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Cuando Fraga fue un problema para el PP
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QUISO SEGUIR EN GALICIA COMO JEFE DE LA OPOSICIÓN DESPUÉS DE LAS ELECCIONES DE 2005

Cuando Fraga fue un problema para el PP

El Partido Popular ha despedido a su fundador, Manuel Fraga, en medio de un río de merecidos elogios generales que no han dejado margen para recordar

Foto: Cuando Fraga fue un problema para el PP
Cuando Fraga fue un problema para el PP

El Partido Popular ha despedido a su fundador, Manuel Fraga, en medio de un río de merecidos elogios generales que no han dejado margen para recordar los problemas que en algunas fases de su larga vida planteó al propio PP, precisamente por un afán de servicio que llegó a chocar en alguna ocasión con el interés de su formación. En junio de 2005 perdió la presidencia de la Xunta (aunque ganó las elecciones) y estaba dispuesto, a  los 82 años, a seguir como jefe de la oposición. Mariano Rajoy y Ángel Acebes tuvieron que apelar a los hijos e hijas del fallecido ex presidente para que le disuadieran. Acabó de senador como una solución intermedia entre la decisión de Fraga de "morir con las botas puestas" por Galicia y la posición de la familia, que le animaba a retirarse de la vida pública.

Es un episodio que, en su momento, pasó desapercibido, pero que planteó un problema interno serio a la dirección del partido. Hacía años que nadie se atrevía a decir a Manuel Fraga que debía preparar su sucesión; ni José María Aznar cuando era ya presidente del Gobierno ni Mariano Rajoy nada más llegar a la presidencia del PP. Ante los comicios autonómicos de 2005, el presidente de la Xunta había complicado tanto el proceso de su relevo que seguía sin aparecer un candidato claro y de su gusto. Tampoco Nuñez Feijóo.

Perdida en junio de ese año la mayoría absoluta por un sólo escaño, que se decidió a última hora por el voto emigrante, Fraga se dispuso a preparar su réplica para el discurso de investidura del socialista Emilio Pérez Touriño, y lo acometió como si fuera a desempeñar el papel de jefe de la oposición. Así lo hizo llegar a la dirección nacional del partido, donde cundió la admiración pero también la alarma. Tuvieron que hablar con Carmen Fraga, ya eurodiputada del PP, para que le convenciera de que la salud general -no la cabeza- le impedía seguir en primera línea.

Las gestiones fueron muy discretas y, ya en el debate de investidura, Fraga se había acostumbrado a la idea de la retirada. El aparato del partido en Madrid pudo empezar a mover los hilos de la sucesión al frente del PP gallego a favor de Alberto Núñez Feijóo, que contaba con importantes apoyos en la organización regional pero no con todos.

Como el presidente Balaguer, hasta los 89 años

El presidente de la Xunta no había tenido un año antes ninguna duda de que debía ser él, con los 81 años cumplidos, el candidato del PP al cargo que desempeñaba desde 1989. Tenía al partido lo suficientemente dividido y con los jefes provinciales (diputaciones) tan enfrentados, que sólo él podía encabezar la lista. Descartaba la retirada. Ante el lío organizado, Rajoy no quiso intervenir y prefirió dejar que repitiera. En octubre de 2004, en la localidad dominicana de Santiago de los Caballeros, se declaró admirador del presidente Joaquín Balaguer, a quien calificó de "modelo a seguir" porque había gobernado hasta los 89 años y casi ciego "para servir a su pueblo".

Otro episodio que explica la frialdad de los elogios casi institucionales que Rajoy ha hecho estos días de la figura de Fraga son los sucesos que transcurren en Galicia entre finales de 1985 y el otoño de 1986. Al hoy presidente del Gobierno no le gusta hablar de ello, pero es el único periodo convulso de su biografía oficial y se explica por la impetuosa manera del fundador de AP de tomar decisiones.

Los "comportamientos antidemocráticos" de Fraga, según Rajoy

"Los comportamientos personales de Fraga no me parecen correctos, ni democráticos ni leales". La frase, recogida en una entrevista de la época con El País, no es de ningún disidente del Partido Popular, es del propio Rajoy. Su jefe le exigía que dejara la presidencia de AP en "su" provincia de Pontevedra porque así lo quería el entonces valido de Fraga en Galicia, José Luis Barreiro, posteriormente famoso felón en la moción de censura que entregó la Xunta al PSOE. Rajoy tuvo que ceder. En enero se vio obligado a dejar la presidencia del partido en Pontevedra, luego se fue al Congreso como diputado y en noviembre dejó el escaño para ser vicepresidente de la Xunta con Gerardo Fernández Albor, lo que le supuso renunciar también a su cargo de presidente de la Diputación pontevedresa. Todo por órdenes de Fraga; todo en menos de un año.

A los pocos meses llegó la traición de Barreiro, que dejó a Fernández Albor y a Rajoy en la oposición. El hoy presidente del Gobierno, harto de "Don Manuel", se tomó después sus únicas vacaciones de la vida política. Volvió a su carrera de registrador de la propiedad y durante nueve meses ejerció en la localidad alicantina de Santa Pola. Y esperó, pacientemente, a la retirada de Fraga de la presidencia del partido para retomar su carrera política.

  

El Partido Popular ha despedido a su fundador, Manuel Fraga, en medio de un río de merecidos elogios generales que no han dejado margen para recordar los problemas que en algunas fases de su larga vida planteó al propio PP, precisamente por un afán de servicio que llegó a chocar en alguna ocasión con el interés de su formación. En junio de 2005 perdió la presidencia de la Xunta (aunque ganó las elecciones) y estaba dispuesto, a  los 82 años, a seguir como jefe de la oposición. Mariano Rajoy y Ángel Acebes tuvieron que apelar a los hijos e hijas del fallecido ex presidente para que le disuadieran. Acabó de senador como una solución intermedia entre la decisión de Fraga de "morir con las botas puestas" por Galicia y la posición de la familia, que le animaba a retirarse de la vida pública.