Europa veta a las tecnológicas de EEUU para el proyecto del euro digital
Bruselas y el BCE quieren acelerar en tener un euro digital para reducir la dependencia con el exterior ante el nuevo contexto geopolítico
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El Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea quieren acelerar con el proyecto del euro digital ante el nuevo contexto geopolítico. Las instituciones europeas consideran vital eliminar la dependencia que tienen de actores no europeos, y por eso han vetado a los proveedores estadounidenses para participar.
El BCE ya tiene una idea clara de los requisitos técnicos para poner en marcha un proyecto que ahora necesita de un andamiaje regulatorio. Sin embargo, los plazos se están acelerando para que no se eternice en el Parlamento, por eso el banco central quiere tener todo listo en octubre y, así, poder darle forma cuanto antes una vez que la parte política haya dado el visto bueno.
De hecho, la institución que preside Christine Lagarde ya tiene una preselección de proveedores tecnológicos, según fuentes conocedoras. Aunque todavía no se puede poner en marcha una licitación oficial por no estar aprobado el proyecto, ha estado recientemente en conversaciones con empresas tecnológicas para tener una lista previa.
En esta lista solo hay jugadores europeos. Europa ha vetado a las tecnológicas estadounidenses, que suelen ser los principales proveedores tecnológicos de la banca, para participar en el proyecto del euro digital. Tampoco habrá proveedores de otras partes del mundo. Solo de Europa.
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El proyecto del euro digital nació hace cinco años a partir de un grupo de trabajo creado en Fráncfort –High-Level Task Force on Digital Euro–. El objetivo era analizar el papel que podría jugar este elemento para facilitar pagos, pero la invasión de Ucrania y la dinámica de Estados Unidos con Donald Trump de alejarse de Europa le ha dado una nueva dimensión, con intereses geoestratégicos.
Cuando llegaron las principales sanciones a Rusia, una de las más relevantes fue sacar a los bancos rusos del sistema internacional de pagos Swift. Esto es una muestra de la importancia que tiene ser independiente en la infraestructura de pagos, según opinan las instituciones europeas. Por eso han aumentado las prisas por tener un euro digital, en el que no se quiere que participen proveedores no europeos. De hecho, también se quiere atacar el oligopolio de los grandes proveedores de medios de pago como Visa, Mastercard o Apple. El BCE considera que los bancos apenas tienen poder de negociación frente a ellos, y que el euro digital mejoraría su posición. Además, son ingresos que se generan en Europa –por comisiones– a costa de los consumidores del viejo continente, pero que se van a Estados Unidos.
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El BCE y la Comisión Europea han estado en contacto para acelerar el proyecto. El banco central ya tiene todos los aspectos técnicos a punto, mientras que el Gobierno comunitario preparó una propuesta de desarrollo. Ahora falta que se pronuncie el Parlamento Europeo y, a partir de ahí, establecer una normativa. Estos procesos suelen ser lentos, históricamente, en Bruselas, pero esta vez hay prisas.
En el ámbito privado, desde el escepticismo inicial de la banca se ha avanzado hacia ver el proyecto con buenos ojos, aunque aún quedan algunas resistencias, como en las cajas alemanas. No en vano, el euro digital supondría una inversión mayor en tecnología y esto sería un desafío mayor a las entidades que están peor posicionadas tecnológicamente.
La idea con la que trabaja el BCE es que el euro digital sirva para pagos entre particulares, de particulares en puntos de venta (comercios u hostelería), y pagos a la administración, como una extensión del efectivo sin prohibir este (en España es obligatoria por Ley permitir el pago en efectivo). No está previsto que puedan usarlo las personas jurídicas. Habría un monedero digital suministrado por los bancos, que podrían ofrecer servicios paralelos para sacarle ventaja al proyecto y competir por esta vía, y se considera un límite de 3.000 euros al mes que deberá fijarse en los próximos meses.
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El BCE no quiere que el euro digital compita con la banca, como recordó la semana pasada José Luis Escrivá, gobernador del Banco de España, en un foro organizado por El Español. Escrivá dijo que el euro digital no desplazará a los depósitos, y hay varias razones que afianzan esta tesis en Fráncfort. Principalmente, porque en una situación normal de tipos positivos, el euro digital no tiene remuneración, y los depósitos sí pueden tenerlos. Además, el euro digital no servirá para pagar recibos o asumir otro tipo de pagos domiciliados en cuenta bancaria, mientras que los salarios se seguirán pagando como hasta ahora.
Los bancos podrían enfrentarse a un impacto negativo en ingresos por TPV o tarjetas, además de la necesidad de invertir más en tecnología, aunque se quiere usar toda la infraestructura disponible que se pueda. Pero en Fráncfort se cree que este efecto negativo se compensará, más que de sobra, con tener más poder de negociación frente a Visa, Mastercard o Apple, y con la posibilidad de ofrecer servicios de pago a escala europea y no solo en donde el banco está presente físicamente. Además, están surgiendo iniciativas privadas que el BCE aplaude, como la extensión de Bizum a Italia y Portugal, o una alianza centroeuropea para facilitar pagos inmediatos.
Ya hay bancos centrales que tienen monedas digitales, pero por cuestiones de inclusión financiera, como Jamaica o Bahamas. China ya ha puesto en marcha un proyecto piloto para un yuan digital, mientras que Reino Unido va menos avanzado que Europa, pero está yendo muy rápido en implementar una libra digital.
El Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea quieren acelerar con el proyecto del euro digital ante el nuevo contexto geopolítico. Las instituciones europeas consideran vital eliminar la dependencia que tienen de actores no europeos, y por eso han vetado a los proveedores estadounidenses para participar.