¿Quieres diseñar combustibles renovables o ‘smart cities’? Los empleos de movilidad sostenible que ya existen en España

Biogás, bioetanol, biodiésel, HVO… Los combustibles renovables son una de las principales alternativas para descarbonizar el transporte, ya que su uso está asociado a nulas o bajas emisiones netas de CO2. Por ello, cada vez son más las empresas y profesionales que trabajan para hacer posible su producción a nivel industrial.

De eso sabe mucho Claudia Esarte, que desde su puesto en Repsol Technology Lab participa en el diseño y desarrollo de dos tipos de combustibles renovables: biocombustibles avanzados a partir de residuos orgánicos como aceites de fritura o residuos agroforestales y combustibles sintéticos producidos a partir de hidrógeno renovable y CO2 retirado de la atmósfera. Lo mejor de todo es que no se trata de un trabajo del futuro, sino del presente: “Los biocombustibles avanzados, por ejemplo, ya están disponibles en el mercado y son compatibles con los motores actuales que utilizan coches, camiones, barcos y aviones”, nos cuenta.

El desarrollo de combustibles renovables aglutina a diversos tipos de profesionales, pero los más frecuentes son aquellos con formación en ingeniería química o ciencias químicas y una posterior especialización en combustibles, sostenibilidad y movilidad.

Las ‘smart cities’ pueden dar cabida a múltiples profesionales especializados en diversas tecnologías. Un caso es el de los expertos en Internet of Things (Internet de las Cosas), que son los encargados de que los dispositivos repartidos por una ciudad o carretera se conecten para recopilar datos. Pongamos un ejemplo: el de un aparato que mide el tráfico rodado en una ciudad. La labor del técnico de IoT consistirá en configurar los dispositivos repartidos por las calles para medir la intensidad del tráfico. Dicho dispositivo deberá llevar un sensor que sea capaz tanto de medir los eventos que suceden a su alrededor (número de vehículos circulando, ruido ambiental…) como los datos que le puedan suministrar los coches conectados que pasan a su lado (velocidad, número de frenazos…).

Una vez hecha la labor de IoT, entran en funcionamiento las tecnologías de ‘big data’ e inteligencia artificial (IA) desarrolladas por otro experto, que diseñará la tecnología que almacenará y procesará la información recibida desde el dispositivo, pero también desarrollará los algoritmos con los que la IA establecerá patrones de comportamiento (circulación a unas horas u otras, intensidad del tráfico, etc.). Entre estos dos técnicos podrán, por ejemplo, medir a qué hora hay más incidentes en determinadas zonas de una ciudad para redirigir el tráfico y evitar problemas de circulación.

Para trabajar con IoT, inteligencia artificial o ‘big data’ suele requerirse una ingeniería informática o industrial, pero en los últimos años han surgido numerosos másteres y cursos de posgrado que enseñan a los alumnos a desarrollar todas estas tecnologías.

La movilidad inteligente no se detiene en las ‘smart cities’, sino que hay muchas otras actividades, menos visibles para los ciudadanos pero igual de importantes, que requieren de una tecnologización y una investigación imprescindibles para descarbonizar el transporte. Un ejemplo es la labor que hacen los ingenieros de transporte inteligente, que se focalizan en transporte de bajas emisiones, cadenas de suministro 4.0 y movilidad sostenible.

Se encargan de labores tan variadas como monitorizar las condiciones de tránsito, la velocidad a la que circulan los vehículos, las condiciones meteorológicas, etc. Para ello recurren, como en el caso de las ‘smart cities’, a tecnologías como el ‘big data’, la IA o el Internet of Things. El objetivo es tener un retrato del funcionamiento del transporte para hacerlo más eficiente. Un ingeniero de este tipo, por ejemplo, puede calcular con mayor exactitud el proceso de una cadena de suministro desde que un producto se gesta en una fábrica hasta que llega a su destino final, teniendo en cuenta no solo el tiempo de fabricación, sino también variables como la ruta de envío más eficiente o las posibles congestiones de tráfico que pueda encontrarse por el camino.

Los profesionales mejor cualificados para este perfil, de nuevo, son aquellos que hayan cursado una ingeniería informática o industrial, además de una especialización posterior en el sector del transporte.