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Gobierno y PP maquillan ahora su discurso nuclear para no perder votos
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EL EJECUTIVO SOCIALISTA SE DISPONE A PRORROGAR LA CENTRAL DE COFRENTES

Gobierno y PP maquillan ahora su discurso nuclear para no perder votos

La alarma nuclear en Japón ha sorprendido a Gobierno y oposición enredados en sus contradicciones ideológicas, sin capacidad para alcanzar un pacto de Estado energético, en

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Gobierno y PP maquillan ahora su discurso nuclear para no perder votos

La alarma nuclear en Japón ha sorprendido a Gobierno y oposición enredados en sus contradicciones ideológicas, sin capacidad para alcanzar un pacto de Estado energético, en vísperas de elecciones y con varios frentes abiertos, como la prórroga de la central de Cofrentes o la ubicación del Almacén Temporal Centralizado (ATC) para los residuos atómicos. Socialistas y populares se negaron ayer a reabrir el debate sobre la energía nuclear, pese a que en toda Europa se suceden las reacciones a la crisis japonesa.

El Gobierno exhibió una vez más su división interna, así como la brecha abierta entre su política y el programa electoral del PSOE. El titular de Industria, Miguel Sebastián, favorable a la energía nuclear, recalcó que las centrales españolas son seguras, mientras que la ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar, evitó mojarse públicamente, pese a que ayer se abrió una ronda de conversaciones entre sus homólogos de la Unión Europea. La dirección socialista se unió al desconcierto a través de su secretario de Organización, Marcelino Iglesias, y su responsable de Medio Ambiente, Hugo Morán.

El primero afirmó desde Ferraz que “no es el momento” de abrir el debate, pero Morán, en un comunicado posterior, aseguró tajantemente que “la energía nuclear no es segura”. “Cuanto antes podamos prescindir de la energía nuclear, tanto mejor”, prosigue la nota, donde también se recuerda que el último Congreso Federal del PSOE decidió que las centrales españolas deben cerrarse al cumplir los 40 años de actividad. Pese a esta decidida voluntad del partido para acabar con las nucleares, los 169 diputados socialistas votaron en la dirección contraria hace apenas un mes.

PSOE, PP, CiU y PNV pactaron en febrero una enmienda a la Ley de Economía Sostenible (LES) que permite prorrogar la vida de las centrales más allá de los 40 años que había fijado inicialmente el Gobierno. José Luis Rodríguez Zapatero enterró así una de sus últimas promesas electorales de 2008 que quedaban en pie, y protagonizó un nuevo bandazo en materia energética. Y es que, durante la tramitación de la LES, el Grupo Socialista había pedido incluso que se cerrara la puerta a las renovaciones extraordinarias de las instalaciones nucleares.

Esta misma semana, en el peor contexto posible para alargar la vida de una central, el Ejecutivo tiene que autorizar la prórroga por 10 años de la planta de Cofrentes (Valencia), que lleva funcionando 27, y que cuenta con el respaldo del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). Aprovechando la crisis japonesa, los grupos ecologistas y la izquierda política han recrudecido su campaña para que el Gobierno cierre esta central, cuyos reactores de agua en ebullición poseen la misma tecnología que los accidentados de Fukushima. Así, Greenpeace ha denunciado que Cofrentes ha sufrido 102 incidentes en la última década, y que sus trabajadores están sometidos al doble de radiactividad que los empleados de otras centrales.

Esta decisión remite a la pugna que se vivió en el Consejo de Ministros a raíz del cierre de Garoña, previsto para 2013, y a la parálisis que afecta al Gobierno a la hora de elegir el emplazamiento del ATC. La cercanía de las elecciones municipales y autonómicas ha vuelto a retrasar el proyecto bajo la excusa de que no hay “consenso” entre los diferentes territorios. Pero tras el 22-M, es probable que el Ejecutivo deje pasar las generales de 2012 antes de tomar una determinación que puede desmovilizar todavía más si cabe al electorado progresista.

El PP recula en su defensa de las nucleares

Por su parte, el PP tampoco quiere saber nada del debate sobre la energía nuclear. Ayer, durante la reunión de su Junta Directiva Nacional, solo Manuel Fraga alzó la voz para pedir a su partido que fuera claro en sus planteamientos. No le hicieron ni caso. Prueba de ello es que frente al discurso en defensa de la energía nuclear que hasta ahora ha venido manteniendo el PP, como oposición la estrategia pro-renovables del Gobierno, sus principales dirigentes esquivaron el debate o, incluso, fueron más allá al pedir más garantías de seguridad, como hizo Esteban González Pons.

A preguntas de distintos medios de comunicación, María Dolores Cospedal solo acertó a escudarse tras una “ciega confianza” en las opiniones de los técnicos del CSN al respecto, tanto del alargamiento de la vida de las actuales centrales como de la construcción de otras nuevas. Mejor no meneallo, que diría un castizo, parece ser la consigna de Génova 13. Fuentes de este partido vinculan esta estrategia a la doctrina Arriola de molestar lo menos posible a los susceptibles votantes del centro-izquierda, y no movilizar a quienes tienen pensado abstenerse de votar al PSOE.

Pero no faltan las críticas a esta táctica. “Se está haciendo mucha demagogia con el accidente de Japón, y nosotros no podemos mirar para otro lado y renunciar a nuestro discurso”, señalaron fuentes consultadas por este diario. El PP parece confiar en que esta crisis pase sin que se produzca el peor de los escenarios –una catástrofe nuclear- para poder volver a recuperar su discurso, aunque es más que probable que no vuelva a ser el mismo, o al menos con la misma intensidad.

La alarma nuclear en Japón ha sorprendido a Gobierno y oposición enredados en sus contradicciones ideológicas, sin capacidad para alcanzar un pacto de Estado energético, en vísperas de elecciones y con varios frentes abiertos, como la prórroga de la central de Cofrentes o la ubicación del Almacén Temporal Centralizado (ATC) para los residuos atómicos. Socialistas y populares se negaron ayer a reabrir el debate sobre la energía nuclear, pese a que en toda Europa se suceden las reacciones a la crisis japonesa.

Miguel Sebastián