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Javier Arenas, vicesecretario de autonomías y ayuntamientos
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SUPERVIVIENCIA ENTRE LA CAVERNA Y EL RÉGIMEN

Javier Arenas, vicesecretario de autonomías y ayuntamientos

Si algo le faltó siempre a la derecha fue una pléyade de políticos profesionales. Fraga, por ejemplo, más que un político siempre fue un gran funcionario

Foto: Javier Arenas se mantiene como vicesecretario de autonomías y ayuntamientos (EFE)
Javier Arenas se mantiene como vicesecretario de autonomías y ayuntamientos (EFE)

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha anunciado nuevos cambios en la estructura del partido en donde se mantiene como vicesecretario de autonomías y ayuntamientos a Javier Arenas. Otros nombramientos destacados son el de Andrea Levy, que sustituye a González Pons en la vicesecretaria de Estudios y Programas y el de Jorge Moragas como director de campaña de las próximas elecciones generales.

[Fotogalería: Así ha quedado el Partido Popular tras los últimos cambios anunciados por Rajoy]

Arenas, "un político profesional"

Si algo le faltó siempre a la derecha fue una pléyade de políticos profesionales. Fraga, por ejemplo, más que un político siempre fue un gran funcionario del Estado, y desde aquellos “Siete magnificos” que acunaron AP, ser político profesional ha sido para esa parte del espectro algo así como una condición menor por ir unida a la subsistencia. Cuando a María Dolores de Cospedal se le pide que defina a algunos de sus compañeros, al llegar a Javier Arenas suele decir: “Es un político profesional”…

Javier Arenas Bocanegra nació a la política en una coctelera de influencias. De inspiración democristiana, alineado en las filas del PP de Oscar Alzaga, dio sus primeros pasos de la mamo de Soledad Becerril en Andalucía, y recibió la influencia de Manuel Clavero. Es decir, este político natural de Olvera (Cádiz) y criado en Sevilla, aprendió la técnica de la conspiración democristiana, el tono brillante de la derecha culta, y la ventolera social-liberal andaluza representada por el profesor Clavero desde que se bajó del avión dejando plantado a Suárez para defender los intereses de Andalucía en la cafetería de todas las Españas.

Cuando Arenas se hizo con el control del PP en Andalucía, en el congreso celebrado en Granada en 1993, la derecha en el Sur era un magma de intereses primarios unidos a la agricultura y a los privilegios acumulados que algunos trataban de preservar, ya pactando con el PSOE por la puerta de atrás, ya amenazando con echarse al monte si le imponían la reforma agraria.

Así miraba la caverna al “niño Arenas”

Arenas empezó a liderar la derecha bajo la mirada vigilante de la caverna, que nunca lo consideró uno de los suyos. Para la derecha ultramontana, Arenas era “un niño que quiere hacer carrera en la política”, se decía de él en los aledaños reaccionarios de su propio partido; “el niño Arenas”, que después fue utilizado incluso por sus peores adversarios. Tanto es así, que en la cartelería de las primeras elecciones a las que se presentaba, tenían que insinuarle mechas blancas en el cabello para que diera un tono de mayor madurez.

Sin embargo, de la misma forma que Dios no abandona nunca a un buen marxista, el diablo suele hacer lo propio con los demás, aunque sean de inspiración democristiana. El mayor acierto del líder andaluz del PP entonces fue encontrarse en su camino con Julio Anguita, y Luis Carlos Rejón, líder de IU en Andalucía.

Operación de imagen con el “diablo”

Fue como consecuencia de la pérdida de la mayoría absoluta socialista en las elecciones de 1994. Se trataba del primer síntoma de que el imperio socialista del Sur era vulnerable, y el origen del odio que tanto Manuel Chaves como su entorno le han profesado siempre a Arenas, desde que les dejara al borde de la derrota en su primera salida al ruedo con la cuadrilla compuesta.

Mucho se ha hablado de la “pinza”, el pacto virtual entre el PP de Arenas y los comunistas de Anguita, proyectado a la política nacional por el coordinador nacional de IU y José María Aznar. Sin embargo, la mayor rentabilidad de aquel maridaje de conveniencia fue la imagen de un Javier Arenas dispuesto a pactar con la izquierda e arrinconando así definitivamente los prejuicios de una derecha agraria ultramontana que veía a los comunistas como los viejos diablos siempre dispuestos a quemar iglesias y a ocupar las fincas. La “pinza” no fue más que una operación de imagen de la que Arenas se benefició e IU pagó las consecuencias.

El pacto de la pinza para la derecha centrista andaluza fue, a otra escala, como la “legalización” de Santiago Carrillo frente a la caverna nacional, aunque sin necesidad de ponerle peluca al Califa rojo, algo que, naturalmente, jamás hubiese consentido el político cordobés.

A estas alturas, Arenas había acumulado ya ambición política, capacidad de maniobra e incluso había derrotado a su enemigo interno, la derecha radical, empujando al PP como a un paso de misterio hacia el centro político, en una comunidad conde los atavismos ideológicos se remontan con frecuencia a la Guerra Civil. Había matices ya para componer el cuadro de un político de largo recorrido. Aznar lo proyectó en el plano nacional haciéndolo ministro, vicepresidente y secretario general del PP. Arenas suele repetir que le debe mucho a Aznar, y su mirada hacia el ex presidente tiene más calidez que la que le dirige a Rajoy

La bendición de Javierre en la Catedral

En plano personal, sin embargo, no ha sido precisamente lo más evidente en Arenas. Casado con Macarena Olivencia, hija de Manuel Olivencia, un prestigioso jurista y primer comisario de la Expo 92, el matrimonio tiene tres hijos, y no se ha caracterizado por frecuentar la pasarela de las vanidades, a pesar de su relación con uno de los apellidos más relevantes de Sevilla. Ambos se conocieron en la Facultad de Derecho, y hasta en el cura que los casó, en la Catedral, hay distancias entre el perfil de Arenas y el de la derecha que tanto lo detestaba.

Fue José María Javierre, un sacerdote y periodista, hoy ya desaparecido, muy comprometido con las libertades democráticas y amigo personal de los principales líderes del socialismo andaluz, desde Felipe González a Borbolla, pasando por otros muchos. Y como testigos de aquel enlace, que fue un acontecimiento en Sevilla, figuran desde Aznar a Álvarez Cascos, pasando por Rodrigo Raro, García Añoveros, Carlos Rosado, Clavero o Manuel Pimentel, entre otros: toda una panoplia de sentimientos personales de los que muchos yacen hoy bajo el polvo del recuerdo o del olvido.

El territorio incierto en el que la personalidad de Arenas coincide con la de los líderes socialistas tiene un primer referente en el Colegio Claret, donde estudiaron tanto él como Felipe González, o en la relación con determinados poderes sociales que Arenas ha sabido cultivar a pesar de contar con el estigma del “perdedor”, y por tanto no ser rentable para quienes tenían que pasar a diario por el Jordán de la sumisión al PSOE. La Andalucía del “régimen” ha sido durante décadas un territorio en el que la mediocridad ha estado remunerada en razón de las genuflexiones que se han hecho ante el poder, y Arenas tiene una larga experiencia de agravios, desplantes y traiciones de quienes tenían que negarle tres veces cada día para conseguir la bendición del PSOE.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha anunciado nuevos cambios en la estructura del partido en donde se mantiene como vicesecretario de autonomías y ayuntamientos a Javier Arenas. Otros nombramientos destacados son el de Andrea Levy, que sustituye a González Pons en la vicesecretaria de Estudios y Programas y el de Jorge Moragas como director de campaña de las próximas elecciones generales.

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