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La última bala de OHLA: el imperio de la construcción que quiso volar demasiado alto
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La última bala de OHLA: el imperio de la construcción que quiso volar demasiado alto

Hace poco más de una década, el grupo dirigido por los Villar Mir presumía de ser una de las joyas de la Bolsa española. Pero los problemas de entonces hacen aún peligrar su supervivencia

Foto: Un cartel con el logo de OHL, antes del cambio de marca.
Un cartel con el logo de OHL, antes del cambio de marca.
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Las noticias sobre OHLA se amontonan desde hace semanas, perfilando el relato de la agónica lucha por la supervivencia de uno de los nombres con más solera del panorama empresarial español.

Enfrascado en intensas negociaciones para sacar adelante una ampliación de capital de 150 millones de euros que se antoja crítica para mantener en pie el negocio, mientras trata de encajar las exigencias de los potenciales nuevos inversores, los bancos acreedores y los bonistas, el grupo controlado por los hermanos mexicanos Amodio ve consumirse su escaso margen sin alumbrar una solución a sus problemas.

Mientras, el goteo a la baja de su acción, que esta semana establecía un nuevo mínimo histórico, visibiliza la desazón de unos accionistas que se enfrentan a la amenaza del colapso, por un lado, o a una dolorosa dilución de su inversión, en caso de prosperar el proyecto de salvamento del grupo.

Una angustiosa situación que ya se ha traducido en pérdidas en bolsa que rondan el 40% en apenas cuatro meses y que elevan por encima del 98% el hundimiento bursátil de una compañía que hace poco más de una década presumía de ser una de las apuestas más prometedoras del Ibex. Los más de 3.400 millones de euros en que llegó a valorarse entonces, han quedado hoy en día reducidos a tan solo 162, a pesar de la sucesión de inyecciones de capital que ha recibido en este lapso. Los pecados de una ambición desmedida han acabado situando al borde del abismo, lo que no hace tanto relucía como una historia de éxito.

Quienes asistían a las juntas de accionistas de OHL por aquellos años daban fe de que pocas cosas parecían animar más a Juan Miguel Villar Mir que la oportunidad de presumir de los resultados bursátiles de la compañía. Motivos no le faltaban al entonces presidente: el informe de cuentas de 2013 expone el buen momento de la cotización, señalando cómo OHL acumulaba desde 2002 un crecimiento anual compuesto del 23,1%, más que cuadruplicando los resultados medios de su sector.

Por aquel entonces, la economía española —y la bolsa patria— seguía supurando por las heridas de la gran crisis financiera (con su derivada nacional en forma de pinchazo inmobiliario) y la posterior tormenta de la deuda europea, y todo aquello que sonaba a construcción azuzaba los temores de los inversores. Pero OHL, que acababa de celebrar su 100 aniversario —contado a partir de la creación de Obrascón, en 1911— parecía haber alumbrado una fórmula de éxito, reflejada en la evolución creciente de sus cifras de negocio, gracias a una profunda diversificación de actividades y, sobre todo, geográfica (al cierre de 2013, el 92% de su ebitda procedía de fuera de las fronteras españolas) y una notable capacidad para ganar contratos, multiplicando por siete su cartera de proyectos en apenas una década.

Foto: Sede de CaixaBank. (EFE/Manuel Bruque)

Esta era la carta de presentación con la que OHL logró afianzarse en la primera mitad de 2014 como una de las joyas del mercado bursátil español. En mayo de ese año, el grupo constructor superaba por primera vez en su historia los 3.400 millones de euros de capitalización bursátil, tras multiplicar por seis su valor sobre el parqué en apenas un lustro, ajeno a los problemas que empezaban a asomar a partir de su elevada deuda, que había llevado a Moody’s a recortar su rating, ya en niveles de bono basura, en octubre de 2013.

El fichaje del exministro Josep Piqué como consejero delegado por aquellas mismas fechas se presentaba como una clara evidencia de las ambiciones de una compañía que aspiraba a seguir engordando sus cuentas con nuevos proyectos internacionales y que contaba con el respaldo de los expertos, con más de un 50% de consejos de compra de parte de las firmas de análisis que la cubrían, frente a apenas un 5% de recomendaciones de venta.

Pocos podían esperar entonces que el castillo de naipes comenzaría a derrumbarse por su pieza más valiosa. En enero de 2008, OHL había dado un golpe de efecto con la adjudicación del contrato más grande de su historia: la construcción del Centro Médico y de Investigación de Sidra, en Doha (Catar) por valor de 1.800 millones de euros. Pero el 22 de julio de 2014, el grupo constructor español comunicaba a la CNMV la rescisión de ese contrato por parte del cliente catarí, alegando falta de diligencia "particularmente en el ritmo de los trabajos y en los plazos de entrega".

Estrategia agresiva

Aunque la compañía de los Villar Mir aseguró entonces que aquella "contingencia" no implicaría "en ningún caso un impacto material para su patrimonio o su situación financiera", lo cierto es que aquel contrato se convirtió en una fuente de demandas y resoluciones millonarias, aún inconclusas, que pusieron a prueba la solidez de un proyecto del que Moody’s ya había advertido que dependía en exceso de unos pocos grandes contratos.

Y lo que es peor, puso en evidencia las vulnerabilidades financieras de un proyecto construido a partir de unas estrategias financieras extremadamente agresivas, que se revelaron como una amenaza existencial a medida que se fueron sumando los problemas. Los complejos vínculos con su accionista principal, el Grupo Villar Mir, no hicieron, sino, agravar la situación.

"OHL había crecido con fuerza, con políticas agresivas de precios y mucho apalancamiento, metiéndose en proyectos muy grandes, que, cuando empezaron a dar problemas por sobrecostes y cancelaciones, resultaron imposibles de manejar", explica Ángel Pérez, analista de Renta 4, quien cree que por aquellos años hubo desalineamiento entre los incentivos de la dirección (a la que se premiaba por el volumen de los contratos obtenidos) y los accionistas del grupo (que vieron socavadas las bases a largo plazo del proyecto por la búsqueda de un crecimiento desaforado).

Los casos de corrupción en España y México agravaron el descrédito ante el mercado

Los meses posteriores a la cancelación del contrato catarí representan la crónica de una carrera frenética por taponar las vías de agua que se iban abriendo en el casco de OHL. El deterioro de las cuentas, achacable en gran medida al incremento de los costes financieros, era tan agudo que las medidas aplicadas para aliviar los problemas (venta de participaciones en OHL México y Abertis) resultaban insuficientes. La supuesta implicación en casos de corrupción, en España y en México, no hacía, sino, acrecentar el descrédito de la firma de los Villar Mir ante el mercado, una situación que la salida del veterano Juan Miguel Villar Mir en junio de 2016, junto a la de Piqué (con quien habían sido frecuentes los roces), hizo poco por solventar.

Si meteórico había sido el ascenso del grupo en los años posteriores a la crisis financiera, más precipitada fue su caída. 2014 se saldó con un descalabro en bolsa del 35,64%, en 2015 esas pérdidas se duplicaron (70,97%), mientras que en 2016 volvieron a rondar el 36%. A partir de ahí, el desempeño bursátil de OHL evidencia, en forma de montaña rusa, la sucesión de esperanzas y decepciones de un grupo, ya encabezado por Juan Villar Mir de Fuentes, que a cada intento de enmendar sus errores del pesado tropezaba con nuevos problemas y se iba enredando en una madeja financiera que no hacía más que agigantarse (a pesar de seguir con una intensa política de desinversiones) a medida que se encadenaban números rojos: 432 millones en 2016; 12 millones en 2017; 1.530 millones en 2018… Ese año, OHL cerró en bolsa con un revés del 85,34%.

"Año tras año, a cada presentación de resultados se rehacían los números, se retiraban las previsiones realizadas apenas semanas antes y aparecía información desconocida que te obligaba a meterle un tajo a la valoración del grupo", lamentaba entonces uno de los analistas que cubrían la compañía. El cúmulo de problemas que iba surgiendo en torno a sus obras llevaba a algunos analistas a señalar con sorna que era mejor que no ganaran ningún contrato. Las sucesivas ventas de acciones de los Villar Mir, acuciados por la delicada situación financiera de su holding familiar, contribuían a azuzar la desconfianza inversora.

Salida de los Villar Mir

Por eso, y a pesar de la progresiva mejora del negocio entre 2019 y principios de 2020, la llegada de un nuevo accionista de referencia (los hermanos Amodio), en reemplazo de los Villar Mir (que abandonarían el capital del grupo en 2023, tras más de tres décadas al frente de sus destinos), fue recibida con entusiasmo por el mercado —el día de la noticia las acciones de OHL repuntaron más de un 56%—, que veía más cerca la oportunidad de pasar página de una época convulsa y encauzar, al fin, el camino de la recuperación. El cambio de nombre de la firma a OHLA venía a refrendar la idea de que se abría una nueva etapa.

Sin embargo, el desafío para los Amodio iba a ser doble, dado que no solo necesitaban mejorar las cifras de negocio del grupo, sino que debían hacerlo a una velocidad suficiente para que la complicada situación financiera que aún arrastraba el grupo no echara por tierra sus esfuerzos. Reestructuraciones y planes de desinversión han sido una constante (no siempre salvada de forma satisfactoria) en la trayectoria de OHLA durante estos años, mientras la dirección del grupo se esforzaba en establecer un nuevo perfil de crecimiento, más rentable y seguro.

Los resultados de este objetivo parecen estar dando ya sus frutos, a juzgar por las últimas cuentas de la compañía, en las que OHLA registró una mejora de sus ingresos del 21% y un incremento del 13% del ebitda. Pero el fantasma de la deuda, agravado por los efectos de la subida de tipos en los últimos años, se mantiene tan presente como el primer día y amenaza con hacer caer el grupo justo cuando empezaba a levantar la cabeza.

Foto: Luis Amodio y Mauricio Amodio, presidente y vicepresidente de OHLA. (Europa Press)

"Aunque a nivel operativo estamos viendo que la compañía está mostrando un desempeño acorde con las previsiones y que se está viendo cómo se vuelve a generar caja operativa, seguimos siendo prudentes con respecto a la situación del balance, a la espera de que se vayan sucediendo los próximos eventos antes de determinar una postura sobre la compañía", indicaban en Renta 4 tras conocer las cifras del primer semestre.

Las negociaciones siguen en pie y el compromiso para la entrada de nuevos accionistas, con José Elías y el mexicano Andrés Holzer a la cabeza, parece un buen punto de partida para tratar de cerrar una herida por la que ya se han esfumado más de 3.200 millones de valoración. Pero el tiempo aprieta y las posibilidades de un acuerdo satisfactorio parecen reducirse a cada minuto que pasa. De la OHL a la que hicieron volar demasiado alto, demasiado rápido, apenas quedan más que sus deudas. Y ya solo le queda una única bala para evitar que sean las que escriban sus últimas páginas.

Las noticias sobre OHLA se amontonan desde hace semanas, perfilando el relato de la agónica lucha por la supervivencia de uno de los nombres con más solera del panorama empresarial español.

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