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¿Para qué quiere Indra una fábrica de radares en Emiratos? El auge militar pone al límite la tecnología y el mercado
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¿Para qué quiere Indra una fábrica de radares en Emiratos? El auge militar pone al límite la tecnología y el mercado

Indra se ha asociado con el conglomerado estatal emiratí Edge para crear una empresa conjunta de radares en Abu Dhabi. Un movimiento que busca inyectar inversión y abrir mercados en una tecnología en plena revolución

Foto: Radar de Indra. (Indra)
Radar de Indra. (Indra)
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"Puede que la bomba (atómica) acabara con la guerra, pero el radar la ganó". La cita la acuñaron los científicos del MIT que trabajaron en el Radiation Laboratory. Entre 1940 y 1945, el famoso Rad Lab llegó a desarrollar un centenar de variantes de este sistema, ya fuera para la defensa de bahías y costas o para guiar los aterrizajes ciegos de sus aeronaves. Los historiadores militares mencionan los radares aire-tierra embarcados como la clave para neutralizar la amenaza de los poderosos U-boat nazis en las rutas transatlánticas de provisiones y tropas que conectaban a los aliados.

"La introducción del radar en la Segunda Guerra Mundial supuso una forma de ver completamente nueva. Alteró las bases del campo de batalla moderno más profundamente que cualquier otro invento en la industrialización del combate", escribió el físico Louis Brown en Historia del Radar en la Segunda Guerra Mundial: imperativos técnicos y militares.

Han pasado casi 80 años, y la tecnología radio detecting and ranging sigue siendo tan vital en el campo de batalla moderno, como compleja en el plano industrial. En España, el jugador clave en este sector es la cotizada Indra, que acaba de anunciar un acuerdo estratégico con el conglomerado industrial militar emiratí Edge. El convenido, firmado el pasado 18 de diciembre en el Ministerio de Defensa en Madrid, contempla la creación de una empresa conjunta denominada Pulse para el diseño, producción y venta de radares en el mercado internacional.

"En Abu Dabi tenemos previsto crear una nueva factoría de última generación con la tecnología más sofisticada, preparada para dar respuesta a la gran demanda prevista de los sistemas radar más innovadores para los próximos años", aseguró el CEO de Indra, José Vicente de los Mozos, sin detallar plazos ni montos de inversión.

Foto: El Dragón con torre de Escribano, durante unas pruebas. (Juanjo Fernández)

El movimiento de la tecnológica, cuyo mayor accionista es la Sepi, sigue los pasos de los astilleros públicos Navantia, que también han creado una joint venture en Arabia Saudí para aumentar su exposición al mercado militar del Golfo. La industria global de radares militares facturó unos 16.000 millones de euros el año pasado y podría superar los 21.000 millones a finales de la década, según analistas de la consultora Mordor Intelligence. El papel vital que están desempeñando de nuevo en los conflictos de alta intensidad en curso, sus múltiples funciones y el uso dual (civil y militar) han puesto estos equipos muy alto en las listas de la compra para actualizar las capacidades de defensa. Por eso, alianzas como la de Indra y Edge son instrumentales para compartir el riesgo de la innovación y explorar nuevas carteras de clientes.

Para comprender mejor este momento de transformación tecnológica e industrial del sector y conocer los principales proyectos en marcha, conversamos con Francisco José Jiménez, responsable del departamento de defensa área y radares Indra.

PREGUNTA. En este momento de renovación profunda y generalizada de los arsenales globales, ¿dónde está ahora el negocio en el sector de radares?

RESPUESTA. Hay demanda de muchos países por potenciar su capacidad operativa general asociada a las bases aéreas y la gestión de tráfico aéreo. Por ejemplo, es el contrato que ganamos en Polonia, uno de los más importantes del año pasado. Es estratégico para el país porque está en una zona vecina al área de conflicto y además están modernizando su flota con cazas estadounidenses F-35 de última generación. Las bases aéreas donde van a operar estos aviones de combate y otras aeronaves van a necesitar sistemas más modernos, que permitan gestionar ese mayor tráfico de entrada y salida (más misiones, patrullas, maniobras). Además, Polonia podrá completar la cobertura del espacio aéreo en todas las bases. Y con un componente dual, porque esta cobertura también puede ser utilizada por la aviación civil.

Foto: Sistema Cervus. (TRC)
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P. ¿Y qué otros sistemas está demandando más el mercado militar?

R. Las lecciones que se van extrayendo de la guerra de Ucrania están generando una demanda orientada a determinados tipos de amenazas, con tres grandes demandas. La más urgente, los sistemas antidrón de distinta escala, del campo de batalla a teatros de operaciones en entornos urbanos o para proteger infraestructuras críticas a bajo coste. Requieren de soluciones específicamente diseñados para este tipo de blanco que tiene una sección cruzada pequeña y es muy difícil de identificar. Los nuevos radares de corto y muy corto alcance deben ser capaces de detectar múltiples amenazas simultáneas en entornos dinámicos 360º, como enjambres de drones, por lo que trabajan en bandas de frecuencia más alta. Tiene que ser de bajo coste y asociados a sistemas de neutralización también de bajo coste. El sistema no debe ser más caro que la propia amenaza. Aquí la demanda está en radares de barrido electrónico, de apuntamiento electrónico, que tengan agilidad de respuesta.

P. También estamos viendo el desafío en el otro extremo, con la amenaza de las armas hipersónicas.

R. Efectivamente, las armas hipersónicas, que aparecen todavía puntualmente, son capacidades que todos los países y empresas están trabajando. En esta carrera, el elemento diferencial es la capacidad de los sistemas de alerta temprana para detectar este tipo de amenaza a la mayor distancia posible y dar el aviso a los medios de neutralización con el mayor margen de maniobra. Dadas las velocidades que pueden alcanzar estos proyectiles, de Mach +5 o +6, la demanda del mercado ya busca alcances de 400-500 kilómetros y más distancia.

Foto: Nueva arma hipersónica. (NKCA)

P. Había mencionado una tercera gran demanda.

R. La tercera gran demanda son radares IFF, con capacidad de interrogar amigo o enemigo (friend or foe) en todos los modos posibles, civiles y militares, modo 4, modo 5, modo S, ADS-B, etc. El componente de vigilancia ya no solo consiste en detectar la presencia de una potencial amenaza sino, en la medida de lo posible, identificar, clasificar y valorar si realmente es una amenaza o no. Saber cuándo alertar a los sistemas de neutralización de un posible blanco y cuándo se trata de una plataforma propia o neutral para evitar daños colaterales. Y agregaría una cuarta.

P. ¿Hay algún patrón común en estos segmentos?

R. Sí. La gran tendencia del sector son los radares definidos por software, en los que fácilmente puedes incorporar nuevos modelos de operación ante escenarios que están cambiando constantemente. Eso nos obliga a introducir tecnologías, como el nitruro de galio, que permite generar señales de largo alcance de forma más eficiente; el tratamiento digital de la señal, que los sistemas puedan ser reconfigurables para distintas misiones, porque la mayoría de ejércitos no se pueden permitir un radar específicamente para un solo uso, sino que tienen que ser plataformas multifunción.

El escenario de Ucrania nos lleva también a otro entorno: la protección de tropas desplegadas sobre el terreno donde no tienen infraestructura propia. Por eso, los sistemas de radar deben ser desplegables y generar una burbuja de vigilancia y protección en torno a puntos de concentración de efectivos, centros de mando y control, aeródromos de campaña y otros activos importantes. En este segmento, la desplegabilidad o rapidez de montaje y las prestaciones portátiles son los elementos críticos. También en las plataformas, como los radares de protección de blindados o cazas, donde se requieren radares compactos, ligeros, que consumen poco de las baterías, eficientes y asequibles.

Foto: Marko Erman. (Thales Group)

P. El momento geopolítico hace que se el mercado esté ahora más competido y sea más competitivo, con licitaciones multimillonarias en el horizonte. ¿Cómo está España respecto a Europa y Europa respecto a potencias como EEUU, China o Rusia?

R. La competencia es global. España, en concreto Indra, que es la compañía con el portafolio más grande de radares con tecnología propia en todos los segmentos, (control de tráfico, vigilancia de superficie, protección de plataformas, defensa aeroespacial, etc) compite a nivel mundial en el top 5 del sector, con la francesa Thales, las estadounidenses Lockheed Martin y Northrop Grumman, la italiana Leonardo y la industria israelí (IAI, a través de su filial Elta). España está en ese grupo de líderes. Y aquí es muy importante el respaldo que tiene cada uno de los países y sus gobiernos para abordar aproximaciones ‘G to G’ (gobierno a gobierno).

P. ¿Y qué es lo más relevante que se está haciendo a nivel europeo?

R. Estamos trabajando en proyectos EDF (Fondo Europeo de Defensa) para el desarrollo de capacidades en nuevas tecnologías radar con los que estamos explorando las tecnologías de la futura vigilancia aeroespacial. España ya tiene uno que se está implementando por fases, al igual que Francia. Alemania ya lo está evaluando. Son proyectos que necesitan una cobertura con radares emplazados en distintos países. Por eso se necesita una aproximación paneuropea. Son plataformas muy grandes, costosas, con tecnología de barrido electrónico y un amplio campo de vigilancia. También hay otros proyectos para desplegar constelaciones de baja órbita con la posibilidad de aumentar la vigilancia del radar, no desde tierra hacia superficie, espacio aéreo y espacial, sino a la inversa.

Foto: Imagen de una constelación de satélites Starlink contra estrellas y galaxias en el firmamento nocturno. (M. Lewinsky)
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P. ¿Cuál es el gran desafío tecnológico en el sector de radares?

R. La miniaturización. Fabricar radares más desplegables y poder ubicarlos en cualquier plataforma. Y el secreto está en la digitalización y el reto es que, en la cadena de radiofrecuencia, el procesado digital se acerque lo más posible a la antena. Esto supone eliminar elementos tecnológicos antiguos, tipo analógicos, para reducir el peso, las dimensiones y el consumo. Hace 20 años, los radares que ocupaban cuatro o cinco shelters (contenedores) ahora se pueden cargar en una pequeña mochila. Esto se debe hacer sin perder prestaciones. Al contrario. El software aporta ahora las capacidades de proceso y el análisis de las señales, con lo que las especificaciones en términos de alcance, precisión, resolución y detectabilidad pueden ser superiores a las soluciones analógicas del pasado.

P. ¿Y en términos tácticos, cuál es el principal reto?

R. Por un lado, una de las amenazas para estos sistemas son los ataques de interferencia o jamming. Así que una importante evolución son los elementos que incoporan de contra-contramedidas. En cualquier teatro de operaciones, lo primero que va a intentar el enemigo es denegar la efectividad de los radares con interferencia y ruido. Así que desarrollamos soluciones con agilidad en frecuencia, diversidad de frecuencias y otras tecnologías de protección contra estos ataques soft kill. Y el otro sería la aplicación de radares multidominio, que una misma plataforma, como nuestro radar multifunción, pueda ser utilizada por el Ejército para defensa antiaérea, el Ejército del Aire para alerta temprana y la Armada para sistemas navales.

Foto: Alex Karp, de Palantir, en Feindef 2023. (Sergio Beleña)

P. ¿Qué papel está jugando en la tecnología radar la ahora ubicua inteligencia artificial?

R. Hay dos aplicaciones inmediatas. Una es aplicada al ámbito del mantenimiento predictivo. Los radares son sistemas con un ciclo de vida largo, de 15-25 años, por lo que la optimización de todos los mecanismos de sostenimiento logístico, tanto intervenciones correctivas como preventivas, son críticas. Y aquí entran la sensorización de los radares y la aplicación de técnicas de inteligencia artificial y machine learning para identificar patrones donde, midiendo una serie de parámetros, podemo anticipar con una incertidumbre aceptable cuando esos elementos pueden tener riesgo de entrar en fallo.

La segunda está vinculada a la evolución del combate aéreo, donde es cada vez más importante lo que se llama la conciencia situacional. No solo localizar y detectar lo antes posible las distintas amenazas, sino evaluar la amenaza, intentar interpretar cuáles son las intenciones. Analizar de las trayectorias del misil, del caza o del dron para anticipar a qué objetivo va a amenazar o si es un ataque combinado y qué medios de neutralización activar. Siempre con el operador en el loop, que es quien tiene la decisión última de actuación, pero ayudado por la IA.

P. ¿Y desde el punto de vista del hardware?

R. En el hardware, la digitalización nos lleva a introducir nuevas tecnologías en el proceso de transmisión-recepción, que es crítico en los radares. Por ejemplo, el nitruro de galio, semiconductores más compactos, más eficientes y que, con la misma disipación, son capaces de transmitir con mayor potencia y por tanto, más alcance. También se avanza en la eliminación de los elementos mecánicos y rotatorios posibles. Por último, esa compactación se hace en un sistema estándar e integrado con la cadena logística. Por ejemplo, un sistema de alerta temprana ahora lo puedes meter en un shelter ISO-20 y lo puedes embarcar o transportar en un camión estándar, en un avión tipo C-130 o en otras plataformas sin necesidad de modificarlas.

"Puede que la bomba (atómica) acabara con la guerra, pero el radar la ganó". La cita la acuñaron los científicos del MIT que trabajaron en el Radiation Laboratory. Entre 1940 y 1945, el famoso Rad Lab llegó a desarrollar un centenar de variantes de este sistema, ya fuera para la defensa de bahías y costas o para guiar los aterrizajes ciegos de sus aeronaves. Los historiadores militares mencionan los radares aire-tierra embarcados como la clave para neutralizar la amenaza de los poderosos U-boat nazis en las rutas transatlánticas de provisiones y tropas que conectaban a los aliados.

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