Es noticia
Marcelino, el héroe de las pequeñas cosas
  1. España
CAMACHO MURIÓ EL PASADO 29 DE OCTUBRE

Marcelino, el héroe de las pequeñas cosas

Hace un par de meses, Agustín Moreno, venerable sindicalista y hoy retirado a las aulas, recordaba  el día en que Marcelino Camacho fue a visitar el

Foto: Marcelino, el héroe de las pequeñas cosas
Marcelino, el héroe de las pequeñas cosas

Hace un par de meses, Agustín Moreno, venerable sindicalista y hoy retirado a las aulas, recordaba  el día en que Marcelino Camacho fue a visitar el instituto de Fuenlabrada (Madrid) en el que daba clases."Buscadle en Internet", les dijo a los chicos, "en la Larousse, y cuando venga aquí, si veis a un abuelo apacible, no hagáis caso de las apariencias.  Marcelino Camacho es importante, muy importante, aunque no es rico, vive modestamente y hoy no tiene poder sindical ni político directo", les comentó. Casi ninguno conocía a Marcelino, pero todos sabían quiera era el Che Guevara a Mandela, sostenía con cierta resignación al escribir un obituario sobre el veterano sindicalista.

Y en verdad que Marcelino Camacho nunca fue un héroe. Aunque para muchos viviera una vida de película. Las luchas obreras de los años 30, la guerra civil, el exilio, la represión, la cárcel, la libertad, el reconocimiento, el ostracismo, el maldito alzheimer… Casi todo cabe en la vida de Marcelino Camacho. Pero lo que no tiene sitio -y a él le hubiera repugnado sólo la idea- es convertirlo en un ser mítico.  Sobre todo en un país como España, acostumbrado a aborrecer de su pasado como nadie lo ha hecho.

Camacho no era un héroe mitológico. Ni buscaba la gloria ni la trascendencia. Él luchaba por cosas cercanas: la libertad, los salarios dignos, las huelgas, las pensiones, la negociación colectiva… En fin, esas pequeñas cosas, que diría el juglar, que hoy forman parte del paisaje urbano, pero que no hace demasiado tiempo eran una quimera.

Marcelino nunca fue un héroe ni quería serlo. Ni falta que le hacía. Aunque pasase muchos años de su vida en la cárcel y sufriera penurias para llegar a fin de mes. Hasta sus hijos nacieron en Orán, en pleno exilio. Nunca hizo caja con su vida y vivió de la manera más humilde hasta el fin de sus días, lo cual refleja su espartana frugalidad más allá de los célebres jerseys de Josefina. Pero al contrario que los héroes, también se equivocaba. Y a veces con fruición. Como cuando achacaba buena parte de los problemas actuales a lo que él llamaba revolución científico-técnica, su expresión favorita cuando analizaba los avances del capitalismo. Pero acertaba con un discurso ético imbatible.

Su peripecia no fue muy distinta a la de otros muchos camaradas que perdieron los mejores años de su vida en la clandestinidad, reorganizando el movimiento obrero en plena dictadura: Simón Sánchez Montero, Gregorio López Raimundo, Horacio Fernández Inguanzo. O los más jóvenes, Eduardo Saborido, Paco Gacía Salve o Nicolás Sartorius. La diferencia fue que él puso cara y ojos a un sindicato –de nuevo tipo, que se decía antes- capaz de articular a las nuevas generaciones de españoles que aborrecían un régimen político arbitrario, caduco y que ni siquiera era económicamente eficiente.

Su obra es CCOO. Y pocos dirigentes pueden presumir –él nunca lo haría- de haber levantado un sindicato de la nada, mientras que el partido hermano -el PCE- es hoy sólo una sombra de su propia historia. CCOO pudo haber acabado como los comunistas españoles, pero Marcelino supo rodearse de nuevos dirigentes curtidos en las fábricas y en las universidades que supieron entender el mundo que se les venía encima. Al contrario que el PCE.

También le puede interesar:

- Marcelino Camacho, un mito obrero

- Marcelino, no dejes que te confundan con un héroe

- Crónica de un gran fracaso

Hace un par de meses, Agustín Moreno, venerable sindicalista y hoy retirado a las aulas, recordaba  el día en que Marcelino Camacho fue a visitar el instituto de Fuenlabrada (Madrid) en el que daba clases."Buscadle en Internet", les dijo a los chicos, "en la Larousse, y cuando venga aquí, si veis a un abuelo apacible, no hagáis caso de las apariencias.  Marcelino Camacho es importante, muy importante, aunque no es rico, vive modestamente y hoy no tiene poder sindical ni político directo", les comentó. Casi ninguno conocía a Marcelino, pero todos sabían quiera era el Che Guevara a Mandela, sostenía con cierta resignación al escribir un obituario sobre el veterano sindicalista.

CCOO