Morir por 1.500 euros
“Como a conejos. Los mataron como a conejos y sin oportunidad de defenderse. Eran unos niños”. Es la frase más común que se oye en los
“Como a conejos. Los mataron como a conejos y sin oportunidad de defenderse. Eran unos niños”. Es la frase más común que se oye en los aledaños de los agentes enviados a Francia para investigar a la banda terrorista ETA. Tres balas, dos vidas. Las de Raúl Centeno y Fernando Trapero, 24 y 23 años, asesinados a quemarropa y a sangre fría en un atentado ocurrido en Francia el 1 de diciembre. Dos guardias civiles ilusionados por combatir el terrorismo que entregaron su vida por la patria en la que creen. Sólo así se concibe este sacrificio porque, si es por el sueldo, no hubieran llegado ni a la frontera. Ganaban poco más de 1.500 euros al mes. El poco más son 28,22 euros al día como dietas para alimentarse, dinero que tenían que adelantar y que se cobra un par de meses más tarde. La Guardia Civil no es RTVE, ni el Congreso.
Centeno y Trapero eran hijos del cuerpo, habían mamado el espíritu de la guardia civil desde niños. Raúl se preparó a conciencia para su vocación: cinturón negro de judo, boxeo, surf, motos… Era más experimentado que su compañero y había sido propuesto para una condecoración. Fernando –otro deportista, entrenado en motociclismo y portero de fútbol de afición- también poseía una felicitación en su hoja de servicios. El jueves regresó dentro de un féretro al lugar donde se formó, el Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada de Valdemoro (Madrid), el nido de los polillas, los hijos del cuerpo criados en esta institución bajo el lema Traditio, Honor, Fraternitas. “Adiós, polilla, adiós”, fue la canción centenaria con la que le despidieron sus compañeros tras el emotivo funeral de Estado. Sus biografías están descritas en Internet por sus compañeros del Grupo de Apoyo Operativo (GAO), a modo de agradecimiento.
Más de doscientos agentes secretos entregan lo mejor de sí mismos en Francia, el santuario de la banda. Donde la banda duerme, planea sus masacres y hasta invierte en inmuebles y empresas. Ponen escuchas, entran en las casas, hacen esperas muchas veces infructuosas y siguen a los terroristas para localizar sus madrigueras, sus pisos-franco. Luego viene la investigación de todos aquellos que se relacionan con sus objetivos… Así hasta lograr las exitosas detenciones relatadas en los informativos: “La policía francesa ha detenido a un miembro de ETA durante un control de carreteras”, es una de las informaciones que suelen difundir los medios de comunicación y que esconde horas y horas de investigación, de trabajo conjunto entre policías españoles y franceses.
Sus compañeros están destrozados
“Es un trabajo vocacional. No se paga con dinero: las esperas, las horas de vigilancia, alejado de tu familia, sin poder hablar con nadie… Es muy complicado, muchas veces acabas en nada, pero también te da satisfacciones cuando detienes a alguien”, relata un ex agente.
Los que están ahora trabajando en suelo francés se niegan a hablar con la prensa. Han redoblado su seguridad, los guardias ya no van a pares como es tradición, sino en grupo. Han alterado también sus rutinas, sus relevos… Y están destrozados por el asesinado a sangre fría de dos compañeros, un atentando ni esperado ni prevenido: hacía treinta y un años que ETA no se atrevía a atacar a los policías españoles en Francia. “Les ha pillado a contrapelo, no acaban de entenderlo, no se lo esperaban”, son las frases que se recopilan entre quienes han hablado con ellos.
Van y vienen de Madrid, donde están las jefaturas antiterroristas de policía y guardia civil. En Francia trabajan en operaciones concretas con los policías franceses, en alguna de las cuatro comisarías conjuntas. La colaboración francesa en el siglo XXI no tiene nada que ver con la tragedia de la década de los años 80 y principios de los 90, cuando los terroristas eran considerados refugiados políticos y España era su coto de caza. Entonces los policías descubiertos allí investigando eran soltados en la frontera después de intensas gestiones diplomáticas. Y hasta se dio el caso de una protesta diplomática porque la policía española había osado poner micrófonos en una playa para grabar una reunión de la cúpula de ETA. En esa época se dio el gran golpe contra la banda, que inició su declive con el descubrimiento en 1986 de un zulo en la empresa Sokoa (un transmisor colocado por la guardia civil en un lanza-misil que habían comprado los etarras a un traficante permitió localizar el mayor material de la organización terrorista, desde su contabilidad, hasta sus extorsiones, sus armas…).
Lágrimas por un policía español
De la desconfianza inicial y la colaboración a regañadientes, a la caída de la cúpula etarra en Bidart (1992) y la instalación de comisarías conjuntas a partir de 2002. Desde entonces se han ido entretejiendo las relaciones personales entre policías franceses y españoles, hasta el punto de que los galos acompañaron a la familia de Trapero en su agonía en un hospital de Bayona, donde ingresó el día del atentado en estado de muerte cerebral. Y lloraron con sus compañeros españoles cuando al joven se le paró el corazón el miércoles 5 de diciembre.
La misión de los dos guardias asesinados era colocar los micrófonos, las cámaras de vigilancia y los aparatos de rastreo. Unas tareas técnicas para las que se consideró que no necesitaban pistola. La mayoría de los agentes destinados allí no la llevan, como tampoco los franceses que vienen a España: sólo se autorizan en el caso de una operación conjunta y limitada dirigida por un juez. Los sindicatos policiales han pedido que se revisen estos protocolos al entender que se precisan para la autodefensa y que ellos son igual de responsables en España que en Francia para portar las armas.
Centeno y Trapero pertenecían a los GAO y estaban adscritos a la Unidad Central Especial (UCE-1), del Servicio de Información de la Benemérita, encargada de la lucha contra ETA. Ambos habían pasado exámenes muy rigurosos para entrar en ese cuerpo de élite y acababan de llegar a Francia cuando fueron asesinados a bocajarro. “Llevaban allí tres días”, sostienen en fuentes policiales.
Buscaban a ‘Txeroki’, el que rompió la tregua
Fueron ejecutados justo después de instalar unas cámaras de vigilancia para una gran operación franco-española en la que se pretendía dar caza al nuevo líder de los comandos militares, a Garikoitz Aspiazu, Txeroki o Arrano (águila). El terrorista surgido de la kale borroka, educado en una ikastola de la izquierda radical de Bilbao y considerado como el autor de la ruptura de la tregua ofrecida por Josu Ternera a José Luis Rodríguez Zapatero. Fue el ejecutor material del asesinato, en 2001, del juez José María Lidón en Algorta (Vizcaya).
La operación era compleja y muy arriesgada: Txeroki es un adicto a la electrónica y la criptografía –la comunicación segura a través de código de encriptación- y ha copiado de Al Qaeda la idea de crear comandos autosuficientes, como si fueran redes independientes, que sólo dependen de sus instrucciones.
Nada más colocar las cámaras de vigilancia, Centeno y Trapero entraron en una cafetería de Capbreton, una pequeña localidad costera francesa. Tres terroristas los vieron en la cafetería… y los asesinaron cuando regresaban a su coche. Dos de ellos han sido detenidos y no se descarta que el tercero sea el propio Txeroki. Tres balas disparadas a quemarropa acabaron con las vidas de dos jóvenes, hijos de guardias civiles, que soñaron con acabar con la pesadilla del totalitarismo etarra y fueron cazados “como a conejos”.
“Como a conejos. Los mataron como a conejos y sin oportunidad de defenderse. Eran unos niños”. Es la frase más común que se oye en los aledaños de los agentes enviados a Francia para investigar a la banda terrorista ETA. Tres balas, dos vidas. Las de Raúl Centeno y Fernando Trapero, 24 y 23 años, asesinados a quemarropa y a sangre fría en un atentado ocurrido en Francia el 1 de diciembre. Dos guardias civiles ilusionados por combatir el terrorismo que entregaron su vida por la patria en la que creen. Sólo así se concibe este sacrificio porque, si es por el sueldo, no hubieran llegado ni a la frontera. Ganaban poco más de 1.500 euros al mes. El poco más son 28,22 euros al día como dietas para alimentarse, dinero que tenían que adelantar y que se cobra un par de meses más tarde. La Guardia Civil no es RTVE, ni el Congreso.