Las empresas españolas que se hicieron MAGA antes de Trump: "No estamos dando palmas"
Power Electronics, PVH, Gestamp… La guerra arancelaria les coge situados con fábricas dentro de Estados Unidos, pero la dependencia exterior de las cadenas de suministro neutraliza posibles beneficios
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"Si hay aranceles nos iremos a fabricar a Estados Unidos lo más rápido posible. Allí nos sentimos mucho más protegidos que aquí, porque aquí no nos sentimos nada protegidos, cero protegidos". La frase la pronunció el vicepresidente de Power Electronics, Lalo Salvo, el pasado 29 de enero, en el marco del congreso que cada año organiza la Avaesen, la asociación de empresas de energías renovables y otras tecnologías limpias de la Comunitat Valenciana.
La afirmación cayó como una bomba en la fábrica de Llíria (Valencia), donde tiene el cuartel general la multinacional de origen familiar especializada en inversores para instalaciones fotovoltaicas. Tal fue el impacto, que la misma familia Salvo ha tenido que matizar las palabras de Lalo recogidas en los medios de comunicación, con el fin de tranquilizar a su plantilla nacional y a los proveedores en España de una compañía que en sus últimas cuentas registradas (2023) reflejó unos ingresos de más de 1.100 millones de euros y un resultado neto que superó los 136 millones. Más del 26% del beneficio, 36 millones, procedía de sus ventas en Estados Unidos. Las cuentas de 2024 todavía no son públicas, pero reflejarán una tendencia similar. El proyecto de Estados Unidos busca ganar cuota en aquel mercado y a la vez permitirá asumir nuevos proyectos en España para clientes en Europa, Reino Unido o Australia. No habrá impacto negativo de empleo en Llíria, aseguran.
Como otro puñado de empresas industriales españolas y con el fin de elevar capacidad comercial en un mercado que ya conoce, Power apostó por invertir en un centro de producción en suelo americano al calor de la 'Inflation Reduction Act' (‘IRA’) de 2022 y los incentivos fiscales de hasta el 10% a la inversión, especialmente en la industria de renovables, que puso en marcha la anterior administración federal del demócrata Joe Biden. La medida tenía el indisimulado objetivo de incentivar la inversión interna en manufacturas, y algunas compañías españolas se lanzaron a la aventura de hacer grande la economía americana antes incluso de que el más ‘MAGA’ de los ‘MAGA’ (Donald Trump) desbancase al Partido Demócrata y regresase a la Casa Blanca. Ahora se observa con inquietud el alud arancelario, sin tener muy claro si el balance final será beneficioso o perjudicial.
Power, con oficina comercial en Arizona y terrenos en construcción en Houston, donde tiene en marcha un proyecto de inversión por terminar de 300 millones de euros que replicará su modelo de campus integrado en Valencia, es una de una lista de compañías con matriz española que abarca diversos sectores. PVH, que fabrica seguidores (trackers) solares; Gestamp, que hace componentes para la industria del automóvil; o Alucoil (paneles de aluminio) y Ebro Foods (envasado de arroces y alimentos) son ejemplos de firmas con DNI español que exponen su presencia en varios estados tras haber transformado su estrategia comercial de exportación desde España en implantación productiva. En apariencia, la fuerte ofensiva arancelaria de Trump les beneficia porque les ha cogido bien posicionados dentro de un enorme mercado ahora vallado por las tasas en aduana. ¿Pero realmente es así?
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"No estamos dando palmas", dice Luis Marquina, director de Relaciones Institucionales del Grupo Gransolar, propietario de PVH. "En una primera foto seríamos de los pocos beneficiados o no de los más perjudicados, porque han protegido el mercado y parece que nos lo han regalado", señala comparando su situación, por ejemplo, con el caso del competidor chino Arctech, que se enfrenta a aranceles del 145% con el cerrojazo trumpista. Marquina señala entre los beneficios para su empresa el acceso al acero americano (principal materia prima de PVH), pese a la espiral inflacionista general que ya está provocando la nueva política de tasas en aduana y que admiten otros fabricantes implantados en Estados Unidos, y el poder ofrecer un producto Made in USA en un mercado de renovables en plena expansión.
Sin embargo, el alud proteccionista de la Administración republicana ha trastocado uno de los objetivos del plan de negocio de la compañía con sede en Valencia: usar su centro de producción en Houston (Texas) para exportar producto también a México y Canadá. "Siempre se pensó en la fábrica para aprovechar la ‘IRA’ y a la vez explorar el mercado de Latinoamérica. México es un país formidable para la energía solar. Y ahora podemos perder la baza de exportar a una distancia de apenas 350 kilómetros", advierte sobre las contramedidas mexicanas a los aranceles impuestos por Trump. Es una de las consecuencias del exceso de proteccionismo, que busca proteger la producción para el mercado interior, pero limita el potencial exportador.
Otro factor que castiga la elección de Estados Unidos como sede de producción industrial es la necesidad de crear cadenas de suministro locales para poder neutralizar el efecto de los aranceles. Marquina admite que "es muy difícil" crear "una cadena de valor íntegramente local". Aplicar un cierre arancelario sin haber consolidado antes una cadena de suministro propio y no dependiente del exterior suena más a tiro en el pie que a medida racional, como ha explicado el dueño de Tesla, Elon Musk, ahora distanciado de Trump y sus dogmas sobre el déficit comercial de Estados Unidos.
Bajando al terreno de lo concreto, PVH tiene menos componentes en su producto final de seguidores solares, pero esta es una cuestión que preocupa en el sector del automóvil (al que pertenece Gestamp) o en Power Electronics. Sus inversores electrónicos llevan dentro componentes como microchips y tecnología de algunos proveedores asiáticos (Corea). La espiral arancelaria no está claro que sea tan beneficiosa para su proyecto en Houston, lanzado antes de conocer la letra pequeña (o demasiado grande) de los tariffs de Trump, ahora parcialmente en suspenso para casi todos menos para China. Es la gran incógnita para algunas de estas empresas, si los sobrecostes en elementos como la electrónica de potencia o ciertos semiconductores son o no marginales respecto al beneficio global. Ante el riesgo de que sea así, el Gobierno federal ha introducido de tapadillo excepciones en los aranceles en este tipo de componentes fabricados en Asia para no castigar a las tecnológicas americanas con centros productivos en aquel continente, según se ha sabido esta misma semana.
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David Salvo, ‘CEO’ de Power, explica a El Confidencial que su empresa mantiene los planes en Houston, que pasan por producir electrónica propia en Estados Unidos con la filial Elmot. Salvo indica que, incluso con el arancel del 10% a Europa, la exportación de sus productos desde Valencia es más barata todavía que la producción al otro lado del Atlántico. Pero sus planes pasan por generar una unidad productiva lo más autónoma posible en Texas. "Queremos ser competitivos en Estados Unidos en 2027. Mi competencia más directa es china y me puedo beneficiar de todo esto si el sector de renovables no se cae", dice sobre las dudas con el compromiso de Trump en energías limpias, especialmente con el almacenamiento, que estaba en pleno despegue.
Esto y la percepción de improvisación permanente en la Administración federal preocupa casi más en la empresa de los Salvo que el impacto directo de la batalla arancelaria. "La inversión te la planteas de otra forma; te mete miedo en el cuerpo. Las reglas del juego cambian cada semana y así no se puede jugar".
Pero Salvo también advierte sobre los tiempos a la hora de crear una estructura productiva nueva, funcional y competitiva desde cero, que no deja de ser la base del ideario ‘MAGA’ trumpista. "Una cadena de suministro no se construye en un año. En Valencia nos ha costado quince años". Líder en su sector, la compañía ha acelerado la inversión de la primera fase de su proyecto, pero ante esas dudas sobre la evolución en el sector de renovables ha optado por alquilar suelo en lugar de comprarlo para su plan de expansión e integración vertical porque no sabe cómo se comportará la demanda interna en el futuro.
"La fábrica (americana) la lleno sin tocar el empleo en España. Nosotros somos privilegiados en cierto sentido porque nuestros clientes en Estados Unidos son utilities americanas que tratan de evadirse de los vaivenes políticos y ya han cerrado las compras de 2025 y 2026". Han sido previsores, dice en tono tranquilizador, aunque admite el riesgo que genera la incertidumbre y la posibilidad de que se caigan grandes proyectos de inversión en los siguientes ejercicios.
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Fuentes de la patronal de renovables señalan que, más allá de los efectos negativos o positivos directos de los aranceles sobre las empresas españolas que se han instalado en Estados Unidos, la incertidumbre de los vaivenes del Gobierno federal y la percepción de que Estados Unidos está perdiendo fiabilidad regulatoria a pasos agigantados es lo que más inquieta a los empresarios. "Estamos todos temblando porque no se puede ser tan arbitrario", explica Marcos Lacruz, presidente de Avaesen.
"Esto no beneficia a nadie", añade Marquina. A su juicio, la estrategia del arancel 'no es sana', porque desincentiva el esfuerzo en competitividad. "Lo que el mundo occidental tiene que trabajar con China es la opacidad de sus vías de financiación", afirma sobre la tendencia del Gobierno de Pekín a empujar de forma artificial a algunas de sus industrias para asaltar mercados internacionales con bajos precios y desplazar competidores.
El periodista Thomas L. Friedman formulaba en The New York Times un artículo reciente en el que sostenía que tiene más sentido estimular a China a invertir en la fabricación fuera de su país. El problema es si los adalides del ‘MAGA’ han entendido que, como escribía el también escritor y ganador del premio Pulitzer, "el mensaje de Pekín a Estados Unidos es: no les tenemos miedo. Ustedes no son quienes creen que son, y nosotros no somos quienes creen que somos". Las empresas españolas que han dado el salto para probar el sueño americano en los últimos años ya han comenzado a darse cuenta.
"Si hay aranceles nos iremos a fabricar a Estados Unidos lo más rápido posible. Allí nos sentimos mucho más protegidos que aquí, porque aquí no nos sentimos nada protegidos, cero protegidos". La frase la pronunció el vicepresidente de Power Electronics, Lalo Salvo, el pasado 29 de enero, en el marco del congreso que cada año organiza la Avaesen, la asociación de empresas de energías renovables y otras tecnologías limpias de la Comunitat Valenciana.