La banca, por detrás de las energéticas en su batalla fiscal con el Gobierno
Las entidades asumen que la tasa será permanente, aunque confían en que el Gobierno no tenga apoyos tras la ofensiva de Repsol. Si no, esperan cambios como mal menor
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Hace 35 años, los bancos acordaban los tipos de interés. Y lo hacían sin esconderse. Los siete grandes se reunían para decidir la oferta de los productos, hasta que Emilio Botín rompió estas prácticas con la supercuenta del Santander. Entonces los bancos mandaban mucho. Y siguieron haciéndolo hasta la reestructuración financiera de 2012. El impuesto especial a la banca muestra ahora cómo los bancos han perdido capacidad de lobby y se han quedado atrás de otros sectores como las energéticas.
El propio Emilio Botín se convirtió en uno de los empresarios más influyentes de la economía española. También otros banqueros, como Francisco González, expresidente de BBVA, o Isidro Fainé, presidente de la fundación La Caixa. Los tres presionaron a Luis de Guindos para intervenir Bankia y provocar una implosión del sector financiero que condujo a su reestructuración.
Los bancos ganan ahora más dinero. Pero no son tan influyentes. La propia Ana Botín no aspira a ser como su padre en cuanto a influencia política en España, con un perfil más internacional. Mientras las energéticas peleaban por el impuesto, Botín tocó la campana de Wall Street por la llegada a Estados Unidos de Openbank, una de sus apuestas. Además, los bancos sienten que se han convertido en la diana del poder político. Poner impuestos o perjudicar a las entidades puede que sirva para ganar votos. Lo contrario, no está claro que ayude a los partidos.
El Gobierno de Pedro Sánchez estableció un impuesto especial a las energéticas y a los bancos a finales de 2022 con el que Hacienda ha recaudado 2.900 millones entre 2023 y 2024, siempre devengado sobre los beneficios “extraordinarios” del año anterior.
Las energéticas se han plantado y el impuesto está en el aire.Repsol ha encabezado una ofensiva contra el tributo, ahora que el Ejecutivo quiere hacerlo permanente, recabando el apoyo de Junts y generando dudas en el PNV. Hacienda quería aprovechar el proyecto de ley para establecer un mínimo general del 15% en Sociedades a las multinacionales para introducir el impuesto especial a bancos y energéticas como permanente. Pero hay un debate interno entre el PSOE y Sumar y, por otro lado, Junts se ha negado a apoyarlo, mientras que PNV pide cambios.
La banca está a la espera. Tanto los bancos a título individual como las patronales (AEB y CECA) lo han tenido más difícil que las eléctricas para que cale un mensaje en contra del impuesto. Las entidades asumen que acabará siendo permanente, aunque ahora se haya abierto la posibilidad de que no haya apoyos políticos suficientes. Pero creen que es un espejismo. De hecho, los bancos esperan como mal menor que haya modificaciones en el impuesto. No hay ninguna propuesta formal, ni reuniones entre las patronales o los bancos y Hacienda o el Tesoro. En público, la única postura del sector financiero es estar en contra.
Sin embargo, los bancos confían en que haya modificaciones en el impuesto para que acabe en una versión más light. El banco que más paga es CaixaBank, con 373 millones en 2023 y 493 millones en 2024. Su CEO, Gonzalo Gortázar, señaló en abril, en la presentación de resultados del primer trimestre, que si debe ser permanente, sería positivo que haya cambios y que se vincule a la rentabilidad en vez de a los ingresos.
Este ha sido el único mensaje público de un banquero español abriéndose a considerar cambios en el impuesto. El propio Gortázar pidió en octubre un "debate sereno" con el Gobierno para acabar con la tasa. En privado, los bancos asumen que será permanente y quieren cambios en línea con lo sugerido por el ministro Carlos Cuerpo antes del verano y por el nuevo gobernador del Banco de España y exministro, José Luis Escrivá.
Cuerpo dijo en abril que el impuesto se debería rediseñar para fomentar el crédito a las pymes. La tasa, tal y como está configurada, penaliza financiar a las pequeñas y medianas empresas. Es el crédito de más riesgo, con lo que genera más ingresos (y se paga más impuesto por ello) pero implica más consumo de capital, sin que esto se deduzca de la tributación por los "beneficios extraordinarios".
Los bancos no han conseguido articular una estrategia antiimpuesto como las energéticas
En primavera, según fuentes financieras, hubo contactos con el ministro desde la banca. Pero no se concretó nada. Y después del verano, los bancos no han conseguido articular una estrategia antiimpuesto como sí han hecho las energéticas, que tienen muchas más palancas de lobby. La más evidente es la inversión. Repsol advirtió que el impuesto pone en riesgo una inversión de 1.000 millones en una refinería de Tarragona, y que podría llevarse ese capital a Portugal. Los bancos no van a mover sus sucursales. El impuesto puede penalizar el crédito, lo que es perjudicial para el crecimiento potencial de la economía, pero es algo menos palpable que invertir en un centro que genera miles de puestos de trabajo.
Los bancos llevan años trabajando, a través de las patronales, en proyectos para tratar de mejorar su imagen ante la sociedad, que quedó muy dañada en la Gran Crisis Financiera tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y crediticia, los desahucios, las cláusulas suelo, etc. No parece que lo hayan conseguido. PSOE o Sumar no han dudado en señalarles en los últimos años. Y la oposición no ha hecho esfuerzos por replicar.
Además, la banca no está precisamente unida. Dos de los principales bancos, BBVA y Sabadell, están inmersos en una opa hostil, lo que reduce la capacidad de unión para abordar una estrategia común y hacer lobby. BBVA es el segundo mayor grupo financiero, tercero por cuotas en España. Pero cuando va a Cataluña es para convencer al establishment catalán de la bondad de comprar Sabadell, no para hablar de impuestos.
Los bancos piden poner el foco en la rentabilidad y no en los ingresos
Y aunque las patronales han colaborado con el Gobierno en varios asuntos, como la asistencia financiera a mayores, los servicios en la España vaciada o los créditos ICO, no está claro que puedan influir en materia fiscal.
Los bancos, asumiendo la derrota, salvo que las energéticas enturbien el consenso de los socios de Pedro Sánchez de forma definitiva en esta materia, quieren cambios en el tributo, como bonificaciones por el crédito a las pymes o a la financiación a energías verdes. En línea con las deducciones por invertir en renovables que se había planteado para las energéticas. También quieren delimitar la base imponible a los ingresos por el negocio bancario tradicional, que es por lo que han tributado, aunque la Inspección reclama una mayor aportación al incluir otras líneas de ingresos como fondos o seguros. Por otro lado, piden poner el foco en la rentabilidad y no en los ingresos, para que esté ligado a los ciclos de tipos de interés si de verdad se quiere justificar la tributación por lo extraordinario de los beneficios recientes.
Otro cambio que piden los grandes bancos es que, si existe, afecte a todas las entidades. El propio Escrivá se pronunció esta semana en esa dirección en una entrevista con Expansión. Los bancos pequeños, algunos competidores pero de menor tamaño (se quedan fuera si facturan menos de 800 millones) y otros especializados en ámbitos como la banca privada, recuerdan que no compiten en igualdad de condiciones. Porque aunque no pagan este impuesto especial, no tienen modelos internos de contabilidad, con lo que consumen más capital por el crédito.
Hace 35 años, los bancos acordaban los tipos de interés. Y lo hacían sin esconderse. Los siete grandes se reunían para decidir la oferta de los productos, hasta que Emilio Botín rompió estas prácticas con la supercuenta del Santander. Entonces los bancos mandaban mucho. Y siguieron haciéndolo hasta la reestructuración financiera de 2012. El impuesto especial a la banca muestra ahora cómo los bancos han perdido capacidad de lobby y se han quedado atrás de otros sectores como las energéticas.