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Grifols, Carlyle, Henkell… los nuevos amos del cava, víctimas de la guerra de Ucrania
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Grifols, Carlyle, Henkell… los nuevos amos del cava, víctimas de la guerra de Ucrania

Henkell Freixenet vendió 1,2 millones de botellas de cava en Rusia durante el pasado año, pero todos los grandes del sector se ven afectados por una crisis inesperada y grave

Foto: Botellas de cava en la feria Alimentaria de Barcelona. (Reuters)
Botellas de cava en la feria Alimentaria de Barcelona. (Reuters)
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Los nuevos dueños del cava pensaban que podrían remontar después de la pandemia. Entre 2017 y 2019 los tres grandes del cava cambiaron de manos. Y lo hicieron a buen precio dada la baja rentabilidad del sector. Los alemanes de Henkell se hicieron con Freixenet. El fondo Carlyle compró Codorníu y la familia Grifols a través de su patrimonial Scranton llegó al 76% de Juvé i Camps, la tercera empresa del sector. Tras la pandemia la cosa pintaba bien hasta que empezó la guerra de Ucrania, que afecta a 3,4% de las exportaciones y que dificultará la recuperación en las ventas exteriores, según confirman las fuentes del sector consultadas.

El último informe del Consejo Regulador del Cava desvela que hay más de 5 millones de botellas que se destinan a los mercados de Rusia, Ucrania y Bielorrusia y que para el actual ejercicio no podrán venderse, tanto por las sanciones a Rusia como por la imposibilidad de exportar a una zona de guerra. Son exportaciones que iban más a volumen que a precio, pero el impacto sigue siendo muy fuerte.

En 2020 se exportaron a Rusia desde Cataluña 3,9 millones de botellas de cava. Era una de los mercados que más crecía en ese momento, un 17% anual. A Ucrania, otro millón de botellas que este año tampoco podrán facturarse con el actual enfrentamiento bélico abierto.

Foto: Vladimir Putin con una copa de espumoso ruso.

En 2020 las exportaciones ya no iban bien en el conjunto del sector. En ese año las ventas al extranjero cayeron un 7,7% en comparación con el ejercicio anterior, siempre en número de botellas. La vocación de toda la industria del cava era superar esta situación, pero eso ahora ya no será posible con la crisis ucraniana. Hay que recordar que las exportaciones de cava suponen el 70% del negocio global.

Henkell y su red distribución internacional son las que mejor pueden parar el golpe, según explican fuentes del sector, ya que están más acostumbradas a competir por precio El problema es más para Carlyle que ha recurrido a la deuda para hacer su operación y está troceando Codorníu ante la imposibilidad de rentabilizar la totalidad de la empresa. Así está intentando vender Masía Bach y ya se ha desprendido del edificio de Cavas Rondel, que ha sido adquirido por Bon Preu para hacer un hipermercado.

Henkell-Freixenet tiene oficinas a Bielorrusia, Ucrania y Rusia. Por tanto, será una empresa muy afectada. Los problemas ya no se limitan a entregar los encargos, sino a cobrar las partidas. Henkell como empresa alemana ya estaba muy volcada hacia el este. Además, la previsión es que en verano el turismo ruso no pueda acudir como solía a Grecia o a la costa del Adriático, en donde consumían cava y proseco. Croacia y Bielorrusia son importantes. Todas las buenas expectativas se han volatilizado con la guerra que nadie esperaba.

Foto: Pedro Ferrer y Dolores Sala. (Cortesía de Freixenet)

El conglomerado Henkell Freixenet vendió 1,2 millones de botellas de cava en Rusia durante el pasado año 2021. Ahora ya se sabe que esta partida no se podría colocar en el año en curso. En el grupo alemán ya se ha preparado un plan de choque para intentar compensar esta situación, que pasa por alargar los stocks y buscar mercados alternativos. Mientras las botellas están en la cava no se etiquetan y si han de estar algo más de nueve meses tampoco pasa nada. Pero si se alarga la gestión de existencias, la situación financiera puede volverse delicada.

Crisis generalizada

Que ni el cava se salve, solo muestra lo amplio y diverso que será el impacto de la crisis provocada por la guerra en Ucrania. No es algo que se limitará a los precios de la energía o a la las empresas que son consumidoras intensivas de electricidad, como las siderúrgicas (Celsa) o las cementeras. La crisis ucraniana impacta directamente en el turismo o exportaciones tan emblemáticas como el cava. Con un panorama de sanciones a Rusia o países afines, espacios aéreos limitados, embargos y boicots, todo el comercio internacional queda afectado.

Pero el caso del cava es especial. La recuperación de las exportaciones era clave para el sector y el nuevo entorno malogra esta perspectiva. El último año de Codorníu el grupo seguía en números rojos, 5 millones de pérdidas en 2020. En Freixenet ya no es posible saberlo por la fusión con Henkell. Pero eso hace que los nuevos inversores, que entraron con las perspectivas de precios bajos, mejora de mercado y precio del dinero barato, ahora tengan que cambiar los dos últimos parámetros y asumir que el primero a lo mejor no fue un precio tan bueno como parecía, dada la evolución de los acontecimientos.

El sector ya estaba tocado en términos de rentabilidad y la guerra lo complica todo

Muchas pequeñas empresas se fueron marchando de la denominación de origen cava. Fue el caso de las que fundaron Corpinnat. Desde ahí operan las marcas como Llopart, Gramona, Torelló o Recadero, entre otras. Pero son empresas que viven mucho del mercado español y que dependen muy poco de las ventas internacionales. Por tanto, estas pequeñas compañías se verán muy poco afectadas por esta inesperada crisis bélica.

Panorama incierto

El año pasado Vladímir Putin cambió el etiquetaje del champán, pero eso acabó afectando a todos los espumosos, tirando los precios hacia abajo y provocando las protestas de los importadores rusos. En octubre se dio una prórroga, pero eso ya provocó un parón de las ventas entre abril y junio. Por lo tanto, las ventas se acumularon a final de año, y ahora una parte de ellas no podrán cobrarse a causa de la guerra y las sanciones. Nada ayuda.

El panorama se vuelve incierto en términos de mercado exterior. Pero también como concepto de inversión. Henkell hizo una inversión industrial. Para Carlyle, en cambio, se trataba de una operación financiera en que los costes de la deuda son muy importantes. Si hay que refinanciar en un entorno de tipos al alza, su operativa puede complicarse más allá de lo razonable.

Los nuevos dueños del cava pensaban que podrían remontar después de la pandemia. Entre 2017 y 2019 los tres grandes del cava cambiaron de manos. Y lo hicieron a buen precio dada la baja rentabilidad del sector. Los alemanes de Henkell se hicieron con Freixenet. El fondo Carlyle compró Codorníu y la familia Grifols a través de su patrimonial Scranton llegó al 76% de Juvé i Camps, la tercera empresa del sector. Tras la pandemia la cosa pintaba bien hasta que empezó la guerra de Ucrania, que afecta a 3,4% de las exportaciones y que dificultará la recuperación en las ventas exteriores, según confirman las fuentes del sector consultadas.

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