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Calvo Sotelo acusa a Zapatero de romper con la Transición y querer volver a los años treinta
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Calvo Sotelo acusa a Zapatero de romper con la Transición y querer volver a los años treinta

Duras palabras las pronunciadas ayer, a puerta cerrada, por Leopoldo Calvo Sotelo durante su discurso de toma de posesión como miembro del Consejo de Estado. Ante

Foto: Calvo Sotelo acusa a Zapatero de romper con la Transición y querer volver a los años treinta
Calvo Sotelo acusa a Zapatero de romper con la Transición y querer volver a los años treinta

Duras palabras las pronunciadas ayer, a puerta cerrada, por Leopoldo Calvo Sotelo durante su discurso de toma de posesión como miembro del Consejo de Estado. Ante los representantes de las más altas instituciones, el segundo presidente de la democracia acusó al actual jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, de haberse propuesto “una ruptura” con el consenso instituido a partir de 1976, de descalificar la Transición y, aún más, de buscar la legitimación de su poder en los terribles años treinta del siglo pasado.

Calvo Sotelo llevaba tiempo preocupado por la actual situación política española, según su entorno. Así que ayer optó por aprovechar su discurso de aceptación del cargo de consejero de Estado para decir lo que pensaba. En concreto aseguró que, cuando lograron la democracia, creía que habían superado “dos siglos de zozobra política” y que España había arrumbado sus “demonios congénitos en el muladar de la historia y olvidados allí para siempre”, según fuentes de los asistentes al acto. A renglón seguido, reconoció su preocupación por la situación política actual y proclamó:

“En marzo de 2004 la política española se aventuró por una senda radicalmente nueva; el nuevo Gobierno se propuso una ruptura con lo que se venía haciendo trabajosa y eficazmente desde 1976, descalificó la Transición entendida como tierra firme sobre la que cimentar las reformas necesarias, negó la tercera vía –ni 1931 ni 1939- y, en un arriesgado ejercicio de funambulismo histórico, saltó sobre nuestra historia reciente para buscar en los nefastos años treinta del siglo pasado una legitimación que no encontraba en éste”.

El ex presidente de Gobierno con UCD reconoció que “algunos valiosos vidrios” se han roto “en este equivocado proceso” e hizo un llamamiento a los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP, para que recuperen el consenso y la unidad, ya que hoy están “temerariamente enfrentados”. Al mismo tiempo, instó a recuperar la sensatez y seguir la recomendación cervantina del Maese Pedro al joven titiritero: “Llaneza, muchacho, y no te encumbres”.

Previamente el presidente del Consejo de Estado, Francisco Rubio Llorente, había pronunciado un discurso de bienvenida en el que destacó que era “de agradecer” al actual Gobierno de Zapatero el nombramiento de de Calvo Sotelo, ya que se trata del primer Ejecutivo que asegura la presencia institucional de los ex presidentes en el máximo órgano consultivo del Estado.

Pasado mitificado

Según testigos presenciales, Rubio Llorente destacó los logros de la gestión de Calvo Sotelo (febrero de 1981 a diciembre de 1982) al reconocer su contribución a la democracia, el haber sido el presidente que metió a España en la OTAN –“lo dijo sin retranca”, añaden las mismas fuentes- y el que alcanzara los pactos autonómicos de 1981, que dieron paso al Estado de las Autonomías. Y “como sería injusto reprochar” que de aquellos polvos llegaron estos lodos, argumentó Rubio Llorente, también sería injusto reprochar los esfuerzos que se hacen ahora para corregir los defectos autonómicos “en nombre de un pasado mitificado”. Era su forma de aludir a las críticas suscitadas con la reforma territorial emprendida por Zapatero.

Duras palabras las pronunciadas ayer, a puerta cerrada, por Leopoldo Calvo Sotelo durante su discurso de toma de posesión como miembro del Consejo de Estado. Ante los representantes de las más altas instituciones, el segundo presidente de la democracia acusó al actual jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, de haberse propuesto “una ruptura” con el consenso instituido a partir de 1976, de descalificar la Transición y, aún más, de buscar la legitimación de su poder en los terribles años treinta del siglo pasado.