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El clan de los Ruiz-Mateos se resquebraja por culpa del testamento del patriarca
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LAS HIJAS, 'VÍCTIMAS' DE LAS VOLUNTADES DEL PADRE

El clan de los Ruiz-Mateos se resquebraja por culpa del testamento del patriarca

Las siete hijas de José María-Ruiz Mateos y Teresa Rivero son las grandes perdedoras del fracaso del grupo de empresas, según reflejan los documentos firmados ante

Foto: El clan de los Ruiz-Mateos se resquebraja por culpa del testamento del patriarca
El clan de los Ruiz-Mateos se resquebraja por culpa del testamento del patriarca

Las siete hijas de José María-Ruiz Mateos y Teresa Rivero son las grandes perdedoras del fracaso del grupo de empresas, según reflejan los documentos firmados ante notario y el testamento del patriarca del clan, a los que ha tenido acceso El Confidencial. En marzo de 2006, José María Ruiz-Mateos preparó su testamento, en el que ratificaba una serie de acuerdos previos y estipulaba el reparto del capital de la familia para el día que él falte.

El primer paso para sentar las bases del futuro de Nueva Rumasa se dio el 27 de febrero de 2004. El padre y sus seis hijos varones (Zoilo, José María, Alfonso, Pablo, Javier y Álvaro) llegaron a la conclusión de que “sólo hay seis bocadillos”, palabras textuales, y decidieron apartar a las siete hijas (Socorro, Begoña, Patricia, Almudena, Rocío, Paloma y Nuria).

Ellas lo aceptaron en virtud de la “providencial decisión de que tus hijas quedamos desligadas de cualquier derecho sobre las compañías que componen o puedan componer el grupo empresarial familiar, con el objetivo principal de resguardar y mantener la sólida unión existente”, según un acta notarial con fecha 7 de abril de 2004. La contrapartida fue una serie de inmuebles libres de cargas y pagos mensuales. Pero ni el acuerdo previo ni el testamento concretan cifras, sino que todo queda “a mi única discreción y voluntad”, dice el patriarca.

En el mismo acto de la firma del testamento, los hijos varones entregan a los albaceas una carta en la que dicen: “Queda a nuestro criterio, una vez fallecido nuestro padre, el fijar los límites de dicha cantidad, que deberá ser dentro del criterio establecido en vida por nuestro padre y sin que atente contra la tesorería del grupo de empresas”. Es decir, sus hermanas cobrarán en función de unas empresas que se han hundido.

Falta de liquidez en la compañía

Los problemas comenzaron a llegar cuando faltaba liquidez en la compañía. Los varones del clan hipotecaron algunas viviendas, como la de Begoña, para obtener dinero fresco (1,2 millones). Pero no ha sido suficiente y la Audiencia Nacional, que instruye el caso de los pagarés, ha pedido el embargo de las casas, ya que están a nombre de empresas del grupo, y han dejado de pagarse hipotecas.

En el caso de Begoña Ruiz-Mateos, no está cobrando las asignaciones y podría perder su casa, en la urbanización de Somosaguas. Esto ha hecho que, junto a su marido, el italiano Antonio Biondini, esté preparando una demanda contra sus hermanos, según fuentes directas. El desencuentro es total. La demanda pondría en apuros a los varones, ya que debían entregar los inmuebles libres de cargas.

Además, estos documentos demuestran que desde hace siete años, ellos son los responsables del holding, y, por lo tanto, de las posibles consecuencias penales que se siguen en varios juzgados. El padre se reserva “la decisión última” pero, según distintas fuentes de primer orden, su estado de salud propició que “todo lo decidieran los hijos desde hace años, antes de los pagarés de 2009”. La estrategia de que José María Ruiz-Mateos asuma toda la responsabilidad en una hipotética condena (no entraría en la cárcel dada su edad y enfermedad), tiene pocos visos de convencer a los tribunales, pese a la disposición que mostró públicamente con la anuencia de los hijos.

Por otro lado, el testamento contempla las esperanzas de la familia en lograr una cuantiosa indemnización del Estado por la expropiación de 1983: “Si el justiprecio a recibir por la expropiación de Rumasa, una vez dividido en 14 partes (trece hijos y Teresa Rivero), cada una de éstas fuera superior a 120 millones de euros, mis siete hijas deberán ratificar su voluntad de renunciar a favor de sus hermanos varones de las cantidades que les quedaran por recibir de los mismos como compensación a su renuncia en la gestión y propiedad de las empresas que constituyen la “Nueva Rumasa”, quedando en su poder lo recibido hasta esa fecha”.

Según esta cláusula, José María Ruiz-Mateos deja la puerta abierta a recibir del Estado una indemnización superior a 1.680 millones de euros. El testamento también demuestra que el patriarca ha reservado un depósito bancario “que mis hijos varones deberán encargarse de hacerle llegar a su madre”. Gran parte del trabajo de los juzgados de instrucción de Madrid y de la Audiencia Nacional se centra en encontrar el capital de la familia para responder en caso de condena por estafa a los inversores.

El testamento, como otros documentos de Nueva Rumasa desvelados por El Confidencial, como el encargo a Mel Gibson de una película sobre la Virgen María, refleja perfectamente la obsesión de índole religioso de José María Ruiz-Mateos. La segunda cláusula -tras el formulismo de la primera, en la que aparecen los datos de filiación-, se dedica en exclusiva a su fe cristiana: “Profesa la religión católica, Apostólica, Romana, fe y creencias en las que ha vivido y desea seguir viviendo y morir, y haber vivido toda su vida bajo el especial manto protector de la Virgen María (sic), por la que siente y profesa una especial veneración; dejando todo lo relativo a su entierro y sufragios por su alma a voluntad de sus herederos”.

Las siete hijas de José María-Ruiz Mateos y Teresa Rivero son las grandes perdedoras del fracaso del grupo de empresas, según reflejan los documentos firmados ante notario y el testamento del patriarca del clan, a los que ha tenido acceso El Confidencial. En marzo de 2006, José María Ruiz-Mateos preparó su testamento, en el que ratificaba una serie de acuerdos previos y estipulaba el reparto del capital de la familia para el día que él falte.

José María Ruiz-Mateos