Huida hacia delante de Moncloa: por qué la solución vasca no arregla los problemas de Talgo
El Gobierno ha apostado firmemente por la entrada de Sidenor en la compañía de ferrocarriles. Es una vía de salida que genera muchas dudas y que no resuelve los dilemas de la empresa
El apoyo firme del Gobierno a la compra de Talgo por Sidenor, con el respaldo del Gobierno vasco, es un nuevo paso, de los muchos que se han intentado, para resolver la situación de una empresa que ha sido calificada de estratégica.
La operación más probable consiste en la adquisición por parte de Sidenor del 29,9 % de Talgo, lo que evitaría lanzar una opa por la totalidad de la firma. Para conseguir ese objetivo, el fondo Trilantic debe deshacer el acuerdo con sus socios, Torreal y la familia Oriol, según el cual la venta de su participación en la empresa se realizaría en bloque. El fondo quiere salir y la ruptura de ese pacto es más que probable si llega el caso.
Los mayores obstáculos para la operación tienen que ver con la insuficiencia de la oferta. El futuro de Talgo requiere algo más que un cambio en el accionariado. La firma, que obtuvo unos beneficios de 12 millones de euros en 2023, debe afrontar el problema del aumento de su capacidad productiva. Hay contratos pendientes con la empresa ferroviaria alemana Deutsche Bahn (DB), con la danesa Danske Statsbaner (DSB), con la francesa Le Train y con Renfe. Más allá de los contratos que se deben ejecutar, esa mayor producción le permitiría buscar su desarrollo en otros mercados: hay posibilidades de crecimiento en Estados Unidos y en algunas regiones de Asia. En consecuencia, Talgo necesitaría contar con un socio industrial que aporte plantas, ingenieros y conocimiento del sector, elementos de los que Sidenor carece.
En segunda instancia, tampoco existe un socio financiero que ayude en la compra y en el desarrollo de Talgo. El Gobierno ha buscado en distintos lugares, y se ha señalado a Criteria Caixa como la principal opción, pero, a estas alturas, el holding de la Caixa no manifiesta interés por entrar en la operación.
En ese escenario, la entrada de Sidenor parece más una operación con la que ganar tiempo a la espera de unos socios realmente adecuados que una apuesta real de futuro. Los antecedentes tampoco ayudan: se barajó la entrada de Sidenor en Celsa y en ITP Aero, también con el visto bueno del Gobierno, y en ninguno de los dos casos funcionó. Sidenor aparece con frecuencia en las quinielas de las soluciones, pero no en el resultado final del partido.
A pesar de todo ello, el anuncio de la operación tiene su utilidad.
El problema del Gobierno
El momento de Talgo es consecuencia de causas diversas, pero sus dificultades presentes deben mucho a la negativa de Moncloa a aceptar la oferta de adquisición del grupo húngaro Ganz Mavag (Magyar Vagon), justificada por la protección de intereses estratégicos españoles. La oferta de la firma húngara era idónea para los accionistas, porque pagaba un precio que les resultaba satisfactorio, aportaba capacidad industrial y permitía desarrollo, en especial en el mercado del este de Europa.
El Gobierno no autorizó la operación aduciendo razones de seguridad nacional y vínculos de la firma húngara con Rusia. La empresa que pretendía adquirir Talgo lo negó, como lo hicieron los bancos que participaban en la operación. El Gobierno también adujo, y así lo declaró a Financial Times, que la tecnología de cambio de ancho de vía que poseía Talgo era el principal motivo. Se trataba de evitar que un país prorruso tuviese acceso a tecnología valiosa para Ucrania, máxime cuando Talgo podría jugar un papel importante en el futuro de las conexiones ferroviarias del país invadido con la Unión Europea. Sin embargo, el consorcio que lanzó la opa de los húngaros sobre Talgo negó tales extremos, ya que "la tecnología de cambio de ancho de vía de Talgo no es exclusiva de sus trenes, ya que existen otros fabricantes con soluciones alternativas en funcionamiento para este propósito". En el veto a la opa tuvo mucho que ver, señalan fuentes conocedoras de las negociaciones, la pelea librada en el seno europeo entre Bruselas y Budapest, así como el intento de Sánchez de marcar posición frente a la extrema derecha.
La entrada de Sidenor no es la mejor solución, pero al menos ofrece la sensación de que no se ha abandonado Talgo a su suerte
Una vez cerrada esa vía, era preciso, y más cuando la empresa había sido calificada de estratégica, encontrar un sustituto a los húngaros. Había que solucionar el problema que se había creado. El Gobierno lo intentó por varios caminos, que iban desde la española CAF a la checa Skoda, sin suerte. Los húngaros están ahora negociando con Skoda.
En ese contexto, la entrada de Sidenor con el apoyo del Gobierno vasco no es la mejor solución, pero al menos ofrece una posibilidad. Fuentes gubernamentales aseguran que se incorporarán más empresas al plan alternativo. De momento, la propuesta de Sidenor puede ofrecer la sensación de que en Moncloa no se han quedado parados y de que no están abandonando Talgo a su suerte.
El problema vasco
El Gobierno vasco está doblemente interesado en la buena marcha de Talgo. La mayor fábrica de trenes de la empresa está ubicada en Álava, en Rivabellosa, y el declive de la compañía implicaría un coste en empleos que sería difícil de justificar en Euskadi. La comunidad autónoma se ha distinguido por un músculo productivo que generaba mejores empleos y salarios, pero ese empuje parece estar declinando. Los tiempos venideros se adivinan difíciles en la medida en que el País Vasco goza de una buena conexión con la industria alemana y la crisis de esta podría provocar consecuencias indeseadas. Necesitan conservar lo que tienen, al menos, y Talgo forma parte de ello.
Si no funcionara la solución vasca, el PNV podría afirmar que, al menos, hizo todo lo posible
En segunda instancia, los sindicatos están presionando para que se mantengan los puestos de trabajo de Talgo, que es su principal preocupación en el cambio de control de la compañía. Si no fuera así y los empleos en Álava se vieran perjudicados, el Gobierno del PNV tendría que afrontar un descontento notable. Bildu podría sacar partido de él, especialmente en Álava, que es un territorio electoral en disputa. Los abertzales han crecido sustancialmente allí. La propuesta de una solución que pasa por Sidenor, una empresa radicada en Vizcaya, suena especialmente bien en Euskadi. Si no funcionase, al menos el Gobierno vasco podría afirmar que hizo todo lo posible.
El problema de fondo
Talgo es un buen ejemplo de la evolución de esa industria nacional próspera, ligada al Estado y con relaciones fluidas con la banca, cuya posición cambia en el entorno global. Esa unión de instituciones estatales, financiación a través de bancos nacionales y propiedad de empresarios locales fue el motor de buena parte de la industria española en el siglo XX. La situación actual, tras la llegada de la globalización, es muy diferente, lo que dificulta al Gobierno encontrar palancas eficaces de apoyo.
En primer lugar, los bancos nacionales apuestan cada vez menos por la industria, lo que complica a Moncloa la búsqueda de capital. Ni siquiera Criteria, el más proclive a invertir en áreas productivas, ha manifestado su intención de formar parte de la operación, a pesar del deseo del Gobierno. Pero tampoco existen empresas locales a las que Moncloa pueda recurrir para aportar la capacidad industrial necesaria. CAF, la compañía más cercana sectorialmente, ha desechado participar en Talgo. Recurrir a Sidenor es una muestra de debilidad, ya que se trata de una compañía lateralmente relacionada (produce acero), pero que carece del conocimiento y de los ingenieros que son precisos para dar un paso más. El Gobierno, en este contexto, podría participar a través de la SEPI, pero supone un coste elevado para el Estado y tampoco solucionaría el problema de la capacidad productiva que Talgo requiere. Moncloa cuenta con una limitada capacidad de acción a la hora de defender y ayudar a las empresas estratégicas españolas y Talgo lo está padeciendo.
El apoyo firme del Gobierno a la compra de Talgo por Sidenor, con el respaldo del Gobierno vasco, es un nuevo paso, de los muchos que se han intentado, para resolver la situación de una empresa que ha sido calificada de estratégica.