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¿El ala oeste de la Moncloa?
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¿El ala oeste de la Moncloa?

Funcionarios de Presidencia corriendo por los pasillos, llevando a Zapatero los resultados de los últimos sondeos, las noticias sobre las negociaciones con los partidos nacionalistas para

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¿El ala oeste de la Moncloa?

Funcionarios de Presidencia corriendo por los pasillos, llevando a Zapatero los resultados de los últimos sondeos, las noticias sobre las negociaciones con los partidos nacionalistas para aprobar los presupuestos o valorando las posibilidades sobre el secuestro de un pesquero español en aguas africanas. Son situaciones que podrían aparecer en su versión española a la serie El ala oeste de la Casa Blanca, la ficción televisiva de referencia sobre la política y los políticos,  si es que llegase a existir algún día. Una serie que, según los expertos, sería muy útil para acercar a los ciudadanos la realidad de las prácticas de gobierno, aun cuando son conscientes del coste de una producción de esas características. Empezando por el hecho de que sus protagonistas están entre los colectivos profesionales peor valorados.  

 

El cliché que existe en España sobre la clase política no lo comparte el guionista de la serie norteamericana, Mark Goffman, que ha visitado esta semana Madrid.  “La gente que trabaja en Washington suele ser inteligente, apasionada y bienintencionada, y eso fue lo que tratamos de mostrar en la serie”. Y parece que lo lograron: “Cuando fui a la Escuela de Gobierno Kennedy, en Harvard, me contaron que las solicitudes de ingreso habían aumentado un 15% desde que comenzó la emisión de El ala oeste”.

 

Francesc Pallarés, Catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Pompeu Fabra, lamenta que la clase política sea“sistemáticamente desprestigiada en las ficciones televisivas españolas. Eso no se corresponde con la realidad. Los políticos gozan de buen prestigio, similar al de otros colectivos, como los periodistas o los médicos, donde podemos encontrar buenos y malos profesionales. El problema es que estamos tomando el mal hábito de atacar a la política, que es como acabar atacándonos a nosotros mismos”, asegura.

 

En ese sentido, una serie como El ala oeste se revelaría muy útil para explicar a los ciudadanos los complejos mecanismos de la política actual, asegura María José Canel, Catedrática de Comunicación Política de la Universidad Complutense de Madrid, “mostrándoles cuál es el funcionamiento real de las instituciones y los efectos positivos y negativos que tiene este trabajo”. Además, podría convertirse en “un instrumento eficaz de educación cívica, como lo fue para los americanos” afirma Karen Sanders, Catedrática de la facultad de Ciencias de la Información del CEU, en tanto ilustra algunas claves de la vida democrática, “como la peculiar relación entre periodistas y políticos, o el funcionamiento y la validez de los sondeos”. Además, contribuiría a hacer a los políticos mucho más humanos: “en la serie vemos que no son gente que busca siempre su propio interés. El equipo del presidente  trata de servirle, pero también busca realizar grandes ideales”.

 

No tendría éxito en España

 

Hay varias razones que explicarían los motivos por los cuales una serie de esas características no tendría éxito en España. En primera instancia, y como apunta Karen Sanders, los europeos suelen preferir la ironía y el sarcasmo cuando se refieren a los políticos, también en sus narraciones televisivas. Así, las series que han triunfado, como Sí, ministro, están construidas mucho más desde la perspectiva humorística que desde un retrato ajustado de su realidad. “Quizá tenga que ver más con la mentalidad europea, que percibe las cosas con más escepticismo y humor que la americana. Y quizá esta perspectiva sea también la que prefiera el espectador español”.

 

Pero, en segundo lugar, deberían solventarse serias dificultades acerca de los temas que podrían aparecer (o no) en la serie. Porque ¿cómo se abordaría el papel de la monarquía? ¿Cómo se trataría la vida privada de los políticos? ¿Cómo se analizaría el papel que juegan los presidentes de las Comunidades Autónomas? Son cuestiones complejas que, sin duda, requerirían un ejercicio extra de diplomacia que terminaría desalentando a muchos productores y guionistas. Según Goffman, en el caso americano, el mayor problema consistió en encontrar hechos de ficción que tuvieran una relevancia semejante a los que por entonces acontecían en la realidad. “El ala oeste no trató la Guerra de Irak ni el 11-S. Pero, una vez se hubieron producido, la serie necesitaba subrayar su importancia para nuestro país sin pretender convertirse en un espejo del mundo real. Así que decidimos inventarnos una intervención militar de los EEUU en África a causa de un genocidio”.

Además de estos problemas, surgidos como reacción a acontecimientos externos, y por tanto muy difíciles de prever, habría otros, de índole interna, como la puesta en marcha de mecanismos que evitasen que un partido utilizase la serie contra su adversario.  Canel afirma no estar segura de “si hay suficiente generosidad en España para hacer un programa de esas características que deje bien y mal a un partido y a otro, relatando cosas buenas y malas de los dos. La crítica positiva que ha tenido la serie estadounidense ha sido porque reflejaba muy bien cómo se trabaja en la Casa Blanca, pero también porque no dejaba colar mensajes partidistas”.

 

En todo caso, Goffman está seguro de que la serie funcionaría también aquí, porque, “ya hablen de la realeza o de un dirigente local, las historias que tratan de la gente y de los acontecimientos que conforman nuestro mundo pueden resultar enormemente exitosas”. El desafío, dice, es conseguir que sean percibidas como auténticas y entretenidas. El escritor ha de tener una visión de las series que no sea únicamente académica. Ha de ser algo emotivo y que sintonice con la audiencia.

 

La ficción inspira a la política

 

Sin embargo, la relación entre política y ficción televisiva no transcurre en una sola dirección. Sin duda, la primera ha servido como fuente de inspiración para la construcción de muchos guiones, pero la influencia más importante en los últimos tiempos es justamente la inversa. Son las formas narrativas de la televisión las que están recogiendo los políticos a la hora de transmitir sus mensajes. En ese sentido, el consejo que da Goffman a los profesionales de la comunicación es que, sea cual sea el material que vayan a utilizar “traten de contar una gran historia”. Considera que buen narrador no puede tratar de ser fiel a cada detalle de la realidad, porque en ese caso lo que cuenta podrá ser muy acertado, pero también largo y aburrido. En su expresión ideal, la ficción captura la verdad esencial de la gente y de las cosas que les pasan, lo que implica tratar de alcanzar mucho más esa clase de  verdad que ser fiel a los datos. “Sin embargo, cuando escribes para un político real  tienes que capturar el mensaje esencial que quiere transmitir esa persona o esa campaña, pero también has de contar los datos correctos y precisos”.

 

Esta tendencia a unir a los mensajes políticos con formas televisivas que ha asustado a buena parte de los observadores (en tanto creen que fuerzan a las campañas a girar en torno a mensajes simplistas) no es vista de un modo negativo por una mayoría de expertos. Así, Francesc Pallarés subraya que “lo malo no es que la política se espectacularice, sino que sea eso lo único que ofrezca. Caemos en un gran error cuando se trabaja sólo desde una perspectiva cortoplacista o cuando las campañas no se basan en verdaderos análisis de políticas sino en el simple desprestigio del contrario”, afirma.

 

Para Canel, tendencias como el storytelling son muy positivas en tanto dan respuesta una necesidad de nuestra época. “Es imprescindible que la política vaya desarrollando fórmulas que faciliten al ciudadano la comprensión de las medidas que  se adoptan”. Además, Canel asegura que la política llega mejor al ciudadano “si se introducen las virtudes de la tensión narrativa: a Obama le fue mucho más fácil contar su propuesta electoral a partir de su historia personal y del sueño de su padre”. Se trata, pues, de un arma muy útil, “siempre y cuando no se caiga en la frivolización”.

Funcionarios de Presidencia corriendo por los pasillos, llevando a Zapatero los resultados de los últimos sondeos, las noticias sobre las negociaciones con los partidos nacionalistas para aprobar los presupuestos o valorando las posibilidades sobre el secuestro de un pesquero español en aguas africanas. Son situaciones que podrían aparecer en su versión española a la serie El ala oeste de la Casa Blanca, la ficción televisiva de referencia sobre la política y los políticos,  si es que llegase a existir algún día. Una serie que, según los expertos, sería muy útil para acercar a los ciudadanos la realidad de las prácticas de gobierno, aun cuando son conscientes del coste de una producción de esas características. Empezando por el hecho de que sus protagonistas están entre los colectivos profesionales peor valorados.  

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