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Las compras frustradas del baloncesto: por qué los clubes ACB no cambian de manos
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Estu y Ourense no cerraron sus ventas

Las compras frustradas del baloncesto: por qué los clubes ACB no cambian de manos

Carlos Avenza había prometido 5 millones para comprar el Estu, pero no acudió a la ampliación de capital. El Cabildo de Gran Canaria lleva más de una década sin desbloquear la venta del club

Foto: Foto: Juan Pelegrín, CB Estudiantes
Foto: Juan Pelegrín, CB Estudiantes

En el año de las grandes ventas de clubes de fútbol, el accionariado de los equipos de baloncesto permanece inamovible. Los grandes clubes europeos aún están en manos de sus propietarios históricos y en contadas ocasiones trasciende alguna oferta. En España la situación es similar, y los intentos de compra que se han producido en los últimos años han acabado encallados con las administraciones propietarias de los clubes (CB Ourense y Gran Canaria) o con empresarios que buscaban aprovechar la delicada situación financiera de clubes como Movistar Estudiantes.

Una de las escasas ocasiones en las que se intentó vender un gran club europeo ocurrió en 2020. En plena escalada del conflicto con la Euroliga, Dimitris Giannakopoulos intentó vender la plaza del Panathinaikos como fundador de la competición, sin éxito. Tras no lograrlo, anunció que ponía a la venta el club por 25 millones de euros, con igual resultado. Ninguna oferta alcanzó dicho importe, a pesar de que el directivo llegó a tasarla en 75 millones “contando el valor de marca”. A eso, había que restar el déficit anual de un equipo que opera a pérdida para sostenerse en la élite.

Por contextualizar, el Real Oviedo se tasó en unos 46 millones de euros después de que el Grupo Pachuca se hiciera con el 51% por 23 millones. El grupo propietario del Manchester City compró el Bahía de Brasil por 127 millones y Qatar compró el 22% del Sporting de Braga en una operación que valoró el 100% de su capital en 83 millones de euros.

Los clubes de baloncesto están muy lejos de alcanzar las cifras que se mueven actualmente en el fútbol europeo, incluso los que tienen plaza fija en Euroliga. En la mayoría de los casos no se garantiza un volumen de ingresos suficiente para amortizar la inversión y para poder llegar al máximo nivel es necesario asumir abultadas pérdidas anuales que son compensadas con una aportación constante de fondos de sus mecenas o clubes de fútbol. Además, no ofrecen revalorización en un futuro exit, motivo por el que tampoco atrae a fondos ni inversores.

Los ingresos que genera el baloncesto no son suficientes para amortizar la inversión

La realidad del baloncesto es que aún se trata de un ecosistema deficitario. Los equipos independientes (que no dependen de mecenas ni clubes de fútbol) han alcanzado la sostenibilidad financiera en España en los últimos años a costa de ser menos competitivos frente a la élite. Pero dar un salto en ingresos únicamente con recursos propios es algo que, por ahora, sólo ha logrado Lenovo Tenerife. Otros como Fuenlabrada, Bilbao, Breogán, Manresa u Obradoiro mantienen presupuestos entre los 3,5 millones y los 3 millones de euros. La excepción es Baskonia, que ha logrado alcanzar un negocio de más de diez millones de euros gracias a jugar Euroliga.

Eso sí, ese trabajo empieza a traducirse en un mayor interés de audiencia y patrocinadores, que son las principales cartas a jugar para captar más inversión. Los clubes ACB han pasado una de las etapas más difíciles entre las desapariciones de entidades en la década de 2010 y la actual crisis de la Covid-19. Han llegado sin endeudarse ni comprometer la viabilidad de sus proyectos, con un engage que sigue aumentando gracias a la estrategia en redes sociales y aumentando sus ingresos por patrocinio una media del 14% en 2020-2021 a pesar de la puerta cerrada. En otras palabras, se está revirtiendo la tendencia y la mayoría gasta en base a lo que ingresan.

Eso sí, a la dificultad de rentabilizar la inversión se suma la atomización de algunos accionariados. En Tenerife los aficionados tienen el 82% del capital, mientras que en Manresa es su fundación la primera accionista, pero sólo con el 14,73% de control. Es decir, hacerse con la mayoría accionarial implicaría un paquete concentrado de decenas de pequeños accionistas, algo que también sucede con Gipuzkoa Basket en la LEB Oro, entre otros.

Por ese proceso pasó Scranton, el vehículo inversor de la familia Grifols. La operación se logró in extremis en el momento de mayor necesidad económica del club, que llegó a entrar en concurso de acreedores en 2010. No fue hasta 2018, con la situación límite, cuando Scranton se comprometió a aportar 3,69 millones vía ampliación de capital para rescatar a la histórica entidad de Badalona. Actualmente posee el 86% de los títulos y el segundo accionista aún son los propios aficionados.

Clubes ACB como Manresa o Tenerife están compuestos por pequeños accionistas

Lo más común en el baloncesto español ha sido la fusión de entidades deportivas. El Real Valladolid absorbió en su estructura al club de LEB Oro a cambio de asumir la inversión del proyecto, una estrategia por la que también ha apostado el CF Intercity con el Fundación Lucentum Alicante. No sucedió así con la Ucam, que tras dos años como title sponsor del CB Murcia, finalmente adquirió el club en el verano de 2013 tras la salida de los hermanos Carabante. Lo mismo sucedió con el Baloncesto Sevilla, comprado por el Real Betis por un euro con tal de asegurar su continuidad y evitar su desaparición en 2017.

Más allá de los cambios de manos de Ucam Murcia, Baloncesto Sevilla y Joventut, no se han registrado operaciones corporativas. El exjugador Salva Guardia y otros empresarios intentaron comprar el Bilbao Basket por 800.000 euros antes de la pandemia, cuando el club había lanzado una ampliación de capital para encauzar el proyecto. La operación no salió adelante y hoy la entidad bilbaína está a apenas dos cursos de saldar su histórica deuda y ha recuperado el mismo volumen de negocio que en su mejor época deportiva.

Casi en paralelo también se intentó la compra del CB Gran Canaria. El club acababa de perder a Herbalife como title sponsor y en 2019 se cayó la entrada del fondo estadounidense HMK. El grupo financiero esperaba entrar primero como title sponsor para después sumarse al accionariado, pero descartó la operación por “no ver viable su ejecución”. La legislación europea prohíbe a una administración ser el propietario de un club, aunque nunca se ha aplicado.

Tras la ruptura con HMK el exjugador Joel Freeland y su agente, Rafael Calvo trasladaron su interés al Cabildo en 2021. La auditoría encargada entonces tasó el club en 6,5 millones de euros, aunque de nuevo el Cabildo reculó alegando que una posible venta debía pasar por una licitación pública, que nunca se ha convocado.

La venta del Granca sigue encallada y el Estu nunca llegó a tener una propuesta real

Los últimos intentos por comprar clubes de baloncesto han tenido lugar en la LEB Oro, y también acabaron en compras frustradas. Pedro Fernández, fundador de Grupo Hereda, puso 500.000 euros para hacerse con el CB Ourense, sanear su balance y limpiar deudas. Los conflictos entre Diputación y Concello, máximos accionistas de la entidad, terminaron por romper el acuerdo tras haber desembolsado el dinero, y el caso aún podría llegar a los tribunales, ya que el equipo juega actualmente en la segunda categoría porque el empresario mantuvo el aval para poder competir a pesar de bloquear su entrada como mayoritario.

En otra línea se ha movido el intento de compra de Movistar Estudiantes, aunque con un mismo patrón: club con grandes dificultades financieras que necesita inyección de capital. El club estudiantil ha recibido distintas propuestas en los últimos años, pero la junta liderada entonces por Fernando Galindo y ahora por Ignacio Triana las habían descartado para seguir con su hoja de ruta de sanear la entidad.

Tras la renuncia de Galindo, el empresario Carlos Avenza llegó a prometer cinco millones de euros para tener la mayoría accionarial y otros cinco para impulsar el proyecto. El club lanzó la ampliación de capital para permitir su entrada, pero no acudió. Finalmente fue el propio Triana quien puso 500.000 euros para convertirse en primer accionista con el 23% del capital. Además, publicó una carta explicando la situación y la falta de garantías que ofrecía desde un primer momento la propuesta de Avenza, con sociedades sin cuentas en los registros mercantiles.

Hoy el Estu o el Ourense son una excepción entre los clubes profesionales. Lo mismo sucede en el fútbol, donde el Grupo Mas logró hacerse con el Real Zaragoza por sólo 21 millones a cambio de asumir su deuda. Actualmente Breogán y Gipuzkoa ya solo tienen compromisos de devolución con sus principales accionistas, Bilbao pactó un nuevo calendario de pagos con el fisco y estima zanjarlo en 2024, y Joventut lo hará en 2023. Es el mismo proceso por el que ya pasó LaLiga imponiendo el control económico y que ha sido la base que ha permitido las actuales operaciones de compra-venta por cantidades récord.

En el año de las grandes ventas de clubes de fútbol, el accionariado de los equipos de baloncesto permanece inamovible. Los grandes clubes europeos aún están en manos de sus propietarios históricos y en contadas ocasiones trasciende alguna oferta. En España la situación es similar, y los intentos de compra que se han producido en los últimos años han acabado encallados con las administraciones propietarias de los clubes (CB Ourense y Gran Canaria) o con empresarios que buscaban aprovechar la delicada situación financiera de clubes como Movistar Estudiantes.

Cotizalia Sports Club Estudiantes Asociación de Clubes de Baloncesto (ACB)
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