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El poder, la libertad y el conflicto en Maquiavelo
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El poder, la libertad y el conflicto en Maquiavelo

La simple mención de su nombre evoca los aspectos más negativos de la política, como si sintetizase en sí mismo todo lo que de inmoral posee

La simple mención de su nombre evoca los aspectos más negativos de la política, como si sintetizase en sí mismo todo lo que de inmoral posee el ejercicio del poder. En este orden, los escritos de Maquiavelo son analizados como frías recomendaciones para la acción que sólo pueden ser tomadas en cuenta por los espíritus más ambiciosos, toda vez que eliminan toda referencia a cuestiones morales, al bien común o a las necesidades de una sociedad. Maquiavelo habría sido, y en ese sentido apunta, por ejemplo, un Leo Strauss, un impasible técnico de la política que traza con tiralíneas las constantes y variables que permiten mantenerse en el poder desde la más pura instrumentalidad. Dicho de otro modo, como recoge Lefort en el Lecturas de lo político que hoy nos ocupa, Maquiavelo no sería más que, en el mejor de los casos, un tirano que se esconde tras una máscara de hipocresía; en el peor, “un ser diabólico que se ha escapado de los  infiernos para perdición del género humano”.

 

Sin embargo, no ha sido ésta la única perspectiva desde la que ha abordado la obra del florentino, que en muchas ocasiones se ha visto sometido a interpretaciones de lo más dispar. Así, también ha sido visto como un humanista, como alguien que trataba que glosar los efectos de las buenas leyes (siempre surgidas de una buena educación) en conceptos elusivos como la “virtù”.

 

Pero el mérito de la obra de Claude Lefort, que pretende leer a Maquiavelo en sus propias palabras, no se agota en la más que interesante lectura que hace de El Príncipe o de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Lefort, uno de los intelectuales franceses que mejor ha teorizado sobre el poder, posee una obra que bien merece una atención en España de la que hasta ahora sólo ha logrado parcialmente. Marxista, como la mayoría de los intelectuales galos de mediados de siglo XX, se situó repetidamente frente a la URSS, abordando con insistencia la cuestión del totalitarismo en diversos textos, en tanto entendía que esa subordinación del cuerpo social a un líder, esa renuncia al pensamiento de toda una sociedad de fatales consecuencias, no ha constituido un simple paréntesis en la historia del siglo XX sino una cuestión abierta que todavía merece ser interpretada. Lefort fundó la revista Socialisme ou Barbarie, y es autor de obras notables como Éléments d’une critique de la bureaucratie o La complication. Retour sur le communisme.

 

Tensión entre dos deseos

 

Su insistencia con el totalitarismo tiene mucho que ver con aspectos que están muy presentes en la obra de Maquiavelo. Así, en el núcleo del pensamiento del florentino aparece una tensión irreprimible entre los Grandes y el pueblo, esto es, entre quienes ocupan los lugares de privilegio de una sociedad y sus gobernados. Esa tensión lo es también entre dos deseos que no conocen la autolimitación, el de los Grandes de ejercer un poder sin límites y el del pueblo de no ser mandado u oprimido. Y Maquiavelo está convencido (y Lefort con él) de que quienes dominan no van a detenerse en algún momento, que su posición de privilegio no les hará mirar más allá y frenar sus impulsos en aras del bien social. Más al contrario, la avidez de los Grandes no tiene fin, por lo que sólo encontrará un límite en la resistencia que el pueblo ejerza.

 

Pero eso no implica que Maquiavelo crea en la bondad del pueblo; mas al contrario, si sitúa la libertad del lado del deseo de éste, lo hace porque cree que es su tarea de contención sobre los Grandes la que estabilizará la república, y no porque esté convencido de su superioridad. Maquiavelo cree en la fecundidad del conflicto, no en la primacía de alguna de las partes enfrentadas. Así, mientras una requiere, para que el orden social sea el adecuado, de diques que frenen sus deseos siempre excesivos, la otra sólo es eficaz cuando ejerce de contrapeso. Allí donde hay instituciones libres, hay también autoridad: “El pueblo no puede hacerse libre si hacerse libre supone librarse de toda forma de gobierno”. De ahí surge, avisa, la grandeza de Roma, de su capacidad de limitar, mediante instituciones como los tribunos, los deseos que se enfrentan.

 

En definitiva, Lefort trata de extraer, con éxito, las enseñanzas que aparecen en la obra de Maquiavelo con vistas a entender la sociedad y el poder actuales. Y sale bien de la empresa, logrando un texto que, a pesar de su densidad, es finísimo en sus análisis y notable en sus conclusiones. Como complemento, se incluye una clarificadora entrevista con el autor realizada para la presente edición.

La simple mención de su nombre evoca los aspectos más negativos de la política, como si sintetizase en sí mismo todo lo que de inmoral posee el ejercicio del poder. En este orden, los escritos de Maquiavelo son analizados como frías recomendaciones para la acción que sólo pueden ser tomadas en cuenta por los espíritus más ambiciosos, toda vez que eliminan toda referencia a cuestiones morales, al bien común o a las necesidades de una sociedad. Maquiavelo habría sido, y en ese sentido apunta, por ejemplo, un Leo Strauss, un impasible técnico de la política que traza con tiralíneas las constantes y variables que permiten mantenerse en el poder desde la más pura instrumentalidad. Dicho de otro modo, como recoge Lefort en el Lecturas de lo político que hoy nos ocupa, Maquiavelo no sería más que, en el mejor de los casos, un tirano que se esconde tras una máscara de hipocresía; en el peor, “un ser diabólico que se ha escapado de los  infiernos para perdición del género humano”.