La crisis de Renfe en cifras: los gastos de personal se disparan con la empresa en pérdidas
Los ingresos de la ferroviaria se han desplomado un 27% desde 2018, cuando todavía registraba beneficios. La compañía lo achaca a los efectos de la pandemia y la liberalización
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Renfe atraviesa una profunda crisis reputacional. Los llamativos contratiempos de los últimos meses, que comenzaron con el encargo de trenes que no cabían por los túneles en Cantabria y Asturias y han culminado con el descarrilamiento en la galería que une Chamartín y Atocha (Madrid) el pasado fin de semana, dejan a la empresa en una situación delicada. El foco mediático se ha posado como nunca sobre la compañía pública, ya sea por errores propios o por otros ajenos, con el hiperactivo ministro de Transportes, Óscar Puente, en el centro de todas las polémicas. Pero la crisis no es solo de imagen, sino también económica: en los últimos años, Renfe ha pasado de tener beneficios a registrar pérdidas, con unos gastos de personal disparados.
La compañía afronta un momento crucial para su futuro que le obliga a afrontar una transformación histórica en varios frentes. El extraordinario despliegue de la alta velocidad, la competencia de la liberalización y los recurrentes problemas en una red de cercanías lastrada por la falta de inversión son algunos de los desafíos inaplazables en casa, mientras la salida al exterior se ha convertido en una cuestión de supervivencia a largo plazo.
En ese contexto, los dirigentes de Renfe se esfuerzan por transmitir un mensaje de tranquilidad, tanto en público como en privado. El servicio funciona mucho mejor de lo que parece, dicen, y ponen de ejemplo estadísticas como las de puntualidad, donde España sale mucho mejor parada que otros países con problemas, como Alemania. También las de volumen: jamás se había utilizado tanto el tren en nuestro país, con 141,7 millones de viajeros en el segundo trimestre de este año, un 6,3% más que en el mismo período del anterior, según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).
Como toda Europa, España vive la edad de oro del ferrocarril, el medio de comunicación que debe protagonizar la descarbonización del transporte de larga distancia. Pero, precisamente por eso, algunas partes de la red empiezan a estar saturadas. Cuando hay problemas, siempre se señala a Renfe, aunque Renfe no siempre es el culpable: otros actores, como el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif), que desde 2005 gestiona la red, o los diferentes gobiernos, que han priorizado la inversión en alta velocidad —en algunos casos de dudosa rentabilidad— frente a unos sistemas de cercanías abandonados a su suerte, también juegan su papel.
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Renfe es solo un operador, el único público, que desde 2021 tiene que competir con otros privados (Ouigo, Iryio) en las líneas de alta velocidad liberalizadas. Para hacerlo, partía de una posición privilegiada, que se ha ido deteriorando en paralelo a varios factores: la irrupción de la pandemia, con el consiguiente parón de la movilidad, y la propia competencia, con una feroz guerra de precios que ha acabado con el cómodo monopolio de las décadas pasadas, han sido los principales.
Pero también se han tomado algunas decisiones empresariales discutibles, como encargar a Talgo los trenes Avril (S106), que han llegado con retraso y, allí donde lo han hecho, han disparado las incidencias. Entonces gobernaba el popular Mariano Rajoy, lo que demuestra hasta qué punto los problemas actuales no se pueden atribuir únicamente a la gestión de los gobiernos socialistas. En Renfe lamentan que a menudo se politizan las noticias relacionadas con la compañía. Lo cierto es que las cifras desde que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llegó al poder hablan por sí mismas.
Según los datos de la propia compañía, Renfe obtuvo unos ingresos de 2.514 millones de euros en el primer año de la presidencia de Isaías Táboas, que entró en el cargo en junio de 2018 de la mano del Ejecutivo socialista recién salido de la moción de censura. En el último año completo (2023), ya con Raül Blanco al frente del ente público, los ingresos se desplomaron un 27%, hasta los 1.826 millones. El beneficio antes de impuestos ha pasado en este período de 120 millones a números rojos de 123 millones.
Los dos motivos
La compañía justifica esta caída por dos motivos. Por un lado, la pandemia redujo en un 65% el número de viajeros durante 2020, cuando se produjeron pérdidas de 473 millones de euros. El segundo castigo en sus cuentas llega por el incremento de la demanda en los corredores de alta velocidad que, desde la entrada de los operadores privados, no se ha traducido en un aumento equiparable de los ingresos.
Mientras se recupera de ambos golpes, Renfe ha disparado los gastos de personal un 23%, de 915 a 1.130 millones, con una plantilla que ha engordado en estos cinco años un 30%, hasta los 19.420 empleados. La empresa de transporte ferroviario del Ministerio de Transportes ha incorporado cerca de 1.000 trabajadores al año, según diseñó en su Plan Estratégico, para "reforzar puestos estratégicos, reemplazar las jubilaciones, rejuvenecer y diversificar la plantilla".
Son 4.500 personas más en este período, con un total de 7.000 contrataciones. Renfe ha incorporado 3.360 trabajadores al equipo de conducción. Además, el área comercial ha recibido 1.800 nuevos empleados desde 2018, mientras que en los talleres se han sumado 1.400 trabajadores.
El aumento del gasto corriente se busca compensar ahora con medidas de eficiencia y gestión. Renfe explica que estas medidas están empezando a tener efecto en sus cuentas y que se ven en una "situación favorable" frente a los últimos resultados que han dado a conocer el resto de operadores. Según las cifras que comparten, los ingresos acumulados en el mes de agosto crecen un 3% frente al mismo período de 2023 y el resultado bruto de explotación de los ocho primeros meses se sitúa en 207 millones de euros, un 13,5% más.
El problema de la rentabilidad
Pese a que Renfe está en uno de los sectores de moda en Europa, los operadores del sector sufren por ser competitivos. La Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia subraya en su Balance de la Liberalización del Sector del Ferrocarril que las empresas no están logrando esquivar el estancamiento de los ingresos del sector y el aumento tanto de los costes como de la competencia.
Renfe: "La liberalización ha tenido efectos muy positivos, especialmente en la demanda"
"La liberalización ha tenido efectos muy positivos, especialmente en lo que respecta a la evolución de la demanda", defiende, pese a todo, Renfe. Este verano, su tráfico se situó en 8,1 millones de pasajeros, frente a los 6,7 millones del año pasado. Unos datos de récord que no consiguen trasladar a su cuenta de resultados. La compañía señala que el modelo que ha creado la liberalización, con precios a la baja, resulta "insostenible" para ofrecer "un medio de transporte en el que se priorice la calidad del servicio y el valor añadido con una estructura razonable de precios".
El ministro de Transportes coincide, y ha lanzado duros ataques contra el supuesto dumping de los operadores privados, con participación francesa e italiana. La compañía ha asumido que ese camino tiene que ser bidireccional, y confía en su expansión internacional gran parte de su viabilidad futura. De momento, el presente aparece plagado de nubarrones.
Renfe atraviesa una profunda crisis reputacional. Los llamativos contratiempos de los últimos meses, que comenzaron con el encargo de trenes que no cabían por los túneles en Cantabria y Asturias y han culminado con el descarrilamiento en la galería que une Chamartín y Atocha (Madrid) el pasado fin de semana, dejan a la empresa en una situación delicada. El foco mediático se ha posado como nunca sobre la compañía pública, ya sea por errores propios o por otros ajenos, con el hiperactivo ministro de Transportes, Óscar Puente, en el centro de todas las polémicas. Pero la crisis no es solo de imagen, sino también económica: en los últimos años, Renfe ha pasado de tener beneficios a registrar pérdidas, con unos gastos de personal disparados.