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Euskadi, más que Perejil, es un trébol de cuatro hojas
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Euskadi, más que Perejil, es un trébol de cuatro hojas

El presidente del PNV ha encabezado una romería nacionalista hasta la cruz del monte Gorbea para desagraviar a la ikurriña, una bandera que más que convivir

El presidente del PNV ha encabezado una romería nacionalista hasta la cruz del monte Gorbea para desagraviar a la ikurriña, una bandera que más que convivir en armonía, compite con la bandera española en soberanía y en afectos populares y corre el peligro de padecer algún tipo de psicopatía según sea quien la acarree sobre los hombros: Patxi, Urkullu, Basagoiti o Arnaldo. Euskadi no será Perejil pero parece un trébol de cuatro hojas muy mal avenidas.

 

La ikurriña de Arnaldo, por ejemplo, sueña con que un día ondeará en solitario y , como les ocurre a sus simpatizantes de Aralar, EA y Batasuna, vive en trance permanente, en ese estado irreal que  alcanzan los fumadores de opio cuando experimentan visiones. La ikurriña que enarbolan los abertzales sueña con que llegará el día en que los soldados del Ejército de España no podrán pasear sus uniformes invasores por la tierra vascongada porque, en lo alto de sus cumbres y edificios oficiales, solo será la ikurriña la que ondee bajo una lluvia de sidra y txakolí, el nuevo sirimiri.  

En cambio, la ikurriña que enarbolan Urkullu y sus correligionarios del PNV es bastante más realista por mucho que juegue el papel que desempeñan la picardía y la teatralidad a la hora de captar simpatizantes para la causa sabiniana. La ikurriña del PNV cumple su papel pero sabiendo que Antón Irala, el que fuera brazo derecho del lehendakari Aguirre y padre del actual presidente de la BBK, tenía razón cuando decía que “no hay nada más españolista que pedir la independencia de Euskadi”.  

Cuando los peregrinos  del PNV alcanzaron la cumbre del Gorbea, su líder, Urkullu, recordó a sus muertos. “Estas colinas”, dijo, “están regadas con la sangre de los gudaris”. No quiso recordar que, en ese mismo monte, también perecieron muchos vascos que se sentían españoles y pelearon contra sus hermanos nacionalistas para impedir que prosperase la independencia. En las estribaciones del Gorbea, por ejemplo, los terroristas de ETA mataron a mi padre, tras haberlo tenido secuestrado en una cueva durante treinta días.

Desde que Francisco Javier López Álvarez, Patxi para los amigos, se encumbrase a la lendakaritza, la ikurriña oficial, la que ondea en los organismos públicos, se ha naturalizado española y se le ha visto vibrando de emoción con la selección española de fútbol y ahora, desde las carreteras francesas, anima a Alberto Contador en su carrera hacia el pódium de París. Si la ikurriña fue una bandera inventada por Sabino Arana, ahora nos pertenece a todos los vascos. Algo parecido ocurre  con  la palabra Euskadi.

Euskadi es un término inventado por Sabino Arana. Hasta que él introdujo esa palabra nueva, el País Vasco se llamaba en vascuence Euskalerría, tierra de los euskaldunes. Pero a Sabino la palabra Euskalerría no le gustaba porque los euskalerriakos fueron unos románticos que, tras el final de la segunda Guerra Carlista, aunque acataban la Constitución, clamaban por la restauración foral.

Cómo se inventó el término Euskadi

Fue tras la muerte de su fundador, Miguel Sagarmínaga, cuando la Sociedad Euskalerría se deslizó hacia el nacionalismo. Y así, para no tener que emular a los euskalerriakos, Arana inventó la palabra Euskadi a la que Adolfo Suárez le otorgó rango constitucional creyendo ingenuamente que sería ella la que, desde los aires revueltos del polvorín vascongado, obraría el milagro de la reconciliación. Y así, a la raíz euskaldún de Euskalerría, Sabino Arana le incorporó la desinencia adi que significa reunión. De ese modo, la palabra Euskadi nació con el germen de la animadversión hacia España, lo mismo que la ikurriña.

Pero, ahora, tanto esa palabra nueva de raíz euskaldún como la bandera que le representa asisten con normalidad al cambio generacional y político, y ven en Patxi López al Unamuno y al Baroja del siglo XXI, los mantenedores de la conciencia nacional española en el País Vasco, mientras Urkullu va pareciéndose cada vez más a él mismo e incluso a Cambó y su Lliga Regionalista; cada vez menos independentista y algo más Irala.

Menos mal que la mamba verde, la serpiente más mortífera del País Vasco, la víbora de ETA, va desapareciendo de las cuevas pirenaicas gracias al increíble acoso policial. Y menos mal también que la bandera que exhiben los terroristas cuando salen de sus guaridas, no es siempre la ikurriña. Pobre ikurriña. Posee tantas personalidades diferentes que no sería de extrañar que acabase internada en un manicomio, preguntándose con ansiedad y desorientación cuál de ellas será en realidad: la de Patxi, la de Urkullu, la de Basagoiti o la de Arnaldo.

*Javier Ybarra es autor de 'Nosotros, los Ybarra'.

El presidente del PNV ha encabezado una romería nacionalista hasta la cruz del monte Gorbea para desagraviar a la ikurriña, una bandera que más que convivir en armonía, compite con la bandera española en soberanía y en afectos populares y corre el peligro de padecer algún tipo de psicopatía según sea quien la acarree sobre los hombros: Patxi, Urkullu, Basagoiti o Arnaldo. Euskadi no será Perejil pero parece un trébol de cuatro hojas muy mal avenidas.

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