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Isak Andic, el catalán de adopción que siempre fue empresario a su manera
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Un empresario al margen del establishment

Isak Andic, el catalán de adopción que siempre fue empresario a su manera

El fundador de Mango siempre fue un 'rara avis' en el empresariado catalán. Apostó por la moda cuando las grandes fortunas ya habían huido del textil, siempre sin seguir el rebaño

Foto: Isak Andic en una foto con Isabel Preysler. (Europa Press)
Isak Andic en una foto con Isabel Preysler. (Europa Press)
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En 2017, cuando el grueso de las empresas catalanas cambiaron la sede social y se fueron de Cataluña, Mango se quedó en Palau de Plegamans, Barcelona. A su manera, Isak Andic, turco de origen sefardí, fue más catalán que muchos empresarios catalanes. Nunca simpatizó con el independentismo, pero al contrario que muchos de sus amigos, los Puig, sin ir más lejos, no movió un dedo para que Carles Puigdemont y los suyos cambiasen de postura. En la crisis del procés, Andic fue a la suya. Como siempre. Y todo en él, desde su desembarco en el mundo de la moda hasta su inesperado final, habla de un hombre que siempre buscó su propio camino al margen de lo que marcaba el grueso de la burguesía catalana.

Esa burguesía siempre vio a Andic con envidia y también con un punto de desconfianza. Porque Andic era empresario catalán, pero no solo ganaba dinero. También se lo gastaba. En barcos, el Nirvana Formentera; en aviones, en arte. Cuando casi nadie conocía a Jaume Plensa él puso una enorme escultura del artista ante la sede de Mango.

Isak Andic no solo era un empresario con una visión privilegiada. El único capaz de seguirle la estela a Inditex, donde otros —Cortefiel, Desigual— acababan embarrancando. Isak Andic vivió la vida de una manera alegre, desacomplejada y disfrutona. Andic no solo ganó dinero. Vivió. Parece fácil al escribirlo, pero no lo es tanto.

Convirtió a Mango en un modelo de éxito, combinando las tiendas propias, las franquicias y la venta por internet. Un imperio que en su último ejercicio facturaba más de 3.000 millones y ganaba 172 millones de euros. Nunca fue Amancio Ortega, pero imitar al gallego nunca fue fácil. Y Mango siempre dio pruebas de ser capaz de seguir su estela.

Foto: (Fuente: Europa Press y EFE)

Pero Isak Andic no solo demostró su clase en cómo ganaba dinero. También en cómo lo perdía. En 2011 entró en el capital del Banco Sabadell, donde llegó a tener el 8%. En paralelo, y en menor medida, también lo hicieron los Lara de Planeta. Cuando Andic salió del accionariado del banco en 2019, las pérdidas de la operación superaban los 400 millones de euros. Los Lara perdieron mucho menos y nunca perdonaron al presidente del Sabadell, Josep Oliu aquella mala experiencia. En cambio, Andic siguió manteniendo con Oliu una relación muy buena, para sorpresa de propios y extraños en ese eje de dinero y poder que dibujan las calles Diagonal y Passeig de Gràcia en Barcelona.

Mal encaje

Andic nunca acabó de encajar con lo más granado de la burguesía catalana, que siempre le parecieron un punto pacatos pero, sobre todo, tacaños. En 2008, Isak Andic entró en la junta del Cercle d’Economia que buscaba reflejar en aquel momento lo que suponía el emergente mundo de la moda. Pero el presidente y propietario de Mango apenas duró tres meses en el poderoso lobby catalán, aquella partida no era la suya.

Entre 2010 y 2012 fue presidente del Instituto de la Empresa Familiar. Allí acabó su mandato, que fue de dos años. Pero su rol como referente de la empresa catalana siempre resultó más bien discreto.

Como Amancio Ortega, con los beneficios de Mango, Andic montó el holding Punta Na, el equivalente a Pontegadea. Una patrimonial familiar inmobiliario que suma activos por valor de más de 1.200 millones. Eso sin contar su casi 100% en el capital de Mango.

Momentos complicados

La historia de Andic es una sucesión de momentos complicados y de superación personal. Fue un inmigrante en Barcelona. Comenzó vendiendo tejanos en un mercadillo y acabó como una de las grandes fortunas de Cataluña. Intentó jubilarse en 2014, pero las cuentas se torcieron y volvió a coger el timón aplicando medidas de austeridad clásicas, como la suspensión del dividendo y la reducción de la deuda. Fichó a Toni Ruiz de consejero delegado en 2020 para afianzar la senda de crecimiento y beneficios en lo que ahora se vuelve a encontrar la compañía.

La relación con su hijo Jonathan, el mayor, había pasado por altibajos. En 2014 le había dejado los mandos de la empresa y la solución no había funcionado. La vuelta de Isak Andic a primera línea dejó al aire las tensiones que hay en cualquier familia.

Hizo todo esto con una plantilla mayoritariamente de mujeres —hoy suma 15.500 personas— al margen de los sindicatos —la primera sección de sindical en Mango en el área logística en 2023 tuvo un punto traumático para la compañía— y sin especiales connivencias políticas ni económicas. Desde el principio hasta el final, Isak Andic hizo las cosas a su manera.

Cuando las cuentas se torcieron no le tembló la mano para suspender el dividendo

Y todo eso encontrando tiempo para seguir el negocio hasta el último detalle. El 28 de agosto de 2023 por la mañana, un hombre mayor entró en lo que era entonces el Mango Kids de Diagonal, junto a Francesc Macià. Inspeccionó algunas prendas, repasó cómo estaban dobladas las prendas y la rotulación en los estantes y cuando una de las jóvenes dependientas le ofreció su ayuda, le preguntó:

—¿Habéis cambiado la iluminación de la tienda?

Le respondió que no, pero que estaba previsto modificarlas próximamente. Luego el hombre se dio una vuelta por la tienda y se fue sin identificarse. La cajera buscó en internet y, como temía —ningún cliente normal pregunta por las luces—, se trataba de Isak Andic en una visita de incógnito. Hasta el final llevó su imperio como le pareció, al margen de lo que fuese a decir nadie. Isak Andic vivió y murió sin necesidad de buscar la aceptación de la gente.

En 2017, cuando el grueso de las empresas catalanas cambiaron la sede social y se fueron de Cataluña, Mango se quedó en Palau de Plegamans, Barcelona. A su manera, Isak Andic, turco de origen sefardí, fue más catalán que muchos empresarios catalanes. Nunca simpatizó con el independentismo, pero al contrario que muchos de sus amigos, los Puig, sin ir más lejos, no movió un dedo para que Carles Puigdemont y los suyos cambiasen de postura. En la crisis del procés, Andic fue a la suya. Como siempre. Y todo en él, desde su desembarco en el mundo de la moda hasta su inesperado final, habla de un hombre que siempre buscó su propio camino al margen de lo que marcaba el grueso de la burguesía catalana.

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