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Zapatero se ensaña con el PSOE en sus últimas decisiones al frente del Gobierno
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INTENTA COLAR LA 'LEY SINDE' TRAS EL INDULTO A SÁENZ

Zapatero se ensaña con el PSOE en sus últimas decisiones al frente del Gobierno

“Es una rabieta de José Luis. Está cabreado contra el mundo y quiere demostrar a todos que se hace lo que él dice hasta el último

Foto: Zapatero se ensaña con el PSOE en sus últimas decisiones al frente del Gobierno
Zapatero se ensaña con el PSOE en sus últimas decisiones al frente del Gobierno

“Es una rabieta de José Luis. Está cabreado contra el mundo y quiere demostrar a todos que se hace lo que él dice hasta el último minuto”, aseguraba ayer indignado un ex alto cargo del PSOE. Horas antes, el Gobierno había incendiado Internet al avanzar que aprobaría el reglamento de la ‘ley Sinde’ en su penúltimo Consejo de Ministros. Tardó pocas horas en rectificar, culminando su enésimo vaivén desde que accedió al poder. El daño estaba hecho. La ruptura dentro del PSOE se había hecho patente, al punto que María González, responsable de Nuevas Tecnologías del partido y miembro del equipo electoral de Rubalcaba, se desmarcaba públicamente de la medida que impulsaban como dudoso legado el presidente del Gobierno y Ángeles González-Sinde.

Los socialistas, liberados del férreo control de la cúpula y a la espera de elegir un nuevo líder, comienzan a criticar abiertamente la gestión del Ejecutivo. La decepción en las bases es evidente, ya que Zapatero aseguró que no se podrían aprobar leyes como la de muerte digna, transparencia o igualdad de trato por falta de tiempo, pero sí ha encontrado la oportunidad de indultar al consejero delegado del Santander, Alfredo Sáenz, o de reformar la Constitución. “Se está cayendo en la pura frivolidad con estas últimas decisiones. Además, hay otro partido con una mayoría absoluta y hay que ser más elegante. Otra cosa es que hubiera más igualdad en escaños y quedara por delante un duro debate de investidura. Pero así…”, subrayan estas fuentes.

De hecho, el conocido síndrome de La Moncloa ha afectado de manera peculiar a Zapatero. El líder socialista, que ganó por dos veces como adalid de la izquierda, termina su mandato, al menos a ojos de los suyos, con decisiones propias de un presidente de derechas. No falta quien señala con cierta inquina que su relación con Mariano Rajoy es desde el verano más estrecha que con sus propios compañeros de partido. Con el popular ha compartido algunas de sus últimas decisiones más controvertidas, como la reforma de la Constitución, el indulto a Sáenz o la instalación en Rota del escudo antimisiles de la OTAN. Esas medidas, junto a otros zigzags políticos de última hora, han ensombrecido la imagen de Zapatero en su fase final.

Ayer concentró toda la atención la polémica ‘ley Sinde’, cuyo reglamento tenía previsto aprobar el Ejecutivo. Sin embargo, en palabras de José Blanco, se aparcó tras una dura discusión en la reunión. “Ha sido objeto de reflexión del Consejo de Ministros, pero ha quedado sobre la mesa”, zanjó el portavoz en la rueda de prensa posterior al cónclave. Fuentes conocedoras del episodio aseguran que fue el propio ministro de Fomento en funciones quien se opuso a la aprobación durante la reunión del Gobierno, recogiendo el sentir de algunas voces de la propia Ejecutiva del PSOE. El ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, había adelantado que el reglamento saldría adelante y que tenía el apoyo del PP.

Un castigo innecesario al partido

El giro del presidente en funciones ha desconcertado al PSOE, donde causa estupor que el Gobierno se empeñe en seguir castigando al partido tras el descalabro del 20-N. El choque entre Ejecutivo y partido fue ya evidente tras la designación de Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato, y el propio ex vicepresidente ha asegurado que las decisiones de Zapatero le han perjudicado electoralmente. Rubalcaba logró imponer la recuperación del Impuesto de Patrimonio, pero también se tuvo que tragar el sapo de defender la inclusión del principio de estabilidad presupuestaria en la Constitución.

Los propios ministros de Zapatero parecieron empeñados en poner la zancadilla al aspirante en momentos clave de la campaña. Por ejemplo, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, planeaba llevar al Consejo de Ministros un drástico recorte en las primas a la energía eólica apenas días antes de que el candidato hiciera público su programa energético, con una apuesta por contar con un 70% de electricidad procedente de energías renovables en 2030. Ante las presiones del ex ministro del Interior, eldecreto eólico’ terminaba en un cajón. En todo caso, el partido terminó de perder la etiqueta verde con que accedió al gobierno.

Tampoco ayudó el propio presidente. Zapatero sorprendió en octubre con el anuncio de que Rota albergará a 1.100 militares y cuatro destructores estadounidenses como parte del escudo antimisiles de la OTAN. Una medida que se sumaba a su apoyo entusiasta a la intervención militar en Libia, y que le despojó de la imagen pacifista que se labró con la retirada de las tropas de Irak. Pero ni siquiera la debacle del PSOE en las generales ha frenado el cambio de personalidad política del todavía secretario general socialista. Con el Ejecutivo en funciones, indultó a Alfredo Sáenz sin ofrecer ninguna explicación. “No cabe en cabeza humana que se sigan tomando decisiones”, asegura un dirigente socialista. Heridas que auguran una dolorosa travesía en el desierto.

“Es una rabieta de José Luis. Está cabreado contra el mundo y quiere demostrar a todos que se hace lo que él dice hasta el último minuto”, aseguraba ayer indignado un ex alto cargo del PSOE. Horas antes, el Gobierno había incendiado Internet al avanzar que aprobaría el reglamento de la ‘ley Sinde’ en su penúltimo Consejo de Ministros. Tardó pocas horas en rectificar, culminando su enésimo vaivén desde que accedió al poder. El daño estaba hecho. La ruptura dentro del PSOE se había hecho patente, al punto que María González, responsable de Nuevas Tecnologías del partido y miembro del equipo electoral de Rubalcaba, se desmarcaba públicamente de la medida que impulsaban como dudoso legado el presidente del Gobierno y Ángeles González-Sinde.