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Los cachorros de Zapatero
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Los cachorros de Zapatero

Aún recuerda a su padre llorando, agarrado a su mano, mientras se manifestaban juntos contra el asesinato del senador Enrique Casas, a manos de ETA. Era

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Los cachorros de Zapatero

Aún recuerda a su padre llorando, agarrado a su mano, mientras se manifestaban juntos contra el asesinato del senador Enrique Casas, a manos de ETA. Era un niño de sólo nueve años, pero las lágrimas de su padre le vienen con frecuencia a la cabeza: entonces comprendió que ahí fuera "había un mundo trágicamente real" que marcaría su vida para siempre. Eduardo Madina tiene una prótesis por pierna izquierda, porque la real se la arrebató una bomba terrorista adosada a su coche. Tenía sólo 26 años y meses después murió su madre, con el corazón partido por la depresión. Cuando ETA visita una familia ya nada es igual: se hace la noche y la envuelve con una sombra de tristeza. Así lo declaró en el juicio.

Con sólo 32 años, Madina consiguió el pasado 9 de marzo una hito en la historia del País Vasco que sólo con el tiempo podrá ser apreciado en todo su alcance: por primera vez un socialista arrebató el bastión de Vizcaya al PNV, por primera vez el PSE ganó en las tres provincias vascas, por primera vez en 30 años ha primado la visión "de una sociedad laica, que releva el sentido épico y trascendente del nacionalismo por una visión racional de la política, más ilustrada, de marcada laicidad y que pone en valor la pluralidad". Este joven es uno de los cachorros de José Luis Rodríguez Zapatero, llegados al Congreso de los Diputados en 2004. El parlamentario, profesor asociado de universidad, planea encerrarse en su casa en Semana Santa a descansar, parapetado tras sus discos de música, para digerir tantos sentimientos: "superalegría envuelta en un marco de tristeza por el asesinato del compañero Isaías Carrasco", el ex concejal socialista de Mondragón (Guipúzcoa) muerto a tiros por los etarras tres días antes de los comicios.

Los cachorros de Zapatero conforman una generación de diputados de entre 30 y 40 años que inician su segunda legislatura y suponen el futuro del socialismo español. Zapateristas hasta la médula, están implicados en el desarrollo de ese republicanismo cívico que el presidente esgrime como bandera y que ha sacado de su filósofo de cabecera, el irlandés Philip Pettit, por consejo de su correligionario José Andrés Torres Mora. Un republicanismo que lleva a extender lo que ellos consideran derechos cívicos a los homosexuales, para equiparar su matrimonio al de la pareja tradicional, por ejemplo.

Todos ellos están próximos al núcleo duro de la dirección del PSOE, mantienen una relación personal entre sí y la mayoría ha llegado desde la periferia de España con el éxito de sus candidaturas bajo el brazo. Son los casos de Óscar López, diputado por Segovia y mano derecha de José Blanco en el partido; Antonio Hernando (Madrid); Francesc Vallès (Tarragona); Madina (Vizcaya); Daniel Fernández, Barcelona, coordinador de los parlamentarios del PSC, y gran muñidor de acuerdos; Meritxell Batet (también de Barcelona); Juan Moscoso, que paró la previsible caída en Navarra, o Álex Sáez (Gerona). De la misma generación son también la ministra Carme Chacón, con resultado histórico en Barcelona, y la secretaria de Estado Leire Pajín, pero ambas se embarcaron mucho antes, siendo muy jóvenes, con Zapatero y su corriente Nueva Vía con la que alcanzó la secretaría general del PSOE en el año 2000.

A Meritxell Batet se le atascaron durante la carrera las letras de cambio. Lloraba y le decía a su madre: "Si no fuera por la beca de Felipe, lo dejaba todo". Esta profesora de Derecho Constitucional define a su generación como aquella que alcanzó la mayoría de edad bajo los gobiernos del socialista Felipe González, los que de bisabuelos analfabetos llegaron a la formación universitaria gracias a las becas públicas. Casada con un parlamentario del PP "quizá su proyección política se ha recortado por esta circunstancia-, Meritxell no cree que su generación tenga que elaborar un nuevo relato político: "ya formamos parte del barco de Zapatero, estamos desarrollando este proyecto político". Argumenta que la ampliación de derechos civiles y una visión liberal de la sociedad, conforman un paradigma que no cabría en el socialismo clásico, pero sí en el proyecto puesto en marcha por el presidente del Gobierno.

Desde la visión de estos cachorros, la generación socialista de Felipe González se encargó de implantar el desarrollo del Estado del Bienestar, universalizar la sanidad y la educación, así como extender las grandes infraestructuras para conectar España. En cambio, opinan que la era de Zapatero se centrará en el republicanismo cívico, en consolidar y extender los derechos cívicos y sociales, así como en fomentar la economía del conocimiento a través de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación y extender la solidaridad española. "Esta será la legislatura del 0,7% y de la ayuda a los países en desarrollo", sentencia uno de los jóvenes.

A la espera de un nuevo relato político

"Nuestra generación todavía no tiene elaborado un nuevo capítulo del socialismo", reconoce otro de los cachorros de Zapatero. Tampoco tienen ninguna urgencia en escribirlo: su objetivo actual se centra en profundizar en el proyecto del líder socialista, pero aún les queda elaborar un relato político sobre el socialismo del futuro. "O puede que nunca lo hagamos y seamos cola de ratón", apostilla otro.

La mayoría de estos jóvenes está en la segunda línea, más allá del fuego cruzado entre las trincheras abiertas entre PSOE y PP en el Congreso. De ahí que mantengan una buena amistad entre sí y que se relacionen con cordialidad con los diputados de otros partidos que, como ellos, forman parte de esta generación que no conoció la dictadura y que se ha educado gracias a las ayudas públicas, bajo el manto protector de sus padres, pero que sufren las inseguridades surgidas de la globalización y el paro.

Es posible que cuando el presidente deje el poder, alguno de estos parlamentarios esté llamado a convertirse en el relevo del socialismo español, más allá de 2016. Así ocurrió con el mismo Zapatero, un diputado treintañero que sufría por el declive del PSOE en las postrimerías del felipismo, mientras tomaba cafés en el bar de la Cámara Baja con los compañeros de su generación que ahora son ministros, como Jesús Caldera. Todavía entonces no barruntaba un nuevo ciclo político para el PSOE, y ni se le había pasado por la cabeza que sería el presidente del Gobierno.

Aún recuerda a su padre llorando, agarrado a su mano, mientras se manifestaban juntos contra el asesinato del senador Enrique Casas, a manos de ETA. Era un niño de sólo nueve años, pero las lágrimas de su padre le vienen con frecuencia a la cabeza: entonces comprendió que ahí fuera "había un mundo trágicamente real" que marcaría su vida para siempre. Eduardo Madina tiene una prótesis por pierna izquierda, porque la real se la arrebató una bomba terrorista adosada a su coche. Tenía sólo 26 años y meses después murió su madre, con el corazón partido por la depresión. Cuando ETA visita una familia ya nada es igual: se hace la noche y la envuelve con una sombra de tristeza. Así lo declaró en el juicio.