la dirección, pero este paso encontró pronto oposición entre los miembros del ala más radical de la banda. La ausencia de avances concretos en la negociación, por la negativa del Gobierno de Mariano Rajoy a asumir sus exigencias, ha incrementado aún más este malestar. Las únicas cesiones que la militancia concede al Ejecutivo del Partido Popular son la excarcelación del sanguinario terrorista Josu Uribetxeberría Bolinaga y la continuación de la política penitenciaria de acercamientos selectivos al País Vasco que puso en marcha Alfredo Pérez Rubalcaba durante su etapa al frente del Ministerio del Interior. 

El ejemplo del IRA

El riesgo de escisión está en la mesa de los responsables de la lucha antiterrorista. El IRA anunció en 2005 su completa disolución, pero para entonces ya había sufrido al menos tres escisiones que prolongaron su actividad armada: el IRA de Continuidad, el IRA Auténtico y el Ejército Irlandés de Liberación Nacional (INLA). Los acuerdos de paz firmados por los Gobiernos británicos e irlandés con los miembros del IRA no han servido para terminar con la violencia.

Con ese escenario en mente, los mayores esfuerzos en la lucha antiterrorista se están centrando en la captura de los etarras más contrarios al cese de las operaciones armadas. El objetivo es dejar vía libre al órgano de dirección de la banda (el Zuba, en el argot de los militantes) para culminar la disolución. En este sentido, el último gran golpe al sector duro de ETA fue asestado el pasado mes de octubre, con la detención a 70 kilómetros de Lyon (Francia) de Izaskun Lesaka, responsable del aparato logístico y encargada, por tanto, de sus almacenes de armas y explosivos. Junto a Lesaka también cayó su novio, Joseba Iturbide, uno de los autores del atentado de la T-4, en diciembre de 2006, la acción con la que el sector más duro de ETA hirió de muerte el proceso de negociación que había patrocinado el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Los rostros del final

Los encargados de firmar la disolución de ETA serán Iratxe Sorzábal, David Pla y Egoitz Urrutikoetxea, los tres etarras que según las fuentes de la lucha antiterrorista consultadas integran en estos momentos la cúpula de la banda. Sorzabal, de 41 años, ascendió a la dirección en 2010 tras una sucesión de golpes policiales que desmanteló casi por completo la estructura militar de la banda. Se le imputan tres asesinatos. En estos momentos, sería la máxima responsable de los comandos y del aparato político. 

Pla, de 37 años y una altura de 1,48 metros, es otro viejo conocido de la Policía. Fue líder de la asociación juvenil Jarrai y pasó por el comando Aragón y por Halboka, el órgano que vela por el cumplimiento de la ortodoxia etarra en las prisiones. En abril de 2010, Pla fue detenido por la gendarmería francesa pero, a las pocas horas de su captura, en circunstancias extrañas, quedó libre. Aprovechó la ocasión para fugarse y pasar de nuevo a la clandestinidad. Tanto Sorzábal como Pla participaron en la lectura de los comunicados con los que ETA anunció su alto el fuego permanente, en enero de 2011, y el cese definitivo de su actividad armada, en octubre de ese mismo año. 

Históricos en libertad 

El tercer miembro del Zuba es Egoitz Urrutikoetxea, hijo del histórico dirigente de ETA José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea, más conocido por su alias Josu Ternera. Egoitz Urrutikoetxea, de 38 años, tiene un largo historial como responsable de las organizaciones juveniles de ETA en suelo francés y acumula varias condenas en rebeldía por esa vinculación. No tiene delitos de sangre pero goza del respeto que inspira su apellido. Las fuentes consultadas lo ubican al frente del aparato político.

Hasta hace poco, Sorzabal, Pla y Urrutikoetxea compartían liderazgo con Mikel Oroz, Alejandro Zobaran, Ignacio Lerín e Izaskún Lesaka pero estos últimos cuatro han sido expulsados del tablero de la negociación en los últimos dos años, gracias a la acción de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Aún no han sido capturados tres históricos que también ocuparían puestos destacados en el actual organigrama de ETA. Se trata de José Luis Eciolaza Galán, alias Dienteputo, y Juan Cruz Maiztegui Bengoa, alias Pastor, y Eusebio Arzallus Tapia, alias Paticorto.

La dirección de ETA teme que el sector más radical de su militancia, opuesto al cese de la violencia, trate de escindirse en una organización independiente que pondría en riesgo su capacidad de interlocución y el propio proceso de paz. Ante esta amenaza, los dirigentes de la banda han decidido mover de sitio todos sus arsenales y han retirado a sus comandos el dinero del que disponían.