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La enfermedad de De la Vega pone al descubierto su desmesurado poder en el Gobierno
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La enfermedad de De la Vega pone al descubierto su desmesurado poder en el Gobierno

Si una súbita enfermedad o una intervención quirúrgica mantuviese temporalmente alejada de su despacho a la ministra de Vivienda, Beatriz Corredor -por citar uno de los ministerios cuya desaparición exigió el

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La enfermedad de De la Vega pone al descubierto su desmesurado poder en el Gobierno

Si una súbita enfermedad o una intervención quirúrgica mantuviese temporalmente alejada de su despacho a la ministra de Vivienda, Beatriz Corredor -por citar uno de los ministerios cuya desaparición exigió el Congreso, pese al rechazo del PSOE, el pasado junio-, la maquinaria política y administrativa del Gobierno seguiría funcionando sin el menor sobresalto. Pero si quien sufre una convalecencia es la todopoderosa María Teresa Fernández de la Vega, auténtica columna vertebral del Ejecutivo, el motor de La Moncloa podría llegar a griparse. Sobre todo porque la vicepresidenta primera, ministra de la Presidencia y portavoz gubernamental ha acumulado, tras más de cinco años a la sombra de José Luis Rodríguez Zapatero, un poder y unas competencias que muchos consideran desmesurados.

La intervención quirúrgica a la que De la Vega fue sometida a última hora del martes en un hospital público madrileño la mantendrá inactiva al menos una semana, según confirmaron a El Confidencial fuentes de La Moncloa, que aseguraron que la número dos del Gobierno se recupera con normalidad de la operación y su estado no reviste gravedad. Pero, ¿qué ocurriría si su convalecencia se prolongase durante semanas o meses? ¿Sobre quién recaerían sus casi omnímodas competencias, que aumentaron, aún más si cabe, tras la última remodelación del Gobierno? ¿Por qué el vicepresidente tercero, Manuel Chaves, es una figura casi decorativa cuyas atribuciones también se ha echado De la Vega sobre su espalda?

La vicepresidenta primera, trabajadora infatigable, se sintió enferma a media tarde del pasado martes precisamente durante su jornada laboral. Alarmada por los fuertes dolores abdominales que empezó a sufrir mientras participaba en La Moncloa en una reunión con los sindicatos para negociar la revisión salarial de los funcionarios, De la Vega fue operada de urgencia tras detectarse que el origen de su indisposición era una oclusión intestinal. En un primer momento se temió que el taponamiento se debiese a un tumor, pero las pruebas diagnósticas descartaron rápidamente esa posibilidad: se trataba de unos divertículos inflamados que bloqueaban el conducto intestinal.

Durante la pasada legislatura, según las fuentes consultadas, De la Vega ya sufrió un episodio similar de oclusión intestinal que obligó, como ahora, a intervenirla quirúrgicamente. Si no surgen complicaciones en el postoperatorio, la vicepresidenta abandonará el hospital el próximo domingo, aunque deberá convalecer varios días en su domicilio antes de reincorporarse a su despacho, probablemente a mediados de la semana que viene.

Sin sustituto

Nadie sustituirá a De la Vega durante su convalecencia, según aseguraron fuentes de La Moncloa, que añadieron que serán miembros de su equipo quienes se encarguen de atender durante los próximas días los asuntos ordinarios que gestiona la vice, como la llaman sus más estrechos colaboradores. Mañana, tras la reunión del Consejo de Ministros a la que, obviamente, no asistirá, será su compañera y vicepresidenta segunda, Elena Salgado, quien comparecerá ante los medios de comunicación para dar cuenta de los acuerdos adoptados, como De la Vega hace cada viernes en su condición de portavoz del Ejecutivo.

El abanico de competencias que ejerce De la Vega resulta casi inabarcable: asesora políticamente al presidente del Gobierno y le presta apoyo en tareas de gestión económica, financiera, presupuestaria y de personal; coordina las iniciativas de todos los ministerios; prepara, desarrolla y realiza el seguimiento de los proyectos legislativos que elabora el Gobierno, además de supervisar su tramitación parlamentaria; asiste al Ejecutivo en sus relaciones con el Congreso y el Senado, y especialmente con el Grupo Parlamentario Socialista de ambas cámaras; dirige la política informativa del Gobierno y los ministerios; preside la llamada Comisión General de secretarios de Estado y subsecretarios, que debate y perfila los acuerdos que más tarde aprobará el Consejo de Ministros; preside, además, las comisiones delegadas del Gobierno sobre inmigración, igualdad, cambio climático, cooperación al desarrollo y la de la presidencia española de la UE para el primer semestre de 2010; controla la Secretaría de Estado de Asuntos Constitucionales y Parlamentarios, la de Comunicación y la Subsecretaría de la Presidencia; supervisa el Boletín Oficial del Estado, el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, el Centro de Investigaciones Sociológicas, Patrimonio Nacional, la Mutualidad General de Funcionarios del Estado y el Instituto Nacional de Administración Pública... Y, en general, ejerce el papel de apagafuegos de Zapatero.

Blindaje de competencias

El pasado 7 de abril, cuando Zapatero acometió su última remodelación del Gobierno, llegó a especularse incluso con la salida de De la Vega del Consejo de Ministros, o al menos con una pérdida de sus innumerables competencias. De hecho, el nombramiento de Chaves como vicepresidente y ministro de Política Territorial se interpretó como una pérdida de poder de De la Vega en favor del barón andaluz. Pero ocurrió todo lo contrario: la vicepresidenta no sólo blindó las atribuciones que ya ejercía, sino que se apropió de las que deberían haber correspondido a Chaves.

Fuentes socialistas aseguran que De la Vega exigió a Zapatero asumir las competencias del ahora desaparecido Ministerio de Administraciones Públicas que hasta ese momento había ocupado Salgado. El presidente del Gobierno accedió -y de paso vació de contenido la cartera de Chaves-, y los deseos de la número dos del Ejecutivo se plasmaron en un Real Decreto aprobado el pasado 29 de junio que modifica y amplía las competencias del Ministerio de la Presidencia.

Desde entonces, De la Vega es también la responsable de coordinar los diferentes niveles de la Administración General del Estado en todo el territorio nacional, incluidos los delegados del Gobierno en todas las comunidades autónomas, además de gestionar la política de empleo público. Por si fuera poco, la vicepresidenta primera, por delegación de Zapatero, ha asumido las competencias del Consejo Superior de Deportes y de la Agencia Estatal Antidopaje.   

Si una súbita enfermedad o una intervención quirúrgica mantuviese temporalmente alejada de su despacho a la ministra de Vivienda, Beatriz Corredor -por citar uno de los ministerios cuya desaparición exigió el Congreso, pese al rechazo del PSOE, el pasado junio-, la maquinaria política y administrativa del Gobierno seguiría funcionando sin el menor sobresalto. Pero si quien sufre una convalecencia es la todopoderosa María Teresa Fernández de la Vega, auténtica columna vertebral del Ejecutivo, el motor de La Moncloa podría llegar a griparse. Sobre todo porque la vicepresidenta primera, ministra de la Presidencia y portavoz gubernamental ha acumulado, tras más de cinco años a la sombra de José Luis Rodríguez Zapatero, un poder y unas competencias que muchos consideran desmesurados.