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Franco todavía cabalga en Valencia
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Franco todavía cabalga en Valencia

La estatua ecuestre de Francisco Franco retirada ayer en Santander no es la última que permanecía en un espacio público. Una escultura idéntica del dictador a caballo, realizada por

Foto: Franco todavía cabalga en Valencia
Franco todavía cabalga en Valencia

La estatua ecuestre de Francisco Franco retirada ayer en Santander no es la última que permanecía en un espacio público. Una escultura idéntica del dictador a caballo, realizada por el mismo escultor, José Capuz, aún puede verse en el patio de la antigua Capitanía General de Valencia. Desde esa atalaya, el Generalísimo sigue desafiando la Ley de Memoria Histórica, que obliga a eliminar todos los vestigios de la sublevación militar de 1936.

Capuz, nacido en Valencia en 1884 y fallecido en Madrid en 1964, esculpió cuatro figuras ecuestres del dictador por encargo del régimen franquista, idénticas y moldeadas en bronce: una se ubicó en Ferrol, ciudad natal de Franco; otra en Madrid, junto al edificio de Nuevos Ministerios; otra más en Santander, y la última en Valencia. De todas ellas, la única que todavía permanece sobre su pedestal y en un edificio público es la de Valencia.

La estatua, de siete metros de altura y casi seis toneladas de peso, se erige en el patio del antiguo convento de Santo Domingo, más tarde sede de la Capitanía General de Valencia y actualmente propiedad del Ministerio de Defensa. Pero ésta no ha sido su única ubicación.

Hasta 1983, la figura ecuestre de Franco ocupó un lugar privilegiado en Valencia: la actual Plaza del Ayuntamiento, entonces llamada del País Valenciano. En septiembre de aquel año -cuando el Gobierno de Felipe González aún se afanaba en sofocar el ruido de sables en los cuarteles-, la estatua fue retirada y trasladada a Capitanía General en medio de un ambiente tenso y crispado.

Si ayer en Santander el desmontaje de la estatua del dictador se vivió con absoluta normalidad -sólo algún nostálgico del régimen anterior hizo acto de presencia-, en 1983 el clima político que se respiraba en Valencia era mucho menos festivo, hasta el punto de que la mole ecuestre de Franco fue retirada por un grupo de operarios con los rostros cubiertos con pasamontañas para no ser identificados, y en medio de violentos enfrentamientos entre militantes de izquierda y grupos de ultraderecha.

De Serra a Chacón

Cuatro años antes, en 1979, el Ayuntamiento de Valencia ya había aprobado eliminar la estatua del centro de la ciudad, pero la firme oposición del capitán general de la 3ª Región Militar, el golpista Jaime Milans del Bosch, fue retrasando la iniciativa.

Hasta que, el 9 de septiembre de 1983 -con Milans ya encarcelado por su participación en la intentona militar de 1981-, el alcalde socialista Ricard Pérez Casado decidió que había llegado el momento. Eso sí, en plena madrugada, lo que no evitó que los operarios que retiraron la estatua del general -todos voluntarios- tuviesen que ser protegidos por la policía de una lluvia de piedras y bolas de plomo -que hirió a dos de ellos- lanzada por ultras enardecidos.

Pérez Casado convenció al ministro de Defensa de la época, Narcís Serra, para que negociase con el sucesor de Milans -el teniente general Manuel Vallespín- dónde trasladar la escultura, que, finalmente, fue instalada -en enero de 1984- en la entonces Capitanía General de Valencia. Y allí sigue.

La estatua es propiedad del Ayuntamiento de la ciudad, gobernado por Rita Barberá, del PP, pero el edificio público en el que se conserva pertenece al Ministerio de Defensa, cuya responsable es la socialista Carme Chacón. Esa doble titularidad ha hecho que, durante años, ambas administraciones se pasen la patata caliente del destino final de la escultura. Este mismo año, IU reclamó a Chacón su retirada, pero Defensa argumenta que debe ser su legítimo propietario -el Ayuntamiento- el que decida qué quiere hacer con ella. Mientras tanto, Franco seguirá cabalgando en Valencia.

La estatua ecuestre de Francisco Franco retirada ayer en Santander no es la última que permanecía en un espacio público. Una escultura idéntica del dictador a caballo, realizada por el mismo escultor, José Capuz, aún puede verse en el patio de la antigua Capitanía General de Valencia. Desde esa atalaya, el Generalísimo sigue desafiando la Ley de Memoria Histórica, que obliga a eliminar todos los vestigios de la sublevación militar de 1936.