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Del Palau de la Música al Barça de Laporta, la decadencia de las élites en Cataluña
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Del Palau de la Música al Barça de Laporta, la decadencia de las élites en Cataluña

Dos entidades privadas catalanas, dos crisis separadas por 17 años. Las coincidencias resultan inquietantes y la diferencias más aún. De Millet a Laporta y tiro porque me toca

Foto: Joan Laporta, presidente del FC Barcelona. (EFE/Alejandro García)
Joan Laporta, presidente del FC Barcelona. (EFE/Alejandro García)
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Esta semana que ha muerto Fèlix Millet no está de más recordar que en julio de 2009 los Mossos d’Esquadra registraban el Palau de la Música. Una entidad privada presidida por Fèlix Millet, un prohombre de la burguesía catalana, que tenía un problema con la declaración del IVA. Desde el principio se veía que el tema iba a ir a peor. Y lo fue.

La vicepresidenta del Palau, Mariona Carulla, tomó el control, asumió la presidencia y llenó el Palau de auditores. Como primera medida se nombró director general a Juan Linares y se depuraron responsabilidades hasta el final. El agujero patrimonial superaba los 31 millones. Fèlix Millet, Jordi Montull y sus cómplices fueron condenados a 9 años de cárcel por defraudar 23 millones de la entidad. El Palau de la Música todavía está personado, exigiendo a CDC que repare los fondos sustraídos. La sociedad civil se movilizó y aunque la justicia fue lenta, las grandes fortunas que integraban el patronato del Palau de la Música pueden sentirse orgullosas.

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La entidad era del todo privada. La Generalitat poco podía hacer. Carecía de capacidad para intervenir en una entidad dominada por patronos particulares. Fue la gestión de los empresarios que, con decisión, salvaron el Palau de la Música, su valor simbólico para el catalanismo y su importancia como infraestructura cultural. Era 2009. El presidente de la Generalitat era José Montilla. La Cataluña de entonces parece muy lejana. Tres años después empezarían las grandes movilizaciones independentistas de las diadas y arrancaría el procés, ese procés que ahora Pedro Sánchez asegura que ha terminado.

Pero las élites económicas y empresariales no han salido indemnes. La prueba está en el FC Barcelona, con más de 143.000 socios. Una pequeña parte de ellos forman parte de esa élite empresarial. El publicitario Lluís Bassat aspiró a la presidencia, Salvador Alemany fue durante mucho tiempo presidente de la sección de baloncesto blaugrana. Josep Lluís Núñez no fue solo el primer promotor de vivienda de Cataluña, también fue durante muchos años presidente del FC Barcelona. Por esa junta han pasado personalidades como Carles Vilarrubí, que llegó a vicepresidente en la época de Sandro Rosell. Solo por repasar los últimos tiempos han tenido cargos destacados en diversos órganos del club: Jaume Guardiola (Banco Sabadell), Silvio Elías (Caprabo), Carles Tusquets (Fibanc), Antoni Esteve (Laboratorios Esteve) y Josep Maria Xercavins (Metrópolis). Otros como Evarist Murtra o Miquel Roca han aspirado a cargos. El Barça no solo es más que un club. Ha sido el reflejo y la pasarela de toda una élite empresarial que ahora parece desdibujada.

Foto: Uno de los billetes que se han repartido con la cara de Laporta.

Silencio en el Titanic

Catorce años después del Palau de la Música, nadie asume el rol de entonces en un FC Barcelona que parece el Titanic navegando a toda máquina hacia el iceberg. El club debe 1.200 millones que en 2024 empezarán a vencer encareciendo los costes financieros. Ha vendido buena parte de su patrimonio, las "palancas" de Joan Laporta, pero ni ha reducido su deuda ni tampoco la masa salarial, que sigue estrangulando una entidad con pérdidas operativas anuales de 200 millones. Además, está negociando este mes endeudarse por otros 1.500 millones en bonos corporativos en Estados Unidos. Una operación en la que en apenas un puñado de semanas ya le han rebajado el rating una vez. Y, entre las dudas de que se lo puedan volver a bajar, a Laporta y a los suyos solo se les ha ocurrido pedir que el rating sea secreto. El problema no es solo el sobreendeudamiento que se avecina. También ha generado revuelo la adjudicación de las obras a la empresa turca Limak, a la que el club invitó tras rebajar las exigencias del proceso de adjudicación.

Todo esto podría ser malo. Pero es peor a causa del "caso Negreira": los pagos continuados durante 17 años al vicepresidente de los árbitros españoles, José María Enriquez Negreira, quien cobró durante ese período siete millones de euros por servicios indeterminados sin que ningún auditor ni control del club detectase nada raro. La Fiscalía de Barcelona ya ha anunciado una querella por delitos tales como "corrupción continuada y administración desleal". La Liga ha adelantado que se personará como acusación particular. La pasada semana la Real Federación Española de Fútbol se sumó a los que anunciaron personarse e informó a la UEFA, que podría sancionar a los blaugranas dejándolos fuera de la Champions. Para colmo, asaltan la casa de la juez instructora y Cataluña, por momentos, parece Sicilia.

A los problemas económicos hay que sumar el haberse quedado fuera de la Champions

Con este panorama y con el FC Barcelona fuera de la Champions League y de la Europa League sería lógico esperar un clamor social y una élite de empresarios intentando dar el relevo a Laporta y su junta. Para nada.

Sin oposición

Víctor Font, el cofundador y consejero delegado de Delta Partners fue el opositor a Laporta. Es, además, el editor del diario Ara. Pero el ciudadano Kane del independentismo ha optado por un rol más que discreto. Está muy lejos de aquel "Elefant blau" que encabezaba un joven Joan Laporta en la época de Joan Gaspart. Mientras, la crisis institucional se ceba con el Barça y un sector contamina al otro, ya que el caso Enríquez Negreira afecta al precio de la financiación del Espai Barça.

No es solo que Font calle. Es que callan todos. Todos los socios. La única voz es la de Laporta, que repite en público y en privado que todo va bien, cuando resulta más que obvio todo lo contrario. La Generalitat, como en el caso del Palau, carece de competencias para intervenir. Pero tampoco ha preguntado ni cuestionado nada. Anna Caula, secretaria general de deporte de la Generalitat, área que depende de Presidencia, ni se ha reunido con Laporta para analizar la crisis ni para decir la suya. Pero, ciertamente, la responsabilidad es de los socios, que no han pedido amparo alguno a la administración catalana, con lo que Pere Aragonès y su gobierno tienen muy fácil hacer ver que esta crisis no tiene nada que ver con ellos. El FC Barcelona es un erial para cualquier pensamiento crítico, donde preocupa que el Barça salga al campo solo a defender, como si el juego del primer equipo no fuese más que una metáfora de lo único que hará esta junta ahora y dentro de unos años: defenderse.

La única voz en la crisis del Barça es la de Laporta que dice que todo va bien.

Las crisis en el FC Barcelona y en el Palau de la Música se parecen. La reacción de los empresarios catalanes entre una y la otra en estos 14 años que las separan difieren como el día y la noche. Lo más parecido a una contestación interna fue cuando el constructor Jordi Llauradó dimitió como responsable del Espai Barça, tres días después de la adjudicación a Limak. Aun así, sigue en la junta, a cargo de la Fundación Barça, centrado en su silencio crítico.

En medios financieros se advierte de que muchos miembros de la burguesía catalana se ven incapaces de lidiar con un problema de deuda de las dimensiones del que acumula el FC Barcelona y temen que solo pueda acabar desembocando en la conversión del club en sociedad anónima deportiva. Si al final La Liga acaba tomando medidas, será divertido ver determinados medios de comunicación y una parte de la clase política hablar de "un 155 deportivo".

Foto: El presidente azulgrana, durante el último encuentro contra el Valencia. (EFE/Alejandro García)

Pero hubo un tiempo en que los empresarios catalanes no se abonaban al victimismo y tomaban las riendas para ser dueños de su destino y proteger sus instituciones. Entre el coraje de Mariona Carulla y el silencio de la junta de Laporta no solo versan 14 años, sino un mundo entero. Millet se ocultaba. Laporta hace lo que hace a la vista de todos. Luego, cuando el mal sea irremediable, todos los que ahora guardan silencio saldrán a escandalizarse y como en la película Casablanca, exclamarán: "¡Aquí se juega!". Fèlix Millet ha muerto en la ignominia, cierto, pero en la cúpula del Barça tampoco sobra la dignidad.

Esta semana que ha muerto Fèlix Millet no está de más recordar que en julio de 2009 los Mossos d’Esquadra registraban el Palau de la Música. Una entidad privada presidida por Fèlix Millet, un prohombre de la burguesía catalana, que tenía un problema con la declaración del IVA. Desde el principio se veía que el tema iba a ir a peor. Y lo fue.

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