Intrahistoria del relevo en la cúpula de Telefónica: "José María, tienes que ir a Moncloa"

Cuando el 31 de octubre de 2023 el Gobierno confirmó que iba a adquirir una participación relevante de Telefónica, una información adelantada en exclusiva por El Confidencial, el sillón de presidente de la operadora española se convirtió en el objetivo prioritario de muchos aspirantes. Distintos consejeros, propios y ajenos a la multinacional de las telecomunicaciones, se movieron en las sombras para hacerse con el trono que ocupaba José María Álvarez-Pallete desde 2016, cuando César Alierta, el todopoderoso Alierta, le otorgó plenos poderes por decisión propia.

Lo hizo por agradecimiento a su fidelidad como consejero delegado, director financiero y responsable de todo el negocio de Latinoamérica. Alierta era consciente de que estaba legando el trono de una compañía que había engrasado la relación con todos los altos poderes del Estado, contratación incluida de policías del tipo Villarejo y El Gordo, y otros agentes del CNI. Álvarez-Pallete puso fin a muchas de aquellas igualas que regaban los bolsillos de bastantes bocas agradecidas de la izquierda y de la derecha, pero otros fantasmas lo persiguieron hasta el último día.

Uno de ellos trató de hacerse con su puesto a principios de 2024, una vez que ya el Gobierno había oficializado que compraría el 10% de Telefónica. Aquel movimiento llegó a los oídos de Pallete, que empezó a ser consciente de que algunos de los que consideraba amigos podían traicionarlo por ambición de poder. La designación en mayo de Carlos Ocaña, hombre de confianza de Florentino Pérez, a quien no conocía previamente y, sobre todo, íntimo amigo de Pedro Sánchez, como consejero en nombre de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), le puso en guardia sobre las intenciones del líder socialista.

Aunque Pallete fue de los que ayudó a Sánchez a recuperar la secretaría general del PSOE en 2017, así como a tomar el control de Prisa (El País, Cadenar SER), pese a tener una ideología bastante opuesta, José María activó todas las alarmas. Ya no se fiaba de casi nadie, salvo de dos o tres personas de máxima confianza. En agosto, en su tradicional encuentro en Baleares, Isidro Fainé le reiteró su apoyo, su respaldo, pese a que al presidente de Telefónica le llegaban cada vez más mensajes de queja desde la torre negra de La Caixa —"este chico no se centra"— en Barcelona. Sobre todo desde el nombramiento de Ángel Simón, con su agenda propia, como consejero delegado del holding inversor catalán.

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Especialmente porque la cotización de Telefónica, tras haber comprado un 30% del capital entre la SEPI, Criteria Caixa y Arabia Saudí, no se movía hacia arriba, algo complicado de entender, tras una inversión total de más de 6.000 millones de euros. Al contrario, los problemas en Latinoamérica, con un duro agujero en Perú y una sanción histórica del regulador bursátil de Estados Unidos por sobornar a políticos venezolanos, intensificaron los movimientos entre bambalinas.

Desde finales de noviembre, las reuniones en varios restaurantes de Madrid para urdir jugadas de ajedrez fueron constantes. Se especuló incluso con que en el consejo de diciembre se produciría el ataque final. Pero el fallecimiento repentino de Javier Echenique, un consejero muy querido por Pallete y Javier de Paz, retrasó el golpe final. Mientras tanto, al presidente ejecutivo de la operadora, le seguían diciendo que tanto Fainé como Moncloa respaldarían su renovación, que debía concretarse a comienzos de 2025.

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Sin embargo, todo cambió el pasado viernes. El gabinete de presidencia del Gobierno intentó contactar con Pallete, pero él no contestaba el teléfono. Finalmente, tuvo que ser Ángel Simón, la mano derecha de Fainé, quien le dio la noticia. "José María, tienes que ir a Moncloa" fueron las palabras que escuchó el todavía presidente de Telefónica, según fuentes conocedoras de la situación. Eran cerca de las 17.00 horas y Álvarez-Pallete ya sospechaba que sus horas estaban contadas.

Ante la presencia de Manuel de la Rocha, el fontanero de Sánchez en asuntos empresariales, el primer ejecutivo de Telefónica fue informado de que en el próximo consejo de administración, previsto para el próximo día 29 de enero, sería destituido. Finalmente, se optó por la alternativa: si le parecía una agonía muy larga, el relevo se ejecutaría este mismo fin de semana. Esto permitiría comunicarlo formalmente a todos sus consejeros y al nuevo presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) mientras la bolsa permanecía cerrada.

Así se acordó mientras se avisaba a dos personas. Una, Pablo de Carvajal, secretario general del consejo y máximo responsable legal de Telefónica, encargado de preparar la liquidación de su contrato y de sus cuatro años de blindaje, que podría ascender hasta 35 millones, plan de pensiones incluido. Otra, Marc Murtra, el presidente de Indra, afín al socialismo catalán y quien había sido elegido por Sánchez para ocupar el sillón al que habían aspirado unos cuantos afines al PSOE.

Algunos directivos y consejeros, que durante la madrugada empezaron a sospechar del golpe de mano, mostraron su asombro en la mañana del sábado al leer la exclusiva de El Confidencial, de la que ninguno había sido informado previamente. Asombro y malestar por la injerencia y por la forma en que han obligado a dimitir a Pallete, con La Caixa y BBVA, sus dos accionistas históricos, viendo en directo el rodillo de Moncloa en una gran cotizada del Ibex35.