Un magnate de Florida y una partida de golf: la sanción a Repsol con la que Trump se pasó de frenada
El empresario y donante republicano, Harry Sargeant III, es una figura clave para el proceso de sanciones de Estados Unidos a Venezuela. Una persona que susurra al presidente
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Harry Sargeant III es uno de esos magnates que susurran a Donald Trump mientras juegan al golf en el club de Mar-a-Lago en Palm Beach (Florida). Un empresario que ha levantado un imperio con el negocio del petróleo a través de Global Oil Management y un reconocido donante del Partido Republicano. Estos negocios han llevado a este ex oficial de la Marina de Estados Unidos hasta Venezuela, donde su amistad con Trump ha sido un arma de doble filo que ha castigado a sus intereses y los de otras empresas como la española Repsol.
Global Oil ha sido una de las empresas afectadas por las sanciones de Trump. Como sucedió con la española Repsol o a la italiana Eni, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos notificó a la empresa de Sargeant la retirada de su autorización para operar en Venezuela y un plazo hasta el 27 de mayo para retirar toda su actividad en el país. Algo que el Gobierno estadounidense ya había notificado una semana antes a su gigante petrolero Chevron.
La idea de limitar el negocio a empresas extranjeras en Venezuela gustaba al antiguo oficial de la Marina de Estados Unidos. Lo que parece que no encajaba con sus planes es que también afectase a las empresas estadounidenses. Varias fuentes comentan desde Washington estos días que se ve a Harry Sargeant como el hombre detrás de las nuevas sanciones a Venezuela, aunque el plan que trasladó a Trump contaba con que las empresas estadounidenses pudieran comprar con autorizaciones especiales en el país de Nicolás Maduro.
El equipo de Marco Rubio, actual secretario de Estado de Estados Unidos, retocó la propuesta que se había presentado directamente a Trump e incluía las mismas normas para Repsol que para Chevron o Global Oil. El principal motivo de este cambio era la amenaza de los congresistas hispanos de votar en contra si no se incluía un plan total de asfixia al gran negocio de Venezuela, como es el petróleo.
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Trump cedió en esa negociación interna, pero, como ya se han activado todas las vías de ‘lobby’ en defensa de las empresas estadounidenses, no se descarta que vuelva a cambiar. Las negociaciones estos días de empresas como Eni o Repsol prosperan ‘adecuadamente’ para poder moderar las exigencias que les pide el equipo de Donald Trump, ya que no pueden permitirse una sanción a su negocio en Estados Unidos.
El hombre que une a Maduro con Trump
Un asunto que tiene más capítulos. Las relaciones de Harry Sargeant con Venezuela han ocupado estos días gran espacio en medios estadounidenses como Wall Street Journal o Miami Herald. Ambos medios informaban que el magnate se encargó de organizar una reunión entre Nicolás Maduro y un enviado especial del presidente Donald Trump. El objetivo era que Estados Unidos comprase petróleo venezolano a cambio de enviar a Caracas miles de deportados venezolanos.
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Harry Sargeant trabajó, según esas informaciones, para facilitar ese encuentro entre Maduro y el enviado, Richard Grenell, diplomático durante el primer mandato de Trump. El propio Maduro habría visto con buenos ojos este pacto y la comunidad latina republicana de Florida, con gran presencia de venezolanos y cubanos castigados por sus actuales gobiernos, se habría revuelto contra esa idea.
Pero tanto Wall Street como el Miami Herald no descartan que todo forme parte del futuro acuerdo de 'petróleo por deportados'. Es decir, la capacidad de empresas como Repsol o Eni de poder tener un respiro en la presión que están sufriendo para abandonar Venezuela puede estar marcada por el plan migratorio de Trump y sus conversaciones en el campo de golf de Mar-a-Lago.
Harry Sargeant III es uno de esos magnates que susurran a Donald Trump mientras juegan al golf en el club de Mar-a-Lago en Palm Beach (Florida). Un empresario que ha levantado un imperio con el negocio del petróleo a través de Global Oil Management y un reconocido donante del Partido Republicano. Estos negocios han llevado a este ex oficial de la Marina de Estados Unidos hasta Venezuela, donde su amistad con Trump ha sido un arma de doble filo que ha castigado a sus intereses y los de otras empresas como la española Repsol.