Es noticia
El apacible profesor de la Gürtel gallega
  1. España
ÁNGEL CURRÁS SE NIEGA A DIMITIR

El apacible profesor de la Gürtel gallega

El Ayuntamiento de Santiago de Compostela tuvo un verano tranquilo. Y un alcalde tranquilo, Ángel Currás, un apacible profesor de Biología muy conservador en todos los

Foto: El apacible profesor de la Gürtel gallega
El apacible profesor de la Gürtel gallega

El Ayuntamiento de Santiago de Compostela tuvo un verano tranquilo. Y un alcalde tranquilo, Ángel Currás, un apacible profesor de Biología muy conservador en todos los sentidos, un silente secundario sin perfil ni aspiraciones políticas a quien un día le entregaron el bastón de mando de la capital gallega por abyectas y sinuosas circunstancias. El 17 de abril de 2012 en el que fue nombrado alcalde, apenas ningún periodista de información municipal, sus vecinos, los antiguos alumnos del Instituto Xelmírez y algún que otro sacerdote sabían quién era este oscuro e inexperto concejal de 58 años.

Y con él llegó la calma. Inauguró los únicos meses sin escándalos o dimisiones desde las elecciones municipales de la primavera de 2011. Aquellos comicios colocaron en las manos del candidato popular, Gerardo Conde Roa, un político excéntrico y políticamente incorrecto, el bastón de mando municipal. Pero Conde Roa no llegó a cumplir el año en el cargo. Se le cruzó una imputación por fraude fiscal. Acusado de quedarse con 300.000 euros del IVA de una venta de pisos, tuvo que dimitir, aunque opuso feroz resistencia a la dirección del partido antes de aceptar su sentencia política. Había esperado demasiado como eterno mirlo blanco del PP gallego para tener un cargo de responsabilidad como para irse sin pegar unos cuantos gritos. Pero se vengó de Alberto Núñez Feijoo imponiendo, no se sabe bajo qué presiones, al concejal menos valorado, menos políticamente querido, menos popular y con menos gancho electoral de su equipo: Ángel Currás.

El apacible profesor, después de asistir a la feroz batalla en la que sus propios compañeros de partido intentaban defenestrarlo antes de su nombramiento, llegaba para bajar los decibelios. Incluso prometió a los periodistas que no daría titulares. Y no los dio. Hasta esta semana, cuando fue llamado a declarar por la jueza de Lugo, Pilar de Lara, como imputado en uno de los escándalos políticos más estridentes de la Galicia de Feijoo: la operación Pokémon. La Gürtel gallega, la llaman algunos. Una enrevesada trama de presuntos sobornos políticos a cambio de concesiones de servicios municipales articulada alrededor del grupo de empresas Vemex.

Los primeros en caer fueron el alcalde de Ourense, Francisco Rodríguez (PSOE), y el de Boqueixón, Adolfo Gacio. Ambos salieron de prisión tras depositar sendas fianzas de 6.000 y 10.000 euros. Pero también han caído políticos del Bloque Nacionalista y empresarios. La Pokémon es, por tanto, una trama presuntamente criminal de amplio arco parlamentario en Galicia.

De la misma forma en que se convirtió en alcalde por sorpresa, cargo que ni él mismo habría atisbado en el más delirante de sus sueños, el profesor Currás se va a sentar en el banquillo de los acusados. Demasiadas nuevas experiencias en muy poco tiempo para un hombre tan tranquilo. Él defiende su inocencia y asegura que no piensa dimitir.

Hasta la fecha, el destino de Currás, hermano de un exconselleiro de Educación de Fraga, había estado marcado por su predisposición a asumir cargos poco apetitosos, incómodos e impopulares. Salvo cuando entre 1996 y 2001 le dieron la gerencia de la Capitalidad Cultural Europea Compostela 2000. Inmediatamente después, asumió con tranquilidad la dirección de la Ciudad de la Cultura, un faraónico proyecto de 140.000 metros cuadrados situado en el monte Gaiás, proyectado por el arquitecto Peter Eisenmann, donde existen museos de todas las galaxias culturales, auditorios, bibliotecas y hemerotecas, por lo general desiertas.

El apacible profesor y su equipo observaron, también apaciblemente, cómo el proyecto que habían diseñado no servía para nada, y lo fueron reformulando una y otra vez hasta cuadruplicar tranquilamente su presupuesto: en el Gaiás se han enterrado 400 millones de euros y la acrópolis duerme prácticamente vacía e inoperativa, a pesar de contar con un presupuesto anual de más de 13 millones de euros. Como aspecto positivo, ofrece desde el avión unas vistas espectaculares.

Acosado por las críticas, Currás dejó el cargo en 2005, y el PP lo refugió durante siete años en el consejo asesor de la Televisión Galega. Hasta que en 2011, inopinadamente y para sorpresa de los propios compañeros del PP, Xerardo Conde Roa lo rescató del mausoleo televisivo y le ofreció un lugar destacado en su candidatura a la alcaldía de Santiago.

Contra todo pronóstico, el PP alcanzó la mayoría absoluta en una ciudad tradicionalmente socialista. Y Angel Currás se convirtió en primer teniente de alcalde. Conde y Currás eran el yin y el yang de Compostela. El alcalde era capaz de ponerse a bailar subido a un estrado, acompañado de un hombre disfrazado de burro y dos jovencitas Papá Noel, en plena plaza del Obradoiro y ante sus electores. De gritarle “mamón y parásito”, e intentar agredir, a un iluminador teatral ante las cámaras de varias televisiones. De insultar públicamente a Leo Bassi. O de vestir el traje regional en según qué actos.

A su lado, el fiel y tranquilo escudero Currás permanecía impasible, tranquilo, casi perezoso, pareciendo incluso más gris en comparación con el fulgor excéntrico y algo alocado de su jefe. Las críticas sobre Conde Roa se hicieron casi unánimes tanto dentro del PP gallego como nacional. Un agresor furibundo, un dancer con Papá Noelitas en minifalda, no encaja en la imagen de partido que pretenden difundir Mariano Rajoy o Feijoo. Conde Roa se había desbocado y el único que no levantó la voz contra él fue el prudente profesor Currás. Su segundo. Su yang.  

El dos de abril del año pasado un juzgado admitió una querella contra Conde Roa por despistar 300.000 euros a Hacienda cuando ejercía de promotor inmobiliario. Y el patito Currás se transformó en cisne y alcalde de la capital de Galicia. El burócrata se convirtió en estrella, pero prometió no dar luz: “No os voy a ofrecer titulares”. El 17 de enero prestará declaración en Lugo imputado por un presunto delito de tráfico de influencias. Que no es magro titular.

El Ayuntamiento de Santiago de Compostela tuvo un verano tranquilo. Y un alcalde tranquilo, Ángel Currás, un apacible profesor de Biología muy conservador en todos los sentidos, un silente secundario sin perfil ni aspiraciones políticas a quien un día le entregaron el bastón de mando de la capital gallega por abyectas y sinuosas circunstancias. El 17 de abril de 2012 en el que fue nombrado alcalde, apenas ningún periodista de información municipal, sus vecinos, los antiguos alumnos del Instituto Xelmírez y algún que otro sacerdote sabían quién era este oscuro e inexperto concejal de 58 años.