La tensión entre García-Carranza y la cúpula de Merlin se lleva por delante el comité asesor

Fue el pasado 16 de noviembre cuando un compungido Ismael Clemente, consejero delegado de Merlin, comunicó a los cinco miembros del recién creado comité asesor de la socimi que el consejo de administración había decidido disolverlo cuando apenas sumaba cuatro meses de vida.

Era otra gota más en un vaso a punto de rebosar, debido a las profundas diferencias que existen entre el presidente de la compañía, Javier García-Carranza, que ocupa este sillón en representación del primer accionista, Banco Santander, y el equipo directivo de la socimi, tridente formado por los fundadores de la compañía: Clemente, Miguel Ollero, consejero ejecutivo y director general corporativo, y David Brush, director financiero hasta su inesperada jubilación el pasado febrero y que sigue vinculado como asesor sénior.

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De hecho, el comité asesor era una apuesta casi personal de Clemente, quien considera que el consejo de la socimi adolece de expertos en comunicación y digitalización, idea que le llevó a impulsar, el pasado verano, la creación de un órgano asesor formado por pocos, pero cuidadamente elegidos, miembros.

Se trataba de Fernando Abril, consejero delegado de Indra hasta mayo; Javier Rodríguez-Zapatero, presidente de ISDI y ex director general de Google España; Natalie Picquot, directora global de Marketing Corporativo de Santander y antigua responsable de Twitter España; Amalia Blanco, directora de Comunicación y Relaciones Externas de Bankia hasta su fusión con CaixaBank, y Alberto Artero, ex director general de Titania, editora de El Confidencial.

En un primer momento, el consejo de Merlin dio luz verde a la creación de este grupo de expertos, e incluso aquellos miembros que temieron poder incurrir en algún tipo de incompatibilidad pidieron autorización a sus respectivas compañías, las cuales dieron el visto bueno a su incorporación al nuevo comité.

Sin embargo, apenas cuatro meses después, el consejo de la socimi revocó todos los beneplácitos previos y decidió disolver este órgano asesor.

El consejo de Merlin dio el visto bueno al comité y cuatro meses después revocó la decisión

Las fuentes consultadas aseguran que fue la consejera independiente Pilar Cavero, que también ha ocupado este sillón en Abengoa hasta el año pasado, quien levantó la voz con el argumento de que un órgano externo al consejo no puede definir aspectos estratégicos de la compañía, postura que contó con el respaldo de García-Carranza.

Los consejeros ejecutivos defendieron, en cambio, que la labor de este comité se limitaba a asesorar en aspectos de digitalización y comunicación, sin entrar a ocupar ninguno de los espacios que las reglas de gobierno corporativo tienen reservados para el máximo órgano de administración. Pero, finalmente, la balanza se inclinó en su contra.

Las diferencias entre el presidente y el equipo directivo han llevado ya a serios enfrentamientos en el seno del consejo de administración, como el vivido hace un año por la decisión de suspender casi un tercio del dividendo, postura respaldada por los ejecutivos y rechazada por el presidente, o la decidida apuesta de Merlin por los centros de datos.