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El Ejército pone el cartel de 'completo' ante la avalancha de parados que quieren alistarse
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UNO DE CADA CUATRO CANDIDATOS ES INMIGRANTE

El Ejército pone el cartel de 'completo' ante la avalancha de parados que quieren alistarse

Qué lejos quedan aquellos tiempos -aunque sólo han pasado seis años- en los que el desinterés de los jóvenes por las Fuerzas Armadas no dejó otra

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El Ejército pone el cartel de 'completo' ante la avalancha de parados que quieren alistarse

Qué lejos quedan aquellos tiempos -aunque sólo han pasado seis años- en los que el desinterés de los jóvenes por las Fuerzas Armadas no dejó otra salida al Ministerio de Defensa que autorizar el alistamiento de inmigrantes para garantizar la operatividad de las unidades. La mili obligatoria acababa de ser abolida, y la caída vertiginosa de solicitudes para ingresar en el Ejército profesional impedía cubrir las necesidades de los cuarteles. Era época de vacas gordas, el paro no estaba desbocado y el duro -y mal pagado- todo por la patria no ofrecía demasiados incentivos a unos adolescentes que preferían buscarse la vida por lo civil. Pero llegó la crisis económica y todo cambió. Ahora, decenas de miles de jóvenes han visto en el Ejército una salida a un presente de estrecheces y un porvenir más que incierto. Hasta el punto de que el departamento que dirige Carme Chacón ha decidido poner el cartel de completo ante la avalancha de desempleados que colapsan las oficinas de reclutamiento.

Si los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año han sido calificados de "austeros" por el vicepresidente Pedro Solbes, los de Defensa lo son aún más. El dinero destinado a los tres ejércitos sufrirá un recorte de casi un 4%, lo que ha obligado a Chacón a establecer en 81.000 efectivos el contingente total de soldados y marineros profesionales para 2009. El objetivo que persigue ese límite en el volumen de la tropa es reducir en lo posible la partida de gastos de personal, que se lleva la parte del león de los presupuestos del departamento. Y una de las consecuencias de esa decisión va a ser, inevitablemente, el brusco frenazo al reclutamiento, ya que, según las fuentes consultadas por El Confidencial, las Fuerzas Armadas cuentan actualmente en sus filas con casi 84.000 soldados, es decir, 3.000 más que el tope fijado para los siguientes 12 meses.

El salario sigue siendo escaso -unos 15.000 euros el primer año de servicio-, pero, a cambio, el Ejército ofrece cama, comida y formación gratuitas, además de estabilidad laboral y la posibilidad, para los más intrépidos, de un destino temporal en alguna de las misiones internacionales -Líbano, Kosovo, Afganistán...- en las que participan las Fuerzas Armadas. De ahí que, ante el crecimiento imparable del desempleo y la precariedad, que se ceban especialmente en los más jóvenes, y la certeza de que el porcentaje de parados se disparará en 2009, las solicitudes para ingresar en el Ejército hayan desbordado con creces las previsiones más optimistas.

Récords pulverizados

Defensa se niega a facilitar el volumen total de solicitudes presentadas hasta la fecha -un portavoz del departamento aseguró ayer a este periódico que no se darán a conocer hasta finales de año-, pero en muchas provincias las cifras de aspirantes a soldado están pulverizando todos los récords, como en el caso de Ávila, donde el número de solicitudes de alistamiento ha aumentado hasta casi un 150% con respecto al año anterior, según los datos proporcionados por diversas oficinas de reclutamiento. En Alicante, por ejemplo, han crecido un 75%, en Córdoba un 70% y en Murcia un 65%, registros muy similares a los alcanzados en otras provincias, sobre todo las de gran afluencia turística y mayor desarrollo urbanístico, que son las más castigadas por la crisis de la construcción y el consiguiente incremento del desempleo.

Un gran porcentaje de esas solicitudes, según las mismas fuentes, corresponde a jóvenes inmigrantes, otro de los colectivos más castigados por la crisis. Más del 25% de los expedientes tramitados en las subdelegaciones que Defensa tiene repartidas por toda España corresponde a extranjeros procedentes de Latinoamérica y Guinea Ecuatorial, los únicos, por razones culturales y lingüísticas, a los que se permite el acceso a las Fuerzas Armadas. Las restricciones al reclutamiento de inmigrantes fueron levantadas en 2002 tras la supresión del servicio militar obligatorio, precisamente para compensar el brusco descenso en el alistamiento de nacionales. El entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, del PP, fijó en un 2% el límite de extranjeros en los tres ejércitos, porcentaje que el socialista José Bono elevó más tarde al 7% y José Antonio Alonso, el antecesor de Chacón, al actual 9%.

Los captadores del Ejército de Tierra, la Armada y la Fuerza Aérea, militares profesionales cuya misión es reclutar soldados, continuarán desarrollando su labor, puesto que habrá que seguir cubriendo las vacantes que dejen quienes finalicen su contrato con las Fuerzas Armadas durante los próximos 12 meses. Pero, dada la abrumadora desproporción entre oferta y demanda de plazas provocada por la avalancha de solicitudes y los límites impuestos por Defensa al contingente de tropa profesional, la cifra de captadores también se reducirá considerablemente, así como las campañas públicas de alistamiento promovidas por el Gobierno.

Qué lejos quedan aquellos tiempos -aunque sólo han pasado seis años- en los que el desinterés de los jóvenes por las Fuerzas Armadas no dejó otra salida al Ministerio de Defensa que autorizar el alistamiento de inmigrantes para garantizar la operatividad de las unidades. La mili obligatoria acababa de ser abolida, y la caída vertiginosa de solicitudes para ingresar en el Ejército profesional impedía cubrir las necesidades de los cuarteles. Era época de vacas gordas, el paro no estaba desbocado y el duro -y mal pagado- todo por la patria no ofrecía demasiados incentivos a unos adolescentes que preferían buscarse la vida por lo civil. Pero llegó la crisis económica y todo cambió. Ahora, decenas de miles de jóvenes han visto en el Ejército una salida a un presente de estrecheces y un porvenir más que incierto. Hasta el punto de que el departamento que dirige Carme Chacón ha decidido poner el cartel de completo ante la avalancha de desempleados que colapsan las oficinas de reclutamiento.