Expertos en proximidad

Ofrecido por

Andrea Zarraluqui

La artista que lo dejó todo para pintar aves tropicales en platos

Por Ana Mª Nimo Fotos y vídeo Álvaro Padilla
Pablo Hervás

Hace ocho años dejó su trabajo como responsable de Marketing para apostarlo todo a su faceta de artista. Hoy viste mesas con pequeñas piezas de arte personalizadas. Estas y otras historias forman parte del espacio creado por El Confidencial junto a Banco Sabadell para dar visibilidad a emprendedores ‘Expertos en proximidad’.

A

ndrea Zarraluqui (Londres, 1973) se mueve descalza y grácil por su taller, un antiguo almacén de flores situado en un recoveco del barrio de Prosperidad (Madrid), al que la artista pretendía dar un aire industrial pero que ha acabado siendo tapizado por elementos decorativos de todo pelaje. Hay torres de libros sobre botánica y arte (entre los que también asoma alguno suyo -Save the date. Recibir en el siglo XXI-), soperas rescatadas de algún mercadillo, pequeñas esculturas propias y ajenas y bandadas de pájaros repartidos en láminas que inundan las paredes. Viéndola con su mandil, desenvolviéndose con tanta soltura entre ese acogedor desorden, cuesta creer que hasta hace unos años trabajara en una oficina. “Quise hacer Bellas Artes, pero mi padre no me dejó. Le parecía que no era una carrera seria. Llegamos al acuerdo de que hacía una carrera que a él le pareciera bien y en verano me iba a hacer cursos de arte donde yo quisiera: a Florencia, a Los Ángeles… Hasta que mi ex suegra me animó a pintar porcelana” y así fue como Zarraluqui descubrió que prefería los platos a los lienzos.

Unos años más tarde, en 2016, aprovechando el impulso de las sacudidas que estaba sufriendo su vida personal, se decidió a hacer lo propio con la profesional y cambió su puesto como directora de marketing de AC Hoteles por el de artista a tiempo completo: “Pensé: ‘Bueno, mira, lo voy a intentar y si me va bien, fenomenal. Y si no, pues vuelvo al Marketing’. Y aquí sigo”, dice envolviéndolo todo con la impertérrita sonrisa que le costará esconder cuando le toque posar ante la cámara.

Su primer escaparate fueron las redes sociales a las que llegó en el momento justo, con la temática adecuada: la fauna y flora tropicales. Su cuenta de instagram -que ya atesora 160.000 seguidores- comenzó a llenarse de platos decorados a mano con hojas de bananos, aves exóticas y cactus al mismo tiempo que se desataba “la locura por todo lo tropical”, según recuerda. Esto hizo que su notoriedad fuera rápidamente en aumento tanto en el universo digital como entre quienes gustan de vestir la mesa de forma original de forma que su nombre empezó a aparecer en la prensa en boca de prescriptoras como Olivia Palermo o Eugenia Martínez de Irujo.

“Cuando recibo un pedido, necesito saber cómo es esa persona, qué le gusta, cómo es su casa... A veces hasta me mandan fotos para mostrarme cómo la tienen decorada”

Desde entonces los pedidos no han dejado de llegar, pero reconoce que “ahora hay mucha competencia” y para hacerle frente es necesario “reinventarse todo el tiempo, estar al día de las tendencias, hacer cosas nuevas” y, en su caso, se podría añadir, estar cerca de las personas. Zarraluqui trabaja por encargo, por lo que la mayoría de sus trabajos son personalizados. “Cuando recibo un pedido, necesito saber cómo es esa persona, qué le gusta, cómo es su casa... A veces hasta me mandan fotos para mostrarme cómo la tienen decorada”.

Andrea Zarraluqui
Andrea Zarraluqui
Andrea Zarraluqui
Andrea Zarraluqui

El universo creativo de Zarraluqui

Como buena experta en proximidad, su labor no se limita a entregar un producto sino que hay un trabajo previo de escucha y entendimiento: “Muchas veces hago bocetos. Una señora una vez me encargó una vajilla basada en los árboles de su jardín. Para que no solo fueran árboles, le propuse distintos diseños con algo por el borde: unos tenían un árbol, otros una rama…”. Zarraluqui invierte de media una hora en pintar cada pieza, una vajilla entera puede llevarle hasta tres semanas, por eso, para ella es importante tener la certeza de que aquello en lo que trabaja va a satisfacer las expectativas de quien lo va a recibir.

Él suyo es un trabajo de orfebrería en el que no hay espacio para el error, cada pieza -que puede haber sido encargada en Francia o bien pertenecer a la herencia de un cliente- es pintada a mano utilizando unos pigmentos especiales que mezcla con aceite de copaiba. Con el pincel dibuja pétalos, plumas, hojas... de forma delicada y precisa. tanto, que teme estar dejándose la vista en ello.

Pero el universo creativo de Zarraluqui no se limita a vestir la mesa: “Lo que más me gusta es hacer murales”, reconoce, “al final un plato es una cosa un poco limitada de espacio y un mural es como te puedes explayar mucho más. Me divierte mucho”. Y no se detiene ahí: papeles pintados, candeleros, moldes para platos, flores de cerámica… Las manos inquietas de la artista no paran de inventar, siempre con la naturaleza -la misma que ha hecho brotar en el patio que llena de luz su estudio- como eje. “A mí me encanta venir a trabajar. Vengo por las mañanas, miro mis plantas, veo que están bien regaditas y luego ya me pongo a currar. Eso para mí es un sueño cumplido”.

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