Es noticia
Sofía, el 'fracaso escolar' que hoy regenta un restaurante con dos años de lista de espera
  1. Empresas
CRECER AL MARGEN DEL SISTEMA

Sofía, el 'fracaso escolar' que hoy regenta un restaurante con dos años de lista de espera

El éxito de Gente Rara, el restaurante de Zaragoza que Sofía Sanz abrió con su pareja, muestra el poder de las escuelas de segunda oportunidad. En hostelería, no es un caso único

Foto: Sofía Sanz, impulsora de Gente Rara, en Zaragoza. (Cedida)
Sofía Sanz, impulsora de Gente Rara, en Zaragoza. (Cedida)

Sofía Sanz, hace años, intentaba sacarse el Bachillerato, pero no había forma. Se le atragantaban las asignaturas. Ya le había costado la ESO, y aunque se esforzaba, no conseguía aprobar. Aquello ocurrió cuando tenía 16 años, en 2004. Ahora, casi dos décadas después, la formación que recibió tras abandonar la educación reglada le cambió la vida. Acudió a la escuela de segunda oportunidad (E2O) de la Fundación Picarral, en Zaragoza, y allí encontró el espacio que siempre le había faltado en las aulas. El restaurante que regenta en la capital aragonesa junto a su pareja, actualmente tiene dos años de lista de espera. Su caso es solo uno de los tantos éxitos que cosechan este tipo de escuelas, desconocidas e imprescindibles a la par.

"Yo con 16 años no quería quedarme desocupada. Tampoco sabía muy bien a qué me quería dedicar. Con esa edad no tienes ni idea de lo que quieres ser de mayor, así que me dejé llevar tras sentir la frustración de haberme esforzado y no haber cumplido con los objetivos marcados", relata Sanz. En cuanto entró en la E2O, su estado de ánimo cambió. De repente, sintió esa energía e ilusión que siente cualquier persona al imaginar un futuro mejor, compartidas entre sus nuevos compañeros, "gente que había repetido también en el instituto y no conseguía sacarlo", en sus propios términos.

placeholder El restaurante Gente Rara, en Zaragoza. (Cedida)
El restaurante Gente Rara, en Zaragoza. (Cedida)

Ella provenía de un lugar repleto, en ocasiones, de incomprensión. "En los institutos se nos trata como adultos, pero no tenemos ni idea ni de quién somos. A lo mejor hay chavales más rebeldes a los que se les exige una madurez que no tienen cuando en realidad tan solo se trata de problemas propios de la adolescencia", añade la propietaria del restaurante zaragozano. Tras recibir un curso de cocina, a los 19 años ya estaba en el balneario de Panticosa, en el Pirineo, asesorando a un cocinero con tres estrellas Michelin. Después, tras estar varios años fuera de su ciudad buscando la mejor oportunidad laboral junto a su pareja, se establecieron en la capital maña para crear Gente Rara, el restaurante de éxito.

Llegar lejos sin la presión social

Pese a lo que se pudiera pensar de las E2O, normalmente englobadas en el imaginario en el que chavales con problemas de adaptación protagonizan el día a día, su alumnado es de lo más variopinto. "Allí me encontré con chicas que habían terminado Bachillerato con buenas notas, pero se dieron cuenta de que no querían ir a la universidad", agrega Sanz. Sea como fuere, en las formaciones de la Fundación Picarral no había tanta presión social por aprobar. "Eso de que si no superabas los exámenes no ibas a ser nada en la vida, allí no existía", concede la zaragozana.

"Eso de que si no superabas los exámenes no ibas a ser nada en la vida, allí no existía"

Ni ella ni Cristian, su pareja, han estudiado una carrera universitaria, pero eso no les ha hecho perder experiencia: “Llevábamos nueve años gestionando un restaurante en Yecla, en Murcia, y decidimos volver a nuestra ciudad. Desde entonces podemos vivir de nuestro propio comercio en hostelería y ya somos un equipo de once personas”, explica. Ese equipo del que habla continúa íntimamente ligado a la E2O de la que procede, pues el 80% de la plantilla vienen de sus aulas. "Cuando necesitamos a alguien, recurro a ellos, porque sé que es gente que sale muy bien formada y con una idea clara de lo que quiere hacer en su vida. Cada uno tiene su pasado y sus problemas, pero cuando llegan al restaurante son personas muy responsables", en sus propios términos.

Sanz considera que el Gobierno debería ofrecer estas formaciones a nivel público, actualmente inexistentes, y ahora en manos de fundaciones y diversas entidades. "Debería darse una mayor intención en los institutos por el respeto y la comprensión hacia los chavales que no cumplen con los objetivos. Cuando son rebeldes o se les tacha de vagos y alborotadores, es porque hay algo detrás. Yo comprendo a los profesores, porque debe ser duro lidiar con alguien que no quiere aprender cuando se dedican a enseñar, pero son profesionales que deberían saber ver que esa persona necesita otro tipo de ayuda y una mejor orientación", concluye.

Ascenso de 'bartender'

Su caso, desde luego, no es el único. Diana Figuero llegó desde República Dominicana a Madrid hace cuatro años y si no llega a ser porque vivía cerca de la Fundación Tomillo, en el barrio de San Fermín, no hubiera podido entrar en la formación que le ha llevado a ascender en su puesto laboral. A sus 24 años, es 'bartender' en el conocido restaurante Bel Mondo, en la calle Velázquez de la capital. "Yo siempre he pensado que formarse es la mejor opción para tener un empleo y adquirir más experiencia, pero cuando llegué a España tan solo tenía la educación secundaria", enuncia la joven.

placeholder Figuero, en su puesto de trabajo en Bel Mondo. (G. M.)
Figuero, en su puesto de trabajo en Bel Mondo. (G. M.)

Primero comenzó con un curso de eco-reparto cuando le ofrecieron la oportunidad de entrar a trabajar en el restaurante en el que desempeña su labor. "Después empecé el de 'bartender', y estudiaba mientras trabajaba. Me costó un poco porque encima tenía turno de noche y llevaba dos años sin estudiar, pero al final lo saqué adelante", agrega esta profesional. Ese curso fue el que le proporcionó un ascenso en el trabajo y, aunque todavía no ocupa la posición más elevada en el escalafón, como ella dice, "voy a por ello".

La mezcla entre la teoría de las aulas y la práctica de Bel Mondo le hicieron sobresalir en la escuela. "En el trabajo hacía cosas ya marcadas, pero el aprendizaje de los tipos de bebida y todo eso lo aprendí en la escuela", apuntilla. Ella, que cursó secundaria en República Dominicana especializándose en enfermería, piensa que si no hubiera encontrado la E2O seguiría estancada en el puesto en el que empezó. "Trabajo ocho horas con dos días de libranza y gano unos 1.400 euros, así que por el momento no está mal para un sector bastante afectado en el que faltan profesionales constantemente", sostiene Figuero.

Las E2O, un lugar para la orientación continua

Yumara Rodríguez, de 21 años, cursó una FP Básica de comercio en la E2O Norte Joven, también en la capital. Hace tan solo unos años, apenas tenía ganas de estudiar, así que la orientadora de su instituto le informó de la posibilidad que tenía en esta escuela. Cuando entró a sus aulas tan solo tenía 15 años. Era de las más pequeñas, pero eso no le impidió volver a estudiar y sentir unos profesores más cercanos y empáticos que nunca.

"Las primeras prácticas que hice en una tienda fueron horribles, lo pasé bastante mal. Tenía unos 16 años y no me trataban bien. El segundo año me tuvieron limpiando, y yo me sentía mal porque no había estudiado limpieza. Ahí entendí que no quería trabajar de eso, no si me voy a poner a trabajar en una tienda y van a abusar de mí", desarrolla la joven. Esas ideas y venidas le hicieron llegar a un grado medio de deporte, con 17 años ya. Tampoco fue una buena experiencia: "Los profesores no me hacían ni caso y tampoco me explicaban las cosas, así que lo dejé".

placeholder La 'bartender', en el restaurante donde trabaja. (G. M.)
La 'bartender', en el restaurante donde trabaja. (G. M.)

Norte Joven, como su propio nombre parece indicar, fue el punto cardinal para Rodríguez. Tras las dos vivencias negativas, volvió a sus aulas. Empezó un grado medio para ayudar a personas dependientes, pero cuando llegó la pandemia y el confinamiento, todo se vino abajo: "Tenía que trabajar desde casa y mi tutora al final me dijo que no me podía evaluar porque me quedé sin teléfono móvil y le entregué todos los trabajos unos días tarde". En ese momento, la joven estudiante perdió toda la motivación en sus estudios.

Norte Joven, de nuevo, apareció. Gracias a ellos empezó a trabajar en el grupo Lar como asistente de sala. “Ahí me trataron muy bien y salí con otra mentalidad; me puse a buscar trabajo, me apunté a la escuela de idiomas para el inglés y estoy en la autoescuela también. Supercontenta”, concreta Rodríguez. A los 15 días de terminar en ese trabajo, otra empresa contactó con ella. Ahora trabaja como auxiliar administrativo. “Es un poco aburrido porque yo soy un culo inquieto, pero haciendo cosas se pasa el tiempo rápido y estoy muy cómoda en la empresa, Trasmol, de logística”, señala.

Su experiencia con la E2O se retrotrae a sus años de instituto y los problemas que tenía en casa. Como suele suceder, se juntó todo, y ese todo empezó a tener consecuencias en las calificaciones de sus exámenes. "Yo tenía claro que no quería seguir en el instituto, y encontrar Norte Joven, de verdad, me cambió la vida. Vamos, estoy segura de que sin ellos yo no estaría aquí ni de coña", concluye.

Sofía Sanz, hace años, intentaba sacarse el Bachillerato, pero no había forma. Se le atragantaban las asignaturas. Ya le había costado la ESO, y aunque se esforzaba, no conseguía aprobar. Aquello ocurrió cuando tenía 16 años, en 2004. Ahora, casi dos décadas después, la formación que recibió tras abandonar la educación reglada le cambió la vida. Acudió a la escuela de segunda oportunidad (E2O) de la Fundación Picarral, en Zaragoza, y allí encontró el espacio que siempre le había faltado en las aulas. El restaurante que regenta en la capital aragonesa junto a su pareja, actualmente tiene dos años de lista de espera. Su caso es solo uno de los tantos éxitos que cosechan este tipo de escuelas, desconocidas e imprescindibles a la par.

Educación
El redactor recomienda