Garmin contra Strava: la guerra que amenaza el entrenamiento de 'runners' y ciclistas
Strava ha demandado a Garmin y amenazó con romper la conectividad entre ambos, mientras prepara su salida a bolsa en 2026
Garmin y Strava, dos gigantes de la industria del deporte, han iniciado una batalla con consecuencias imprevisibles. Entre ellas podría estar que se dificulten los entrenamientos de millones de deportistas profesionales y amateurs, en disciplinas como el running, el trail, la natación o el ciclismo.
Garmin y Strava son dos nombres de compañías americanas que son, hoy por hoy, el santo grial del entrenamiento de fondo a nivel mundial. Una fabrica los relojes y sensores GPS que captan datos; la otra los convierte en comunidad, en comparación y en motivación. Juntas, han redefinido el entrenamiento moderno. Pero esa alianza tecnológica, que parecía inquebrantable, ha terminado en los tribunales. Ante las preguntas de este medio, un portavoz de Garmin ha señalado que la empresa “no comenta litigios pendientes”, y, desde Strava, recuerdan que no están de acuerdo con Garmin.
"Lamentablemente, no podemos comentar sobre las disputas en curso. Si bien no estamos de acuerdo con la extensa atribución de marca que Garmin está imponiendo, la conectividad ininterrumpida para el subconjunto de nuestra comunidad que usa Garmin sigue siendo nuestra principal prioridad. Además, hemos decidido que, de ahora en adelante, daremos una atribución similar a todos nuestros socios de dispositivos para ser justos. Nuestro objetivo es que la atribución de marca sea lo menos intrusiva posible y creemos que es lo correcto, considerando los cambios obligatorios que Garmin solicita a todos los desarrolladores que implementen antes del 1 de noviembre", señala a este medio un portavoz de Strava.
La bomba estalló cuando Strava decidió plantarse frente a Garmin con una querella en Estados Unidos y la amenaza de no conectar los datos a partir del 1 de noviembre. A finales de septiembre, Strava presentó una demanda contra Garmin ante un tribunal federal de Colorado (EEUU). La acusación es doble: infracción de patentes y ruptura de un acuerdo de cooperación firmado en 2015, que fijaba los límites del uso compartido de tecnología y conocimiento entre ambas empresas.
El conflicto enfrenta a dos de los mayores gigantes de la industria deportiva. Garmin, que fabrica relojes y otras herramientas como ciclocomputadores para bicicleta que pueden llegar a los 2.000 euros, cotiza desde el año 2000 –primero en el Nasdaq y desde 2021 en Wall Street–. Es decir, es una de las tecnológicas que nació al calor de la burbuja puntocom y sobrevivió a la misma. Ahora está en máximos históricos, con una capitalización de 48.000 millones de dólares, unos 41.000 millones de euros. Mientras, Strava, que sirve para chequear datos de actividades deportivas y también funciona como red social, fue valorada en mayo en 2.200 millones de dólares en una ronda de financiación, y prepara su salida a bolsa para el año que viene con Goldman Sachs y JP Morgan.
Trasfondo jurídico
La batalla tiene interés desde el ámbito jurídico y, por supuesto, en el deportivo. En el primero, porque cada vez hay más batallas en torno a la propiedad intelectual, y, en el segundo, porque son las herramientas o aplicaciones más usadas por millones de usuarios. Strava publicó recientemente que tiene 50 millones de usuarios activos mensuales.
El trasfondo jurídico también tiene implicaciones globales. La cuestión no es solo si Garmin copió o no las funciones de Strava, sino si puede patentarse una idea tan extendida como comparar tramos o mostrar rutas populares. Las llamadas software patents en Estados Unidos siguen siendo un terreno resbaladizo, especialmente en ámbitos donde los límites entre innovación y funcionalidad básica son difusos. Una victoria de Strava sentaría un precedente importante y podría forzar a otros fabricantes a pagar licencias por tecnologías que hasta ahora consideraban genéricas.
La cuestión no es solo si Garmin copió o no las funciones de Strava, sino si puede patentarse una idea tan extendida como comparar tramos
“En EEUU, el tribunal compara, punto por punto, lo que incluye la reivindicación de la patente con la función acusada: si cada elemento reivindicado está presente, hay infracción. Si falta alguno, el titular aún puede invocar la “equivalencia”, pero solo cuando la función cuestionada cumple sustancialmente la misma finalidad, del mismo modo y con el mismo resultado”, explica Carolina Montero, socia de Propiedad Industrial e Intelectual de Ecija.
“El litigio entre Garmin y Strava es un caso muy representativo de los desafíos que plantea la innovación en el sector tecnológico, donde colaboración, interoperabilidad y competencia pueden ir de la mano. En este tipo de disputas, el principal perjudicado suele ser el consumidor final, que puede ver alterado o en riesgo el uso normal de la tecnología cuando ambas partes tensan la cuerda. Es una muestra clara de cómo las relaciones empresariales pueden volverse frágiles en un entorno tan dinámico y dependiente de la interconexión tecnológica”, asegura Juan Oriol, socio de Oriol-IP.
“Más allá del enfrentamiento puntual, en su conjunto se trata de un asunto interesante, complejo y muy actual, ya que se pueden entrecruzar cuestiones de derecho de patentes, propiedad intelectual, derecho de la competencia, contratación mercantil, confidencialidad y secreto empresarial e incluso reputación corporativa. Seguramente exista también un componente empresarial estratégico que desconocemos. Este tipo de litigios suelen resolverse mejor mediante negociación y acuerdo confidencial, ya que ambas compañías tienen mucho que perder prolongando un litigio así en los tribunales”, agrega Oriol.
Las partes se defienden
Strava sostiene que el fabricante de relojes ha utilizado información adquirida en esa colaboración para desarrollar funciones casi idénticas a las suyas —los célebres Segments y los Heatmaps— sin licencia ni consentimiento.
Los documentos, adelantados por las webs especializadas DC Rainmaker y Business Insider, detallan que Garmin habría lanzado “productos y servicios que incorporan sustancialmente la misma tecnología” protegida por las patentes de Strava. La empresa californiana pide medidas cautelares que obliguen a detener la venta de los dispositivos infractores y una indemnización por daños. “Garmin ha explotado la relación de cooperación en su propio beneficio y en detrimento de Strava”, se lee en uno de los pasajes de la demanda.
“En este caso, donde hay varios elementos, reloj, app y nube, hay que demostrar quién controla el conjunto y que todos los pasos se ejecutan como describe la reivindicación. Si esa cadena probatoria es sólida, el juez tiene base para concluir que la tecnología discutida cae dentro del alcance de la patente”, afirma Montero.
Un gesto duro a través del logo
La denuncia llegó acompañada de un gesto casi político. En paralelo al litigio, Garmin comunicó a sus socios que, a partir del 1 de noviembre, todas las actividades registradas con sus dispositivos y subidas a Strava deberían incluir una marca visible de origen —el logotipo “Garmin”— en los gráficos, imágenes o resúmenes de actividad.
Era un cambio aparentemente menor, pero de gran calado simbólico. Strava se veía obligada a convertirse en escaparate publicitario de su socio tecnológico. La empresa reaccionó con dureza, acusando a Garmin de forzar una medida “innecesaria” que afectaría a la experiencia de los deportistas.
La disputa trascendió enseguida a los foros. El 3 de octubre, Matt Salazar, director de producto de Strava, se dirigió directamente a los usuarios desde la red social Reddit para “aclarar las cosas”. “Creemos que los datos de tus actividades te pertenecen a ti, no a las marcas que fabrican tus dispositivos”, escribió. “Ya proporcionamos atribución a nuestros socios de datos, pero Garmin quiere usar Strava —y a todos los demás— como una plataforma publicitaria. Nos dijeron que les importa más su marketing que tu experiencia de usuario”.
Su intervención, sin embargo, se volvió en su contra. Los comentarios se llenaron de críticas hacia Strava, acusada de hipocresía por decisiones pasadas que limitaron el acceso a su API o impusieron su propio sello de marca en servicios de terceros. “No creo ni por un segundo que estéis defendiendo a los usuarios”, replicaba un participante. “Strava fingiendo proteger los datos de los deportistas es de lo más irónico que he leído”. El hilo acumuló miles de reacciones y acabó borrado de la portada del foro por los moderadores.
Estrategias diferentes
Garmin, fiel a un estilo más hermético, declinó comentar el litigio en curso. Su única comunicación pública fue una nota en su web. “No realizamos declaraciones sobre casos pendientes”. Pero en los despachos, la presión surtió efecto. Días después, Strava cambió de tono y reconoció que acataría la norma de atribución para evitar una ruptura técnica que habría dejado sin sincronización a millones de usuarios. La amenaza de desconexión quedó desactivada, al menos temporalmente.
El conflicto, sin embargo, no es un episodio aislado. Suunto, el histórico fabricante finlandés de relojes deportivos y dispositivos de montaña, presentó el 3 de octubre de 2025 una demanda separada contra Garmin ante el Tribunal del Distrito Este de Texas. La acción judicial acusa al grupo estadounidense de infringir varias patentes relacionadas con tecnologías de posicionamiento GPS, sensores de rendimiento y algoritmos de sincronización.
Este movimiento revela una batalla soterrada por quién controla la innovación en el hardware y el software del deporte conectado. “Estamos asistiendo a una fase de fragmentación en el ecosistema”, explica el responsable de una tienda especializada de running en Madrid. “Lo que hasta ahora era colaboración se ha convertido en territorio de guerra”.
En caso de prosperar las demandas, lo habitual es un desenlace económico. “Una indemnización por daños —bien por beneficios dejados de obtener, bien mediante un canon (royalty) “razonable” cuando no se pueden cuantificar— y, si la empresa mantiene la función en el mercado, un canon periódico hacia adelante mientras siga usándola. Si el juez aprecia una infracción intencional, la indemnización puede aumentarse. En la práctica, muchos casos se cierran con un acuerdo de licencia y ajustes de software para desactivar o modificar la función, sin retirar el dispositivo del mercado. En EEUU se da la peculiaridad de que se pueden imponer, incluso, daños punitivos, a diferencia de Europa, donde no están permitidos”, asegura la socia de Ecija.
Un ejemplo de esto sucedió en 2020. Peloton, compañía estadounidense que popularizó la bici estática conectada con clases en ‘streaming’ y una leaderboard en tiempo real, demandó a Flywheel Sports, cadena de estudios de ‘indoor cycling’ que también lanzó una bici para casa con clases online. El pleito se cerró con un acuerdo por el que Flywheel reconoció haber copiado la tecnología de la leaderboard de Peloton y se comprometió a retirar esa funcionalidad (con un plazo de alrededor de 60 días) y a cesar el uso de las patentes de Peloton; en paralelo, se anunció el fin de las clases online de Flywheel y un programa de canje para que los dueños de su bici pudieran pasar a una de Peloton.
El otoño de la maratón
El impacto sobre los usuarios no es menor. La demanda de Strava ha irrumpido justo en el momento más sensible del calendario, con las grandes carreras de otoño —Chicago, Ámsterdam, Valencia o Nueva York— a pocas semanas de celebrarse. Las redes se llenaron de mensajes alarmistas sobre la posibilidad de que los entrenamientos dejaran de sincronizarse, una hipótesis que, aunque improbable a corto plazo, expone la vulnerabilidad del corredor moderno. “Dependemos de un ecosistema digital que no controlamos”, señala el mismo experto.
Muchos deportistas, entrenadores o clubes basan sus actividades en Garmin, en Strava o en ambos. Un conflicto que obligara a alguna de las entidades a modificar su oferta, o si finalmente dejan de estar conectadas, llevaría a cambios drásticos.
“Son dos aplicaciones diferentes, aunque las dos monitorizan al atleta. En montaña le doy más importancia a Garmin, por los mapas GPS. Se pueden elaborar y diseñar rutas, y se pueden descargar rutas e información”, explica Jorge Benito Hernández, presidente del club de trail y montaña Las Cabras Azules.
Pero no hay consenso al respecto. “Los segmentos y la creación de rutas a través de Strava los veo mucho mejor que Garmin desde mi visión de deportista. Pudiéndolo hacer desde Garmin de forma gratuita, pago la suscripción de Strava, ya que para mí es más completa y funciona mucho mejor”, opina Víctor Valldecabres, entrenador de trail y responsable del club OptimaSport.
Aun así, cree que sería más difícil para entrenadores y deportistas sustituir a Garmin que a Strava, que es quien por ahora ha reculado con su amenaza: “Garmin no se puede sustituir, a no ser que utilices otra marca de reloj, ya que lo necesitas para obtener los datos del entrenamiento. Y grabar la actividad desde la app de Strava no es práctico, porque no puedes ir corriendo con el móvil en la mano, es mucho más cómodo llevar un reloj y ver las métricas al momento en el reloj mientras entrenas. Strava necesita de Garmin, porque la mayoría de sus usuarios utilizan relojes Garmin, el 90 % de mis deportistas tienen Garmin y solo el 10 % otra marca. Si no se pasan los datos de Garmin a Strava, Strava perdería muchísimos usuarios. Y, por otra parte, para los usuarios de Garmin perder las funcionalidades de Strava sería un problema, ya que es la gran red social del running y ciclismo ahora mismo con diferencia. La gente hasta liga por Strava. Se crea una comunidad muy grande con los segmentos, los rankings, clasificaciones por grupos de amigos, etc.”.
Por su parte, Manuel Brihuega, entrenador de ciclismo y triatlón, y responsable del club y grupo de entrenamiento ciclista Bestyourself, ve utilidad a ambas: “Uso las dos plataformas para los deportistas con los que trabajo. Strava es muy intuitivo para diseñar rutas, pero como se vuelcan los datos del deportista es con Garmin. Si tuviera que elegir una sería Garmin, pero las dos aportan datos clave para analizar el entrenamiento o la competición de un deportista”.
Otros entrenadores restan importancia al conflicto, en la medida en que hay más proveedores de datos aparte de Garmin, y que Strava puede ser sustituible. Eso sí, cualquier reloj o ciclocomputador es una inversión importante, de cientos de euros o hasta 2.000 euros, según funcionalidades. Y Garmin es el que más se usa.
“Garmin tiene mucha importancia en la recopilación de datos, pero hay otras marcas en el sector como Karoo, Wahoo o Coros, entre otras muchas. Los entrenadores no solemos trabajar directamente con Garmin como tal, pero sí que es cierto que es uno de los dispositivos más utilizados por nuestros deportistas”, indica Eduardo Talavera, entrenador de ciclismo, fundador de A Umbral y colaborador de BiciLab, que añade: “Strava no tiene ninguna relación con la parte de entrenamiento, está más enfocada al entretenimiento. A día de hoy solemos utilizar aplicaciones como TrainingPeaks o Intervals.icu”.
Por ahora, ambas compañías han optado por la contención. Garmin ha reforzado su mensaje corporativo sobre respeto a la propiedad intelectual y Strava ha insistido en que “seguirá defendiendo su innovación”. Ninguna parece dispuesta a ceder, aunque ambas saben que una ruptura total dañaría tanto su reputación como su negocio. El pulso, más allá de los tribunales, se libra en la percepción pública: quién logra aparecer como la parte que defiende la experiencia de los deportistas.
Garmin y Strava, dos gigantes de la industria del deporte, han iniciado una batalla con consecuencias imprevisibles. Entre ellas podría estar que se dificulten los entrenamientos de millones de deportistas profesionales y amateurs, en disciplinas como el running, el trail, la natación o el ciclismo.