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El Gobierno de Zapatero y los socialistas catalanes viven su peor crisis de toda la legislatura por culpa de Magdalena Álvarez
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El Gobierno de Zapatero y los socialistas catalanes viven su peor crisis de toda la legislatura por culpa de Magdalena Álvarez

A primeros de noviembre del 2006, un alto dirigente del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) mantuvo una tensa conversación telefónica con un alto dirigente del

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El Gobierno de Zapatero y los socialistas catalanes viven su peor crisis de toda la legislatura por culpa de Magdalena Álvarez

A primeros de noviembre del 2006, un alto dirigente del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) mantuvo una tensa conversación telefónica con un alto dirigente del PSOE. No hubo insultos, pero sí palabras un poco subidas de tono. El cargo del PSOE intentaba que el entonces candidato socialista en las autonómicas catalanes, José Montilla, hablase con el president de Unió Democràtica de Catalunya, Josep Anton Duran i Lleida o con el president de CiU, Artur Mas. Cuando la secretaria del dirigente catalán le avisó de una de las múltiples e insistentes llamadas, éste rehusó ponerse al teléfono y mandó a tomar viento a su interlocutor. Lo que pretendía la cúpula socialista española era la operación denominada “sociovergencia”, es decir, un gran pacto entre CiU y PSC para gobernar Catalunya. Montilla, en aquellos momentos, ya había entablado conversaciones con ERC y con ICV para reditar el gobierno tripartito en la Generalitat y se salió con la suya.

Fueron momentos duros para la cúpula del PSC, que temía perder la presidencia de la Generalitat por las negociacions entre bastidores de dos barones del PSOE, que intentaban pactar en la sombra con su enemigo secular, CiU. Un año después, la situación sigue siendo exactamente la misma. Las direcciones de los partidos socialistas español y catalán no mantienen relaciones fluidas ni siquiera en tiempos de crisis. “Han de saber que el PSC es un partido distinto del PSOE y hay algunos dirigentes que creen que son omnipotentes. Las decisiones que afectan a Cataluña se han de tomar aquí, porque somos nosotros quienes conocemos los problemas de los ciudadanos y cómo afrontarlos, además de ser un partido distinto del PSOE”, dice un miembro de la dirección del PSC.

Ministra “incomunicada”

El caos ferroviario ha plasmado como nada la situación que se vive. La ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, ha actuado desde el inicio de su mandato sin hablar con ninguna autoridad catalana Las decisiones de Fomento sobre el trazado de la línea ferroviaria o sobre decisiones estratégicas jamás fueron comentadas con las administraciones autonómica o locales de Cataluña. La mañana que decidió que la concesión para construir el túnel del AVE por debajo de la capital catalana se aplazaba, no lo comunicó a nadie. El presidente de la Generalitat y el alcalde de Barcelona se enteraron por los periodistas de que el tema se había caído del orden del día del consejo de la autoridad ferroviaria ministerial. Y Magdalena Alvarez, aconsejada por sus allegados, llamó al alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, cuando el tema ya estaba negro sobre blanco.

El enfado de los políticos catalanes fue enorme. Hereu había apostado -en solitario- por el trazado que se había pactado y su campaña se había basado, en buena medida, en este tema. Pero la comunicación con Madrid había sido nula. Lo mismo sucedía con la Generalitat. “Es que yo a Nadal no lo entiendo”, llegó a exclamar la ministra refiriéndose al consejero de Política Territorial y Obras Públicas de la Generalitat, Joaquim Nadal, para justificar la falta de relación. El resultado de esta ausencia de química se resume en una palabra: incomunicación. Pero esta incomunicación abarca otros ámbitos: Alvarez no se habla tampoco con el presidente José Montilla, que tiene como interlocutores habituales en el Gobierno central al presidente José Luis Rodríguez Zapatero o a la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. Esta es también la que ha departido con más asiduidad con el consejero de Obras Públicas.

A primeros de noviembre del 2006, un alto dirigente del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) mantuvo una tensa conversación telefónica con un alto dirigente del PSOE. No hubo insultos, pero sí palabras un poco subidas de tono. El cargo del PSOE intentaba que el entonces candidato socialista en las autonómicas catalanes, José Montilla, hablase con el president de Unió Democràtica de Catalunya, Josep Anton Duran i Lleida o con el president de CiU, Artur Mas. Cuando la secretaria del dirigente catalán le avisó de una de las múltiples e insistentes llamadas, éste rehusó ponerse al teléfono y mandó a tomar viento a su interlocutor. Lo que pretendía la cúpula socialista española era la operación denominada “sociovergencia”, es decir, un gran pacto entre CiU y PSC para gobernar Catalunya. Montilla, en aquellos momentos, ya había entablado conversaciones con ERC y con ICV para reditar el gobierno tripartito en la Generalitat y se salió con la suya.