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Viaje a la cuna de Ikea: muebles, albóndigas y una crisis inmobiliaria
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Los precios caen un 16% desde máximos

Viaje a la cuna de Ikea: muebles, albóndigas y una crisis inmobiliaria

Al pasear por Älmhult (Suecia), se encuentran varias inmobiliarias con sus escaparates repletos de casas que se venden por cantidades mucho más bajas que las que se ven en España

Foto: Entrada al Museo Ikea en Älmhult (Suecia). (J. M.)
Entrada al Museo Ikea en Älmhult (Suecia). (J. M.)

Si hay un lugar donde las casas son lo más importante, ese es Älmhult (Suecia). En esta pequeña localidad de 9.000 habitantes, un hombre llamado Ingvar Kamprad abrió en 1953 la primera tienda de Ikea. Siete décadas después, toda la ciudad está volcada con la mayor empresa de muebles y decoración del mundo. Como si de un parque temático se tratara, los turistas se pueden alojar en el Hotel Ikea o comer albóndigas en el Museo Ikea. Además, allí se encuentran otros enclaves estratégicos para la compañía en los que trabajan hasta 5.300 personas. Muchas de ellas viven por la zona y hacen gala de un corporativismo que les lleva a mantener descorridas las cortinas para mostrar sus casas como un catálogo de Ikea.

Pero en el hogar de las casas, lo que más llama la atención es el desplome del precio de la vivienda. Al pasear por sus cuadriculadas calles se encuentran varias agencias inmobiliarias con sus escaparates repletos de casas que se venden por cantidades mucho más bajas que las que se ven en España. Según los últimos datos del índice HOX, elaborado por Valueguard, los precios de los hogares de Suecia han experimentado una caída del 16,4% respecto a los máximos alcanzados en mayo de 2022.

En Älmhult, una casa unifamiliar, con jardín y dos plantas de 68 metros cuadrados cada una, se puede comprar por 2.995.000 coronas suecas (unos 265.100 euros). Una ganga que, de hecho, ya tiene estampado el sello "Såld" (Vendida) en el anuncio del escaparate. Pero sigue habiendo oportunidades de compra a pocos metros, en otra inmobiliaria donde una vivienda de 60 metros cuadrados, ubicada en un solar de 861 metros cuadrados, se puede adquirir por 1.800.000 coronas suecas (unos 159.300 euros). Eso sí, fue construida en 1961, solo siete años después de inaugurarse en la ciudad la primera tienda Ikea. Y como estos, hay varios ejemplos.

Al mirar estos jugosos precios tras las vidrieras de las inmobiliarias, al compás de un silencio atronador que solo interrumpe el paso de algunos coches y el graznido de unas pocas gaviotas, se puede desatar la tentación de comprar para aquellos turistas que quieran tener una propiedad y busquen para vivir una ciudad tranquila a la vez que fría y lluviosa (en cada edificio de Ikea hay paraguas gratuitos para tormentas imprevistas). Aunque, quizás, podrían esperar un poco más porque los economistas prevén que los precio caerán todavía más, hasta un 20% desde los máximos de mayo de 2022, de acuerdo con una encuesta realizada por la entidad Skandinaviska Enskilda Banken (SEB).

Para el gobernador del Riksbank (el banco central sueco), Erik Thedeen, este desplome en el precio de la vivienda es bueno para la economía del país y, sobre todo, para los compradores primerizos. "Aumenta la posibilidad de que entren personas que están fuera del mercado de la vivienda, disminuye un poco el endeudamiento y viene después de un aumento desbocado en los precios de la vivienda", apuntaba hace unas semanas en el parlamento del país.

placeholder Escaparate de una inmobiliaria en Älmhult (Suecia). (J. M.)
Escaparate de una inmobiliaria en Älmhult (Suecia). (J. M.)

No lo ve tan claro el Gobierno sueco, que pronostica un crecimiento de su economía de solo el 1% en 2023, afectada, como no, por la guerra de Ucrania y los precios de la energía, pero también por la caída del mercado inmobiliario. Y es que el conflicto iniciado por Vladímir Putin pilló a la sociedad sueca muy endeudada y con más de la mitad de las hipotecas firmadas a tipo variable, es decir, con una posición muy comprometida en el actual escenario de subidas de tipos de interés. En apenas doce meses, el Riksbank incrementó las tasas desde el 0% al 3%, su nivel más alto en 15 años. "Nos encontramos en una situación económica muy problemática", remarcaba este lunes la ministra de Finanzas, Elisabeth Svantesson, en un comunicado.

Pero si leyendo este artículo, usted se está planteando ir a vivir a Älmhult, sepa que la oferta de ocio es un poco limitada. Es un buen lugar para retirarse a escribir un libro, pero su mayor reclamo, siendo la ciudad donde nació Ikea, es el museo donde se explica la historia de la compañía, salpimentando sus diferentes hitos con la evolución de la sociedad sueca del siglo XX. Aunque el plato fuerte de este enclave es su restaurante, donde se pueden degustar diferentes platos tradicionales de Ikea, como sus famosas albóndigas o el salmón.

Pero más allá de los nueve platos que se sirven en el restaurante del Museo Ikea, la gastronomía del lugar es escasa. Como en casi cualquier ciudad del mundo, hay pizzerías y kebabs, incluso un establecimiento que aúna las dos variantes. Por lo tanto, es aquí donde se abre una ventana de oportunidad para los que coqueteen con la idea de comprar una casa en esta ciudad: abrir un restaurante. Eso sí, hay que acostumbrarse a dar el servicio en horario sueco, es decir, comidas a las 12:00 horas y cenas a las 18:30 horas.

placeholder Foto: J. M.
Foto: J. M.

Otra opción (y la más viable) es conseguir trabajo en Ikea. Además del museo y el hotel, allí se encuentra la sede corporativa, el laboratorio de pruebas (Test Lab) y el centro de prototipos. También la principal fábrica y el centro de distribución y logística, lo que explica que las vías del tren que cortan la ciudad en dos —a un lado todo lo relacionado con la compañía sueca y al otro las viviendas— estén repletas de containers a la espera de partir cargados de muebles.

Si no quiere comprarse una casa en Älmhult, pero le ha picado el gusanillo de visitar el lugar del nacimiento de la multinacional sueca, sepa que puede dormir en el hotel Ikea. Es como vivir en uno de esos catálogos que antiguamente se repartían en formato físico y ahora solo pueden encontrarse online. Todos los muebles y la decoración son diseños de la propia empresa, hasta uno de los pianos que la compañía comercializó en la década de los 70. La única excepción son las toallas de las habitaciones, que son de la empresa textil polaca Berendsen.

También existe la posibilidad de alojarse en un camping a orillas del lago Låkasjön, que se encuentra apenas a media hora andando del centro de la ciudad. Algo menos de 15 minutos si se realiza el trayecto en bici, el principal medio de transporte en esta localidad sueca. Las calles están repletas de ellas e, incluso, junto a un túnel que pasa bajo las vías del tren, hay un contador que puede alcanzar los 40.000 ciclistas, cifra que se antoja bastante optimista porque a las 17:00 horas de un día laborable solo habían pasado 715. Y aquellos turistas más atrevidos pueden visitar el solemne cementerio de la ciudad, donde quien sabe si hay algún muerto enterrado en un KOFIN, el ataúd minimalista de Ikea en el que se dice que fue sepultado su fundador, Ingvar Kamprad.

Si hay un lugar donde las casas son lo más importante, ese es Älmhult (Suecia). En esta pequeña localidad de 9.000 habitantes, un hombre llamado Ingvar Kamprad abrió en 1953 la primera tienda de Ikea. Siete décadas después, toda la ciudad está volcada con la mayor empresa de muebles y decoración del mundo. Como si de un parque temático se tratara, los turistas se pueden alojar en el Hotel Ikea o comer albóndigas en el Museo Ikea. Además, allí se encuentran otros enclaves estratégicos para la compañía en los que trabajan hasta 5.300 personas. Muchas de ellas viven por la zona y hacen gala de un corporativismo que les lleva a mantener descorridas las cortinas para mostrar sus casas como un catálogo de Ikea.

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