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Zapatero levanta ampollas entre los socialistas con sus alusiones a Alfonso Guerra durante el debate
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Zapatero levanta ampollas entre los socialistas con sus alusiones a Alfonso Guerra durante el debate

El debate de admisión a trámite del Estatuto de Cataluña vivía ya sus últimos momentos. El presidente del Gobierno tomaba la palabra en lo que parecía

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Zapatero levanta ampollas entre los socialistas con sus alusiones a Alfonso Guerra durante el debate

El debate de admisión a trámite del Estatuto de Cataluña vivía ya sus últimos momentos. El presidente del Gobierno tomaba la palabra en lo que parecía el colofón final a su enfrentamiento cuerpo a cuerpo con Mariano Rajoy. Entonces, cuando muy pocos lo esperaban, Zapatero se refirió a su compañero de partido Alfonso Guerra, a la sazón presidente de la Comisión Constitucional que tendrá que llevar el peso de la reforma del polémico proyecto en el Congreso y quien ya había manifestado públicamente su opinión contraria al texto.

La alusión comenzó como un elogio –“en estos escaños se sienta una persona que tiene una gran autoridad constitucional, una gran autoridad del proceso constituyente”- y acabó como una puñalada al recordarle que, en el lejano 1979, cuando se discutía el vigente texto de Estatuto de Cataluña, él afirmó en una intervención parlamentaria que veía “España como nación de naciones, España como conjunto de nacionalidades y regiones organizadas jurídicamente en un Estado de autonomías constitucionalmente garantizadas”. La alusión, que arrancó aplausos en la bancada socialista, provocó sin embargo un enorme malestar entre el sector guerrista del PSOE, abiertamente contrario al proyecto de sus compañeros del PSC.

Un malestar, por otra parte, que ya se había visto plasmado en pequeños gestos, casi imperceptibles, durante toda la jornada. Desde los no-aplausos de la ministra María Antonio Trujillo –muy cercana al presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, abiertamente opuesto al Estatut-, a la sonrisa irónica que el guerrista Pepe Acosta mantenía mientras seguía la intervención de Rodríguez Zapatero junto a los periodistas en lugar de desde su escaño. Pero la prevención sobre lo que podría ocurrir en el sector guerrista por parte del Gobierno venía de atrás.

Fue el pasado miércoles 26 cuando, después de almorzar en Moncloa con los cuatro constitucionalistas en cuyo informe basó su discurso en el Congreso, el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, se puso en contacto telefónico con el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, y con el portavoz parlamentario, Pérez Rubalcaba, para que pidieran discreción y, a ser posible, silencio, a los dirigentes socialistas más reticentes con el proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña que el Congreso de los Diputados acaba de tomar en consideración.

Consigna de silencio

La petición trasladada por Blanco y Rubalcaba se acompañaba de ciertas garantías sobre la firmeza que el grupo parlamentario socialista mostrará, caso por caso, cuando comiencen a tramitarse las distintas enmiendas al articulado, dentro de dos meses aproximadamente. Algo parecido a esa consigna de silencio es lo que ha flotado dentro y fuera de los pasillos de la Cámara después del vivo debate del miércoles 2, que se prolongó hasta bien entrada la madrugada. Durante la jornada de tarde después del discurso del presidente Zapatero, era un comentario generalizado entre los informadores la escasa presencia de dirigentes socialistas en los típicos corrillos.

Diputados como José Acosta, Alfonso Guerra, Fernández Marugán, o el propio ministro José Bono, rehuyeron visiblemente a los periodistas interesados en conocer su valoración sobre el discurso inicial de Rodríguez Zapatero con distintas excusas.

Solamente el presidente de Extremadura, Rodríguez Ibarra, se descolgó ayer con unas irónicas declaraciones en las que mostraba su perplejidad por el discurso de su compañera catalana, Manuela de Madre, en relación con la explotación que, “al parecer”, dijo, las regiones pobres estamos sometiendo a las ricas.

El debate de admisión a trámite del Estatuto de Cataluña vivía ya sus últimos momentos. El presidente del Gobierno tomaba la palabra en lo que parecía el colofón final a su enfrentamiento cuerpo a cuerpo con Mariano Rajoy. Entonces, cuando muy pocos lo esperaban, Zapatero se refirió a su compañero de partido Alfonso Guerra, a la sazón presidente de la Comisión Constitucional que tendrá que llevar el peso de la reforma del polémico proyecto en el Congreso y quien ya había manifestado públicamente su opinión contraria al texto.

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