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Sin lúpulo no hay paraíso: un 'invento' español (Ekonoke) para salvar la cerveza
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Sin lúpulo no hay paraíso: un 'invento' español (Ekonoke) para salvar la cerveza

Este invento cuenta, además, con el respaldo del gigante cervecero español, Estrella de Galicia, como inversor

Foto: Ana Saez, cofundadora de Ekonoke.
Ana Saez, cofundadora de Ekonoke.

Son primas y residentes en Madrid. Hace varios años sintieron la llamada del emprendimiento a las puertas de la cuarentena y se liaron la manta a la cabeza para cultivar lechugas felices. Ellas son la agrónoma Ana Sáez y la economista Inés Sagrario. Juntas decidieron probar suerte en el cultivo hidropónico (en interior y sin uso de suelo) con el propósito de sacar al mercado lechugas ecológicas y cultivadas de manera sostenible. Y aunque hicieron realidad su sueño, los consumidores no estuvieron dispuestos a pagar su producto, por muy verde que fuera.

Foto: José Luis Cabañero, cofundador de Eatable Adventures.

Lejos de rendirse al primer tropiezo, las emprendedoras solo pararon para coger impulso y sumar fuerzas tras enfocar mejor sus esfuerzos. Estaban en la tendencia buena (Agritech) y contaban con el apoyo de algún inversor pionero como José Luis Cabañero (Eatable Adventures), con quien reorientaron su tesis para explorar productos de mayor valor añadido, como los frutos rojos, el azafrán... o el lúpulo. Puestas a cambiar una pequeña parte de la cadena alimentaria, mejor hacerlo con algo que también permitiera la viabilidad financiera del sueño.

placeholder Cultivo de lúpulo. (Ekonoke)
Cultivo de lúpulo. (Ekonoke)

Para ese salto, unos meses antes de la recordada pandemia, las primas juntaron manos con un equipo de investigadores de la Universidad Autónoma comandado por Antonio Rojas y Javier Ramiro, que llevaban años al frente de otro proyecto de cultivo de semillas y tallos con la misma tecnología. En ese momento nace Ekonoke, que hasta el verano de 2021 no apostó todo al mundo de la cerveza, logrando en un tiempo récord llegar tan lejos como nadie antes tras validar su tesis: conseguir la primera cosecha de lúpulo en cultivo hidropónico en solo tres meses.

Los resultados obtenidos hasta ahora, todos en fase beta, han sido suficientes para lograr, primero, el apoyo de un gran nacional como Hijos de Rivera, productores de Estrella de Galicia, que pusieron dinero sobre la mesa casi a ciegas, solo por si acaso su tecnología tenía sentido; y en segundo lugar, del gigante cervecero mundial AB InBev, dueño de marcas globales como Budweiser, Corona Extra, Stella Artois, Beck's, Skol, Brahma o Quilmes, que a principios de este año les comunicó la incorporación a su programa mundial de aceleración de start ups.

Foto: Patxi Larumbe, CEO y cofundador de la empresa Cocuus System Ibérica. (EFE/Jesús Diges)

Todo esto ha crecido desde una nave industrial ubicada en un polígono de la localidad madrileña de Alcobendas que hace las veces de oficina, laboratorio y almacén. En este tiempo, los cuatro magníficos de Ekonoke han alternado las fases de investigación y cultivo con viajes alrededor del mundo para participar en eventos del sector cervecero donde testar su modelo y al mismo tiempo convencer a inversores para financiar esta pujante promesa, aunque tras la última inyección de algo más de 5 millones, acceder al dinero comienza a ser secundario a la luz de sus avances.

placeholder Equipo de Ekonoke. (Cedida)
Equipo de Ekonoke. (Cedida)

El principal reto ahora es hacer empresa. Llevar a escala industrial lo que desde la nave se ha validado: los lúpulos de Ekonoke (diferentes variedades) dan cuatro cosechas (solo una a cielo abierto), con un consumo de agua hasta 20 veces menor, sin pesticidas ni herbicidas, gracias a la información en tiempo real manejada durante su cultivo, tras reproducir las condiciones de luz y humedad óptimas para el desarrollo en interior, casi como si fuera cannabis (el lúpulo es una de las tres especies de plantas del género Humulus, de la familia de las cannabáceas).

El sueño se hará realidad en breve en Chantada, en las inmediaciones de la fábrica que Estrella de Galicia tiene en el municipio lucense. Antes de acabar el año estará lista un piloto de 1.000 metros cuadrados para cultivar lúpulo a demanda del cliente, aunque en caso de éxito será la primera fase de un complejo que puede irse hasta los 10.000 metros cuadrados, permitiendo así a los Rivera contar con materia prima esencial en tiempo y forma y mitigando en una pequeña parte los riesgos del mercado mundial del lúpulo, con producciones decrecientes y precios al alza.

Foto: Cerdos en el corral de una granja. (EFE/Orlando Barría)

Esta materia prima es clave para el sabor y el aroma de la cerveza, aunque en términos de coste es casi marginal. El principal problema para la industria es que los cuatro grandes productores de lúpulo concentran el 80% del mercado en Alemania y EEUU, entre los paralelos 42 y 45, por tratarse de las zonas geográficas donde se dan las condiciones climáticas adecuadas para su cultivo durante seis meses (la producción en el hemisferio sur es muy inferior). Pero desde hace una década, esa cosecha de agosto cada vez es menor y hay miedo a un posible desabastecimiento.

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Cultivo de lúpulo. (Ekonoke)

Esta deriva ha provocado la firma de contratos a cinco años entre los grandes fabricantes y los productores (sin una cosecha media óptima en la última década) y el aumento de las capacidades de stock (a pesar del deterioro de las cualidades del lúpulo, lo que obliga a usar más). En este contexto, Ekonoke ofrece una potencial solución a escala industrial: materia prima en cualquier lugar del mundo a demanda del fabricante (menos logística y almacenaje), con variedades de más calidad (menor consumo) y cultivadas de manera eficiente (impacto medioambiental positivo).

Aunque el furor agritech ya se ha cobrado sus primeras víctimas (Kalera), como si de una burbuja más se tratara, lo cierto es que la start up española está adquiriendo dimensión internacional de manera exponencial, gracias a empujones como la referencia en la revista Nature. Las primas de Ekonoke tienen claro que están a las puertas de lograr algo grande, pero que en realidad tiene bastante más de proyecto industrial al largo plazo (levantar naves en polígonos industriales y cultivar lúpulo) que de pelotazo tecnológico. Saben que sin lúpulo no hay cerveza... ni paraíso.

Son primas y residentes en Madrid. Hace varios años sintieron la llamada del emprendimiento a las puertas de la cuarentena y se liaron la manta a la cabeza para cultivar lechugas felices. Ellas son la agrónoma Ana Sáez y la economista Inés Sagrario. Juntas decidieron probar suerte en el cultivo hidropónico (en interior y sin uso de suelo) con el propósito de sacar al mercado lechugas ecológicas y cultivadas de manera sostenible. Y aunque hicieron realidad su sueño, los consumidores no estuvieron dispuestos a pagar su producto, por muy verde que fuera.

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